domingo, 27 de enero de 2008

CAPÍTULO 7 de la 1ª temporada

No sé que narices me dio en ese momento, pero se me subió la adrenalina (y el globo, todo sea dicho) más allá de las raíces del pelo: tenía que salvar a la pobre gente que estaba alrededor de la pancarta.
Busqué a Brunny “all around”, pero ya no la encontré. Para variar, había huido, la megaputaza. Pero nuestro jodido cartel contra la guerra, se estaba liando a ostias con el personal. Los palos de madera, parecían extremidades, y la tela, bailaba un dulce vals con el aire. En todo mi esplendor heroico, me puse a apartar a la gente para abrirme camino entre la multitud mientras alguien cantaba una puta canción de Rhapsody. Me pareció que era la voz del David Fábrega que, en sus ánimos de motivarme, hacía que la gente se tapara los oídos en agonía.
Caminaba hacía mi destino cuando una mano tiró por detrás de mi chaqueta de proletario con parches de Cannibal Corpse y Motörhead: era Brunny que, en un intento por salvar mi vida y la suya, intentaba llevarme en dirección contraria. Ya estábamos casi tocando la zona que ocupaba la gente caída en el combate contra la dichosa pancarta de mierda, en el momento en que le di a mi amiga un tirón.
Brunny, la pobre, salió volando, cayendo de cara contra la tela pintada al grito de “cerdaaaaaaaaaaaaa” que silenció el panorama. Todos nos quedamos de piedra cuando los tres metros de tela de hilo se arremolinaron alrededor de la cabeza de mi amiga.
Que conste que si en lugar de tratarse de otra persona o de que la cosa no hubiera sido culpa mía, no hubiera hecho lo siguiente: me subí mis mallas negras pirata, me até bien mis botitas Dr. Termans y me dirigí, cual skin súper cuadrado y cabreado (véase video del TechnoViking) hacía donde seguían moviéndose los palos de la pancarta. Los agarré en un abrazo mortal y paré su frenético movimiento.
Seguidamente, oí respirar a Brunny y gritándome “ya estoy” como si hubiera terminado de cagar y me cediera el Wc, cogió los palos por el otro extremo.
-Ya esta inmovilizada- me dijo sonriente- ¿Y ahora que hacemos?
Me quedé boquiabierta mirando su cara: tenía un ojo lleno de pintura negra, así como un dibujo que asemejaba una mandíbula cadavérica. La cara se le había teñido de blanco y la sonrisa que antes parecía que me regalaba, solo formaba parte de la siniestra pintura.
Abrí los ojos como platos y sin soltar la pancarta, la señalé con la cabeza:
-Tía, tu cara….
-¿Qué?
-No sueltes la pancarta y ve acercándote a la fuente
-¿Qué pasa?
-No pasa nada, sigue caminando
-¿Por qué me mira todo el mundo?
-Siempre has sido un poco rara- dije para no alarmarla- pero sigue caminando
Pasito a pasito, ya que Brunny caminaba hacía atrás, llegamos a la fuente que hay en Plaza Catalunya. Con los ánimos ya más relajados y a la vera del agua, Brunny pudo ver su cara reflejada…
-¡Aaaahhhh, me cago en Tori Spelling!- profirió en un mortífero grito mientras soltaba la punta de la pancarta que ella sujetaba.
Del espanto, tropezó (es un poco torpe) y cuando iba directa al agua de la fuente, algo o alguien la sujetó por detrás. El susodicho, era un chico muy poco interesante, ya sabéis: el típico estudiante de ciencias del medio ambiente que se deja caer de vez en cuando por historias en blogs de amigas. Era Kalitro.
-Hola, estoy aquí porque he venido, y tal y como he venido me iré- soltó a la brava.
-Gracias, tío, me has salvado la jeta- agradeció Brunny
-No, gracias a vosotras, por dejarme aparecer aquí. Estoy muy orgulloso de poder saludaros. Me voy a seguir con mi estudio sobre el musgo y como puede afectar a la valoración de la superioridad de la mente humana.
No supimos como reaccionar ante aquello: ni a lo de la cara de Brunny, ni a lo de su misteriosa salvación, ni al suceso de la pancartita. El agua empezó a ponerse negruzca y supusimos que era que las pinturas se estaban disolviendo pero, acto seguido, empezó a manar de la fuente como un vapor extraño de color verde que se expandía más allá de Rambla d’Aragó y se perdía en la lejanía del Riu Segre.
Todo el mundo cerró los ojos por miedo a que fuera algún tipo de gas tóxico. La verdad es que olía a huevo podrido… pero siendo yo parte de la causante de aquel desastre, no podía pararme a pestañear si quiera. Vi a Brunny que intentaba quitarse la pintura con las manos, dándose mamporrazos ella sola, por la ceguera (lleva gafas, y se le habían caído durante sus litigios contra la Spelling).
Me agarré a lo primero que encontré a mano: el chivato con la piedra de costo que llevaba en el bolsillo y el colgante que me había dado la abuela Eutanasia y que aún no me había dado tiempo de quitarme.
Entonces, cuando nadie miraba, se apareció ante mí como una especie de revelación, el hindú del corte de Bollywood que imita al videoclip de Thriller de Jacko Wacko.
-Kiefer-lufter-frischungs-mittel-da-kairu-konie-pau- empezó a increparme mientras bailaba torpemente dentro de la fuente- Raska-taplam-tari-tomino-tarisú…
-¿En qué me hablas, tío?-tampoco iba tan colocada para estarme imaginando esa chorrada
-Son-patum-tari-comopelo-tarifenco-salim-arrasca-ayahuasca
-Sí, y tu madre también, por si acaso- aquel guacho me tomaba el pelo y yo tenía una melena envidiable. No iba a permitirme ni una sola tomadura más
-Ringa-tupé-tupadreschenoa-taringo-kilé
Y diciendo eso, desapareció sin más desvaneciéndose en la neblina verdosa que cubría a todos los manifestantes.
A la que la niebla empezó a disiparse un poco, la gente empezó a abrir los ojos. Ya no olía tanto a huevo podrido. Brunny seguía dándose palos en el rostro. La cogí por las muñecas frenando su ira kamikaze:
-Vale ya, que como sigas así te va a quedar la cara como a la Duquesa de Alba.
Parecía que ya todo estaba en calma, más mi opinión respecto a la pintura de la cara de Brunny, era no tocarla demasiado, pues su reacción con el agua, había dado lugar a esa extraña neblina, que se extendía desde Rambla d’Aragó a la altura de Ricard Vinyes hasta el puente de los Cines Lauren, y que olía peor que un Wc público.

domingo, 20 de enero de 2008

CAPÍTULO 6 de la 1ª temporada

-Hija… al teléfono…- me despertó mi madre
-¿Si?- contesté atontada…
-¡Dormilona! ¡Qué ya casi es hora de comer!- miré mi reloj, eran las dos del mediodía
-Me parece genial… ¿Qué?- no tengo muy buen despertar
-¿Sobre que hora paso a buscarte?
-A las cuatro y media en mi portal- y colgué.
Sí, era Brunny, como muy bien se deduce. Yo seguía sin saber porque la tía tardaba tan poco en hacer las cosas. ¿Dormía poco? ¿Comía Kryptonita?
Yo, por mi parte, seguí durmiendo un rato más, hasta las dos y media, más o menos. Entonces, Ked’s entró en la habitación y empezó a poner sus patas delanteras sobre mi cama y a rascar el edredón cómo para que me lo subiera a la cama. Me harté del estado comatoso de duermevela en el que me halla y me puse en pie. Levanté la persiana y subí el estor. Hacía un
día precioso…
Pasé por la cocina y cogí un par de cachitos de lomo rebozado que había en un plato. Silvia (mi hermana, como recordaréis), me miró muy mal. No es de compartir mucho, que se diga. Agarré la correa del perro y me dispuse a pasearlo.
Mi Ked’s y yo, paseamos bajo un tenue sol primaveral, como si fuéramos una pareja de casados: yo la mujer dominatrix que lleva de la correa a su peludo marido, vamos, una cosa de lo más normal.
Cuando terminó el idilio perruno, volvimos a casa. La mesa ya estaba puesta y la comida estaba servida. Comí bastante deprisa, porque el capitulo de Los Simpsons que daban, ya lo había visto muchas veces. Era ese de que muere Maude Flanders por el impacto de una camiseta en el béisbol.
Acto seguido, revisé mi e-mail: propaganda, publicidad, forwards… todo basura, vamos. Yo era prácticamente alérgica al Spam (y lo sigo siendo). Me pasé un rato haciendo tiempo, un buscaminas por aquí, un solitario por allí…
Brunny no tardó mucho en llegar. Le abrí la puerta y subió. Cómo no podía ofrecerle Ferrero Rocher, porque me los había terminado el día anterior, le ofrecí unas pastas resecas. Me dijo que no, gracias; y me arrepentí de haberle ofrecido aquella mierda de galletas podridas.
Cogimos la pancarta i nos fuimos hasta delante del Rectorat, que era donde tenía comienzo la manifestación. Ya había allí asestada una multitud de gente. Nos encontramos con varios conocidos y extendimos la pancarta. Fuimos bajando con la multitud hacía Plaza Catalunya.
A la altura del colegio Práctiques II o más conocido como l’Annexa, le dimos los palos que sujetaban la pancarta a dos conocidos de por allí, que estaban encantados de llevarla. Cogí a Brunny por el brazo y nos desviamos por la calle que lleva al Antares.
-Tía, necesito hacerme un porro pero ¡YA! Tanta multitud me agobia…- y recordé que no había comprado papel... – no tengo papel, mierda.
-Dame un segundo- y diciendo eso, desapareció para volver al cabo de medio minuto con un par de papeles- y son OCB, para que veas que tener dotes de gorrón tiene su rollo…
Vale, lo admito, su velocidad y su caradura, me dejaron perpleja. Pero ¿qué más me daba? Ahora ya tenía el material, así que me puse a liar. No os describiré como se lía y como se fuma un porro de costo en compañía: eso se sabe.
Después de fumarnos el peta y con más relax en el cuerpo, volvimos a introducirnos en la multitud, que se había multiplicado como por arte de mágia.
-Por satán, esto parece una fábrica de pollos- se quejó Brunny
-Los pollos no se fabrican, no me jodas, se crían- la advertí
-O se cultivan- dijo alguien detrás de nosotras
Al principio nos asustamos de ver a un hombre enorme y peludo, completamente vestido de negro. Pero acto seguido contrastamos información: de hecho, era un chico bastante joven y de peludo, los justo para una perilla y unas patillas recortadas al estilo clásico rockabilly. Llevaba el pelo largo y recogido y, en cuanto a las proporciones físicas se refiere, eran las de un chico, es sí, un poco más alto y nacho que nosotras.
Vestía un uniforme militar negro y le reconocimos al instante por la indumentaria: era Nok, un chico que hacía prácticas de informática en nuestro instituto y que daba clases de Office a los alumnos más jovenzuelos. Aparte de eso, también formateaba PC’s. Era como la mano derecha del Jordi Jordan, webmaster, estiloso, guapo y profesor de informática del centro. Ambos vestían siempre de negro así que siempre que los veíamos juntos, pasaban desapercibidos, como los Men In Black.
Brunny se puso pálida (más de lo que ya es) y parecía rememorar palabras en su interior, porque abría y cerraba la boca suavemente, musitando en silencio. Entonces caí en las palabras de la abuela Eutanasia. Nok se estaba bebiendo un zumo de naranja de esos mini bricks que suelen llevar la pajita enganchada en un paquetito de plástico transparente.
-Tu haces prácticas en el IES Ronda ¿no?- le interrogué- sí, te tengo visto, yo soy Foxy y ella…
Le di un codazo porque se había quedado empanada mirando el cartoncito de los cojones de zumo de naranja.
-Brunny, soy Brunny, pero puedes llamarme Bru- dijo como nerviosa.
Me partí el culo para mis adentro. ¿Qué especie de mariconada era eso de “puedes llamarme Bru”?
Yo, que ya oía campanitas de “pírate, que sobras, aguanta velas”, me adelanté unos pasitos adelante, para escabullirme entre la gente. Entonces, me encontré con el Eloi.
Al Eloi y a algunos de sus colegas, los conocía por amigos comunes y porque alguna vez les había encontrado en la hierba del río jugando a fútbol. Casi siempre estaban cerca de la estatua del Muñeco Michelín (un día me explicaron que simbolizaba ese monumento, pero lo olvidé y obviamente, cualquiera que haya paseado por las ribas del río Segre, sabe a que me refiero). Fui saludando a los que conocía.
Las manifestaciones en Lleida eran un acto de vida social: siempre conocías a gente, te encontrabas con colegas que hacía milenios que no veías, hablabas con desconocidos que luego llegarían a ser tus amigos, incluso tu pareja, en fin, y un largo etcétera de cosas que suceden en las manifestaciones. De hecho, mis padres se conocieron en una manifestación, en la que empezó a llover y mi padre se coló bajo el paraguas de mi madre…
-Te voy a presentar a alguien…- me dijo y, seguidamente, me llevó hasta un amigo suyo que estaba de espaldas.
Cuando se dio la vuelta, el corazón me dio un vuelco. ¡Era el chico del Carrer Segrià! Me dieron ganas de gritar. Busqué a Brunny con la vista, o a alguien conocido que me sacara de allí… pero no vi a nadie.
-Foxy, Ivan; Ivan, Foxy – prosiguió el Eloi…
-Ah, hola- dije, y saludé con la manita- lo siento, no soy de dar dos besos…
-No, yo tampoco, tranquila- y me tendió la mano, como en un saludo entre hombres o camaradas, de igual a igual…
Mierda, porque había tenido que soltar esa tontería. “No soy de dar dos besos…”. Mierda, mierda…. Entonces, me regaló una de sus sonrisas: la más afable, la más comprensiva… Y entonces me tranquilicé y todo terror se desvaneció. Sin darme cuenta, nos habían dejado solos, pero él supo reaccionar rápidamente:
-Ei, un placer conocerte, pero se me han ido los amigos y… voy a buscarlos
-Sí, claro…- y me quedé allí plantada como una tonta, ensimismada con mis pensamientos.
Entonces, alguien o algo me cogió por el brazo izquierdo y tiró de mi entre la gente que se amontonaba a mi alrededor.
-¿Dónde has estado?- me espetó Brunny, nerviosa
-No sé, por ahí…-iban surtiendo los efectos del costo
-Tía, mira ahí- y me señaló un punto
-No veo nada Brunny, hay demasiada gente…
Y de repente, lo vi. Nuestra pancarta se movía con vida propia
*La parte añadida a posteriori es la que esta en cursiva. Disculpen las molestias.

domingo, 13 de enero de 2008

CAPÍTULO 5 de la 1ª temporada

-Foxy, FOXY!- me gritó alguien en el más allá…
Me había quedado abrazada al tubo de terciopelo, con la boca abierta, mirando la puerta fijamente, como en trance. La señora encargada de las telas, me miraba con cara entre de atónita y de haber descubierto una perversión. Sostenía las telas en la mano y se había quedado perpleja, como si fuera descubierto a su marido con su hermana o algo por el estilo.
-La pasta…-me increpó Brunny
-Hostia, LA PASTA!-me estaba cagando en todo… Me habían jodido el instante de placer con el rulo de terciopelo y además me habían hecho caer en la cuenta de que se me había olvidado sacar dinero.- Tía, no he sacado y lo sabes… tendrás que pagar tu y luego te lo doy
-Pero me lo das, que yo hoy ya he pagado las pinturas – mientras dijo esto se metió la mano en el bolsillo y sacó su monederito de Hello Kittie para pagar – A ver, 3 por 6…
-¡TREINTA!- se me escapó…
El mundo se hizo oscuro, no había nada bajo mis pies más que el abismo de la estupidez. Veía borrosa a Brunny como me miraba y me abracé aún más al terciopelo… Había respondido “treinta” tan felizmente a la pregunta de cálculo mental de tres por seis… Había vuelto a primaria, a aprender las tablas de multiplicar… Yo, que ya estaba en el instituto haciendo ecuaciones de segundo grado…
-Dieciocho- dijo la señora- son dieciocho.
Y volví al mundo real con un arrebol en las mejillas muy impropio de mí. Siempre había sido algo sinvergüenza y descarada, así que no era fácil verme sonrojada de vergüenza como lo estaba esa vez. Era un día extraño, estaban pasando muchas cosas raras en un solo día y aún no había atardecido. Aunque, pensándolo bien… ¿no estaba mi vida siempre repleta de situaciones similares en grandes cantidades a diario? Concluí, en que no era nada fuera de lo normal.
Tras pagar, Brunny me desenganchó del rulo de terciopelo pero, aproveché que le faltaron los reflejos y las manos (pues cargaba con la bolsa de la tela), y me escabullí para hincarle las garras a otra bobina, esta vez de terciopelo rojo que hacía aguas verdes…
-Brunny, es precioso…- dije casi con los ojos llenos de lágrimas…
-Foxy, vale ya, ya has hecho suficiente el ridículo aquí por hoy con el cálculo ¿no crees?
Y bajé mi cabeza y la seguí fuera de la tienda.
Subimos Prat de la Riba hasta la Plaza Ricard Vinyes. Nos paramos delante de todos los escaparates de la Calle Dr. Fleming y luego cogimos Paseo de Ronda hasta el Pryca (que ahora se llama Carrefour) y fuimos directas a mi casa.
Una vez allí, intentamos extender la tela en la terraza, pero nos dimos cuenta de que no cabíamos nosotras y la pancarta a la vez, así que al final bajamos al jardín con las pinturas.
-No tenemos pinceles, así que lo vamos a tener que pintar con las manos… -le dije a Brunny aún avergonzada por lo de ¡TREINTA!
-Vale, pues con los dedos, lo pasaremos bien- me dijo para intentar animarme
Decidimos que el mensaje más bonito y claro que podíamos poner sobre la pancarta era un NO A LA GUERRA, con la imagen del misil que cae dentro de un signo de prohibición (todos lo conocéis, no jodamos). Brunny dibujó con lápiz el contorno de las letras y después yo las pinté con los espráis. Acabamos de perfilarlas con la pintura negra y roja puesta en nuestros dedos, y al final nos gustó tanto, que acabamos por meter las manos dentro del cubo y estampar la silueta. Cuando terminamos, la pancarta era todo un cuadro de buen gusto y convicción.
Cómo los lavabos de la piscina estaban cerrados con llave todo el años excepto en verano, tuvimos que lavarnos las manos en el agua helada de la piscina.
Felices como perdices de nuestra gloriosa hazaña, colgamos la pancarta en dos palos de madera que mi padre tenia por casa y usaba de caballete para mesas improvisadas. Grapamos nuestra obra allí y dejamos secar la pintura en la terraza.
Con la tontería, ya eran las nueve y media de la noche. Acompañé a Brunny hasta medio camino de su casa y aprovechamos para fumarnos otro cigarro. Me pidió uno “para por el camino”. Brunny no ha comprado en su vida una cajetilla de cigarros. Bueno sí, una vez, cuando cumplió 18 años, pero eso es posterior, así que para aquel entonces, ya tenía más que desarrollada su faceta de gorrona pitis.
Mientras volvía a mi casa, volví a ponerme el Discman y a escuchar la BSO de Blade Runner. Cómo estaban cimentando unos pisos delante del mío, me quedé un rato mirando las grúas y todo el material de construcción. Las máquinas y la oscuridad de la noche, mezclados con el bajo electrónico del tema musical de la película de Ridley Scott (aunque yo sospeche que haya más de Verhoeven en ella que del mamerto de Scott), me hicieron viajar a un universo paralelo.
Me quedé un rato mirando a la inmensidad y luego, notándome ya el cansancio en los huesos, subí a mi casa. Me metí en la cama con Los Tres Mosqueteros. Con el libro, me refiero. Aunque, la verdad, no me importaría compartir el lecho con tales caballeros una noche o más. Pero fantasías aparte. Me subí hasta debajo de la barbilla las sábanas de El Imperio Contraataca y leí un par de páginas.
No podía concentrarme: ¿Por qué no dejaba de oír ambulancias? ¿Había pasado algo cerca de mi casa o era la simple proximidad de esta con el Hospital Arnau de Vilanova y los bomberos?
Para colmo, en algún piso colindante al mío, se oían gritos desgarradores seguidos de sonidos de platos todos y gemidos. ¿Estaba experimentando algún vecino mío una nueva técnica sexual?
Me tapé los oídos con mi osito de peluche (el Pepo, que quienes lo conocéis, sabéis que es de tapicería de sofá de los 80’s y no de peluche) y con la almohada e intenté dormir.

domingo, 6 de enero de 2008

CAPÍTULO 4 de la 1ª temporada

-¿Crees que se puede ver el alma o el futuro a través de un ojo de cristal?- por lo que me pareció, Brunny aún seguía dándole vueltas al episodio con la abuela Eutanasia.
No pusimos a hablar sobre el tema mientras pasábamos por la Passarel·la del Segre. Aunque estábamos a mediados de marzo y aún hacía un poco de frío, ya había gente en la explanada de hierba del río: tocaban las guitarras, hacían malabares, aporreaban timbales… Tenían allí montadas varias pseudo-parties hippies.
Una vez cruzada la Passarel·la, vimos a Pablo en la parada del autobús. Corrí a saludarle.
Pablo era mi mejor amigo desde tiempos inmemoriales. Recuerdo que en los primeros años de instituto nos odiábamos, pero suele pasar eso en las mejores amistades. Luego, hicimos un viaje a Italia como Crédito de Síntesis. Se sentó a mi lado en el bus en el que viajábamos y nos pasamos el trayecto nocturno hablando de música, banalidades y escuchando Blind Guardian. Fue en aquella excursión mismamente donde empecé a conocer a Pablo en más profundidad y desde ese momento nos hicimos inseparables.
-¿A dónde vas?-le pregunté
-Voy a ensayar con la Bárbara, mi compañera de Música de Cámara
¿La que toca a vista?
-Jajajaja, eres la hostia. Sí, esa misma- se desahogó- ¿Y vosotras? ¿Qué hacéis?
-Vamos a comprar unas telas para la manifestación de mañana ¿Vendrás?
-No lo sé, ya mismo tenemos encima los exámenes de Semana Santa y llevo fatal la Química, así que no sé si iré a repaso o qué…
A Pablo le tenía un poco apurado la asignatura que nos daba el señor Monné, pero por lo que parecía, no era lo único que le atosigaba, pues últimamente estaba un poco disperso con todo… Supongo que eran cosas de la edad, una etapa.
Nos despedimos de mi amiguísimo y subimos por la Rambla Ferrán. Seguimos hablando de muchas tonterías. Luego cogimos la calle Príncep de Viana. Pensé entonces en pasarme por Barataria y saludar a José María.
Barataria era una librería de viejo en la que yo había pasado gran parte de mi infancia leyendo libros sobre religión y cómics de Don Mickey. Ayudaba de vez en cuando a José María, que era el librero amigo de mi padre. Era o es, pues ya no sé de él desde que cerró la librería sin dejar rastro, un hombre gordísimo, repantingado en una sillita que parece que va a romperse siempre aunque lleva ahí soportando su peso mil años, y fumando Ducados o cualquier otra marca de tabaco negro. En su juventud, supongo, había sido un hombre culto e inteligente. Cuando yo le conocí, parecía un poco afectado senilmente por la lectura, algo así como un Don Quijote aburrido de vivir.
-Brunny, voy a pasarme por Barataria… ¿Me esperas o te vienes conmigo?
-Me vengo…- me dijo medio entre dientes, refunfuñando.
Brunny debía estar medio menstrual o algo así. Llevaba unos días más perra que un Buldog y tenía cambios de humor repentinos, cómo el careto que me puso cuando el episodio de la carta de La Yegua del Trueno (léase Precuela).
Cuando llegamos cerca de la puerta, vimos que estaba cerrada y retomamos nuestro camino desde Príncep de Viana, hasta Prat de la Riba, donde estaba la tienda de telas.
Llegamos a Teixits Alzamora… Desde fuera, la tienda parecía asestada de marujas y recién casadas que o bien buscaban una tela para las cortinas de su nuevo hogar a juego con la ropa de cama y el edredón, o bien venían a buscar paños para punto de cruz o material para hacer bolillo.
Brunny y yo nos miramos y decidimos que era el momento de fumarse un cigarro. Nos aterraba realmente la idea de estar esperando entre codazos de gente, a que alguien nos atendiera. Así que pensamos que lo mejor era esperar un poco a que la tienda se vaciara mientras disfrutábamos de un filtro de nicotina entre las dos.
Y esperamos… Pero la gente no salía nunca. Armadas de valor, nos levantamos de donde habíamos puesto el culo enfrente del escaparate y nos adentramos en la tienda. Desde dentro, parecía que le tienda estaba más vacía. Enseguida se nos acercó una mujer que, yo supongo, era la jefa de la tienda, por ser la de más edad de todas las encargadas.
-¿Qué queréis?- nos dijo súper amablemente
-Pues… necesito tela para hacer una pancarta, tela blanca, de hilo
-¿Cuántos metros quieres?- me dijo sin dejar de sonreír
-No sé… a ver, que me haga la idea de cómo es un metro…
La buena mujer, ya estaba sacando la cinta métrica. Calculó un metro y me lo mostró a un palmo de mi nariz, como diciéndome “esto es un metro”.
-Vale… sí, pues 3 metros ¿no Brunny?- volvía a estar medio dispersa...- sí, tres metros, por favor… por cierto ¿a cuanto sale el metro?
- A 6 euros- me contestó- ¿Te lo traigo?
Y después de mi céfalo-afirmación, se marchó entre churros de tela enroscada al almacén. Entonces lo vi, estaba allí, esperándome, el único que me daba placer…
La verdad es que esto me da un poco de vergüenza admitirlo, es una pasión secreta, algo íntimo y oculto en mi. No soy fetichista pero… aquello era un máximo… Una bobina de terciopelo me mandaba destellos con sus aguas… Me acerqué y primero lo toqué tímidamente, con un dedito… Luego posé mi mano y lo acaricié, con toda la superficie de mi palma derecha y todos mis dedos… Me fui acercando más y más, y entonces ya lo toqué con ambas manos. Arriba y abajo, sintiendo su textura… los ojos se me entornaron y miré hacía arriba en éxtasis y con la boca abierta… La cosa iba tomando diferentes matices de erotismo…
Sin dejar de abrazar al rulo de terciopelo, me quedé mirando fijamente puerta que no debía estar allí… Había como una escalerita de estas de bajar a las cloacas, que subía a una puerta cuyo marco superior era el techo de la tienda. El techo estaba bastante alto, a unos 5 metros del suelo, y la puerta era muy pequeña… Tanto la escalerita como la puerta, estaban disimuladas y medio tapadas con telas… ¿Qué se ocultaría detrás de esa misteriosa puerta?