domingo, 24 de febrero de 2008

CAPITULO 11 de la 1ª temporada

Muahaha, queridos lectores y lectrices. Ya pensabais que no habría Crazy Creepshow ¿eh? Bueno, con algo de retraso (unas horitas, no hay ser tan exigente que acabo de llegar de Vitoria y venía escribiendo en el bus), pero al menos hay historia.
Este capitulo va dedicado a Mr. Charlie Virgili, por todo lo que él significa para mi.

-Tú-tutururú, titi, turitutitu, panananaw…. (leer esto con la musiquieta del The Trooper de Iron Maiden).
Alargué el brazo y cogí el teléfono. Leí BRUNNY. ¿Le habría pasado algo ayer de camino a casa? ¿La habría llamado ya Nok? Por mucho sueño que tuviera, le cogí la llamada.
-Joder tía, son las jodidas nueve de la mañana. ¡Es domingo!
Silencio al otro lado.
-¿Estás bien? ¿Estás al otro lado de la línea o estoy hablando sola?
EL silencio seguía habitando tras mis palabras. Asustada, fui apartándome el aparto del oído y lo miré de reojo.
-Ai, que tonta, pero si le he rechazado la llamada en lugar de descolgar…-me dije a mi misma.
Mi madre empezó a nombrarme interrogativamente desde la cocina y a preguntarme con quien hablaba.
-Nada mamá, conmigo misma.
-Espero que no estés al teléfono, que la factura que llegó el mes pasado…
Esa frase me cortó a la hora de llamar a Brunny
-Ya que estas despierta… ¿porqué no vienes a misa?
¿Por qué no? Nunca había experimentado una resaca en la iglesia y, estaba segura de que era una muy buena terapia. Ya llamaría a Brunny más tarde.
Me vestí, ni muy bien ni muy mal, más bien con mi indumentaria habitual y, tras la reprimenda de mi madre, me cambié de ropa mientras ella salía de casa. Ya la pillaría por el camino pero… ¿qué camino de todos los que había? Daba igual, llegaría tarde a la misa.
Me di toda la prisa que pude y salí de casa en dirección a la iglesia de Santa Teresita del Nen Jesús, en la Plaça de les Missions.
Como novia soltera que corre a la iglesia a contraer matrimonio, en una carrera de cinco minutos me planté ante las puertas del edificio. Me sentía como Viggo Mortensen en la imagen en la que abre las puertas de Rohan (creo) con sus pintas de montaraz. Mis pintas no eran mucho mejores, pensé. Pero yo, a diferencia de Aragorn, no encontraría todo un ejercito de apetecibles soldados al otro lado…
Lo que vi al cruzar las puertas me produjo una sensación única. No porque experimentara un éxtasis divino o una visión mística con leve crisis de volver a tener fe.
Lo que recibí al otro lado del umbral fue un bautizo de miradas católicas y practicantes. “Oh, Dios Mío”, pensé cuando me di cuenta de que hasta el cura había parado su sermón o su salmo. Luego rechacé la premisa que el cerebro había procesado y no llegué a decir en aquel lugar, pues se ve que no esta bien nombrar a Dios y menos en la casa del Señor. Pero no voy a ponerme a disertar sobre teología.
La típica Marcha Fúnebre se me presentaba en la cabeza con cada paso que daba, ya que pasaba por un lateral de la iglesia a un ritmo más que lúgubre para no hacer ruido y no estorbar a los feligreses.
Como Marco, yo también buscaba a mi madre desesperadamente. Mi mirada peinaba el panorama rastreando. Ahora ya no me sentía Marco, me sentía más Terminator aunque, como no llevaba las gafas de lejos, no veía un pijo. Por fin la vi, allí sentadita en la tercera fila de los bancos del lateral izquierdo.
Me senté a su lado pero pareció no verme, así que me apalanqué. Tenía resaca y había ido a aquel sitio a relajarme. EL lugar donde me había sentado me situaba lo más lejos posible del cura. Entonces, mirando al cura me di cuenta: no era el Pare Pere, era el Padre Cavan [El de la manita, del medio(ref. El día de la bestia)]. ¿Qué cojones hacía allí el puto Padre Cavan. Estaba predicando no sé que sobre una profecía y una plaga:
-Y la plaga llegará y se llevará a todos los pecadores para dejar el mundo sembrado de paz y fe, libre de herejes y de mal.
El Pare Pere era el párroco habitual de la iglesia de Santa Teresita. Era un buen tío, no lo veía yo de resaca un domingo, así que le pregunté a mi madre:
-Mamá ¿qué le ha pasado al Pare Pere?
-Tiene indigestión de gambas, me han dicho- susurró. A mi madre no la ganaba nadie en cotilleos. Bueno, tal vez yo.
Me quedé pensativa. Había oído la palabra gamba alguna otra vez ya en ese fin de semana, aunque no lo recordaba muy bien.
Mientras pensaba, me fijé en la gente que concurría la iglesia: una abuelita con el pelo blanco y unas ojeras enormes que sostenía el cantoral con manos temblorosas, dos niñas monísimas con sus padres que calzaban unas ojeras azuladas que colgaban casi hasta el suelo, pero también divinos, un hombre pelirrojo de mediana edad con gafitas y unas colosales ojeras lilosas, una pareja de abuelitos que no se habían quitado los abrigos y que constituían dos pares de llamativas ojeras más….
¿Por qué todo el mundo tenía ojeras? Empezaron a cantar “Sant, Sant, Sant es el Senyor…” con voces de ultratumba, de forma asonante e infernal. La cosa daba mucho miedito, aunque no lo creáis: imaginaros a cinto cincuenta católicos con ojeras y pintas de zombis, intentando entonar desafinados canticos dentro de una iglesia que, por luminosa que sea, siempre da algo de canguelo con las figuritas de santos con los ojos de cristal.
- Y podremos ver a nuestro Señor tras la purificación de nuestro espíritu y nuestro cuerpo. Por eso, voy a ofrecerles el cuerpo de Cristo y la Sangre mejor me la bebo yo, no vaya a sentarles mal… Cantemos al Señor una vez más.
No cabrón, pensé. Pero el Padre Cavan es un hijoputa con acento italianado fingido y una perilla de chivo. Con esa cara de disfrute, ese acento, la sonrisa Profident en el gesto… parecía el mismísimo Satán. Levantó los brazos como si fuera un director de orquestra o un chamán y la calaña de zombis que me rodeaban, parecían llegar a tocar la luz divina con sus ojos, ya que mirando hacía arriba les daban los rayos de sol en plena cara.
Era un espectáculo bizarro. Los zombis se agolpaban en filas caminando lentamente como en procesión. Volvió a sonar la Marcha Fúnebre en mi cabeza y esta vez me tapé los oídos por si alguien más podía oírlo.
-¿Qué haces? –me dijo mi querida madre que acto seguido me cogió del brazo en dirección a una de las filas que se habían hecho para tomar el cuerpo de Cristo.
Intenté resistirme. Estábamos rodeadas e incluso pude palpar los nervios de mi madre que también se percataba de que la gente tenía un look algo extraño ese día.
Paso a paso, muy lentamente, estábamos ya al lado del altar casi sin darnos cuenta cuando…
-Tú-tutururú, titi, turitutitu, panananaw, tú-tutururú, titi, turitutitu, panananaw….
El sonido provenía de mi bolsillo y se expandía por todo el templo. Era Brunny otra vez, no me había acordado de silencia el móvil y me estaba llamando.
Mi madre me regaló una mirada asesina y el Padre Cavan me señaló:
-¿Eso es Heavy Metal?
-Los Maiden…-contesté apurada
-Eso es música satánica, fuera de la iglesia-gritó señalando la puerta como si fuera un rey omnipotente.
Me dispuse a salir corriendo cuando Cavan me cogió del hombro. Estuve apunto de proferir uno de mis gritos de Diva de la Hammer, pero la que me podía caer luego en casa si lo hacía…. De hecho ya iba a caerme una gorda a manos de mi madre por el incidente del móvil.
-Grábame el disco y déjalo en el buzón de la parroquia cuando puedas, gracias –me dijo el Padre Cavan por lo bajini.
Y entonces sí, salí corriendo.
-Me has pillado en misa, lo siento.
-¿Qué? Te has fumado otro porro sin mi ¿no?
-No joder, no estoy flipando. ¿O tal vez si? Mira tía, no sé que pasa pero me ocurren cosas muy, muy, muy extrañas incluso para ser yo. Puede ser que sea por el porro, la menstruación, no lo sé, la cosa es qué…
-Bien, cállate. Lo mío es mucho peor. Mis compañeros de piso, alguno de ellos, no preguntes quién que no lo sé, ha comprado ambientador de pino del Lidl y no he podido dormir en toda la noche.
-¿Por el olor?
-No tía, no. Me ha salido una especie de urticaria en la puta cara.
-Mierda, la pintura de la pancarta, es verdad ¿Cómo estas?
-Jodida, te lo acabo de decir: UR-TI-CA-RIA
Mientras Brunny me explicaba lo de sus picores y granitos, fui caminando por la Plaça de les Missions y calles colindantes. Brunny ya había cambiado de tema al otro lado del teléfono y me preguntaba que si había algún plan por la tarde.
Me quedé callada pero no pensando: aquello había llegado a un punto surrealista y lo que estaba viendo con mis ojos era una alucinación en toda regla, seguramente causada por los estupefacientes.
-¿Foxy, are you there?
-Sí… esta tarde el plan es ir a ver a Juanma y que me explique que dojones me ha vendido para fumar. Vente a mi casa cuanto antes.

domingo, 17 de febrero de 2008

CAPÍTULO 10 de la 1ª temporada

Después de mi flipada sobre la marihuana y de andar media hora a ciegas buscando alguien que quisiera hacer una ensalada de hierba y costo, me rendí y volví al bar a buscar a Brunny.
Me la encontré allí donde la había dejado.
-¿Quieres seguir hablando con él?- le pregunté refiriéndome a Nok y sin que él nos oyera
-No, creo que por hoy ya está bien
-Oye, me lo tienes que contar todo ¿eh?- le seguí diciendo flojito y me dirigí al chico- Oye, Nok, lo siento, pero me la voy a llevar ¿vale?
-Vale, os veo otro día- nos dijo
Entonces vi que Brunny le daba al señor psicobilly de la perilla, un papelito a escondidas de mí.
Nada más salir del bar, me dispuse a interrogarla de manera apabullante, pero la tía me paró los pies haciendo un gesto de sellarse la boca con una cremallera. ¡Mi colega había estado ligando y no me lo contaba! Me dispuse a no rendirme hasta saber algo, aunque solo fuera un dato de nada. Saqué la piedra de costo y me puse a quemarla…
-No vas a comprarme con eso, Foxy- se percató
Yo pensé para mis adentros “¿Ah, no? Ya lo veremos putaza”, pero le respondí con el gesto de subir los hombros en plan “Pues vale”.
-Pero si podrías comprarme con una birra en cualquier otro lugar- sentenció
Fuimos entonces al Loch Ness, que es un pub musical que hay en la zona de Los Vinos Nuevos de Lleida, en el Carrer Sans i Ribes, bajando del Carrer Sant Martí.
Yo pedí un Martini con limonada y ella una birra y sentamos nuestros culos en una esquina del pub mientras la gente bailaba allí como en una lata de sardinas.
-Bueno, me lo cuentas o tengo que esperar mucho más…- me impacienté porque me estaba entrando la morriña de la fumada
-Pues la verdad que solo he estado haciéndome la interesante porque no llevo demasiado dinero…- bebió entonces un poco de la birra que me había cobrado mientras yo le echaba una mirada con cierto reproche. Luego, en plan disculpas, siguió – bueno, algo te cuento igual, tía, tranqui… Hemos estado hablando de tontadas todo el rato.
-¿Cómo de tontadas?
-Pues eso, tía, tontadas. Es que ha sido una conversación de lo más inocente, ni siquiera sé si ha notado que estaba intentando ligar: me ha contado cosas de conciertos, del ambiente de siniestrillos, cosas raras que le han pasado, historias del Iker y del Más Allá… Y yo le iba respondiendo con chorradas también, yo que sé, anécdotas que se me ocurrían con lo que me contaba… Vamos, ha sido como un intercambio de historias para no dormir… Solo que, claro, no he podido enterarme de casi nada de él… Al menos le he apuntado mi número de móvil, no me atrevo a llamarle yo. Si quiere algo, está bien así.
A veces mi amiga podía ser ese tipo de persona: “si me llama y quedamos, puta madre, si no, me haré la dura”. En el fondo se moría de ganas de que Nok la llamara, pero no me lo iba a decir ni a mí (además, ella ya sabía que yo lo sabía).
Después de tomarnos sendas bebidas, salimos del pub y fuimos a la Plaza Ricard Vinyes a hacernos el último porro del día. Estábamos allí, sentadas frente a La Festa… Habíamos estado allí hacía apenas dos días y parecía que había pasado una eternidad. Ya casi me había olvidado por completo del asunto de la pancarta, e incluso me había acostumbrado a la cara de Brunny con su Corpse Paint.
Mientras le daba las primeras caladas al canutillo, me puse a pensar en lo largo que había sido el día. Ese 15 de Febrero del 2003 no parecía que tuviera que llegar nunca a su fin. Entonces se nos acercó una figura misteriosa. Saqué el mechero para ofrecérselo, porque obviamente o quería fuego o pedía limosna o quería saber que hora era.
-Tatarará, tararatatatata…- empezó a cantar – Veo aquí a dos señoritas algo aburridas de la noche…
-No intente llevarnos al huerto señor, somos dos inocentes muchachitas…- digo Brunny socarrona.
Yo que iba un poco fumada, me quedé observando la situación como si estuviera dentro de una película. Pese a no distinguirle lo más mínimo en la oscuridad, me pareció que aquel hombre me era conocido o, como mínimo, me sonaba. Según se nos fue acercando pudimos vislumbrar quien era: Leslie Nielsen.
Sí, no creáis que era alguien con el mote de Leslie Nielsen o que se le pareciera. No, era el Leslie Nielsen auténtico, pero no era la primera vez que le veíamos en nuestras fumadas.
-¡Hombre Leslie! ¿Cómo lo llevas?- le saludé extendiéndole la mano para una apretón- ¿No ha venido hoy contigo Ben Stiller?
Brunny me miró como extrañada, pues ella había empezado a entablar una conversación con él pero no iba lo suficiente morada como para visualizarlo. Así pues, le dio unas cuantas caladas de las suyas al porro…
-Hey Leslie, que no te veía…. ¿Qué nos traes hoy?
-Libros mujercitas, libros…- digo sacándolos y extendiéndolos a mi lado en el banco donde estábamos sentadas. Extendió un montón de libros y me tendió uno para que le echara un vistazo.
- Luces en el parque… ¿De qué va? – pregunté intrigada.
-No lo sé, me lo dio un tipo que pasa a veces por aquí
-¿Me lo puedo llevar?
-Sí, te lo cambio por un beso en la mejilla
Entonces levante mi culo y le di un besito a Leslie Nielsen, que me dio de regalo: un VHS grabable que contenía la película de Re-Poseída [ver vídeo]. Le di las gracias. Brunny prefirió no coger nada aquella noche porque no le apetecía llevar nada en las manos.
De camino a mi casa me encontré al Ramón Borrás, el profesor de plástica del instituto. Era un hombre pequeñito, una mezcla entre Danny DeVito y Carlos Lasarte (el médico loco de Los Sin Nombre de Jaume Balagueró), un poquito más moreno que este último. El tío vestía un chándal rosa fucsia horrible y pareció no verme. Le seguí con la mirada por Paseig de Ronda y me pareció que se dirigía corriendo lo que sus cortas piernas le permitían, al Restaurante Chino Palacio Oriente que hay en la Calle Vallcalent. ¿Qué iría a hacer allí? De lejos pude observar que mucha más gente se acercaba hacía el mismo lugar.
Mi primera reacción fue la de acercarme yo también, pero la fumada y el cansancio no me lo permitían. Además, solo tenía ganas de llegar a mi casa, acostarme en mi cama y empezar a leer el librito que el señor Nielsen me había dado.
Cuando llegué, abrí la puerta con sumo cuidado, para que nadie se despertara. Mi casa olía a pino desde hacía una semana. Había estado buscando el aparatito del ambientador para cambiarlo por el de lavanda, que es un olor que me gusta mucho más, pero no había dado con el paradero del dichoso ambientador y, además, ya me estaba empezando a acostumbrar.
Entré en mi habitación, me puse el pijama y me metí en la cama con el libro entre mis manos. Abrazada a mi osito Pepo, me puse a leer ávidamente, pero no duró mucho la lectura, ya que me quedé sopa a la tercera línea.

domingo, 10 de febrero de 2008

CAPÍTULO 9 de la 1ª temproada

-Bueno, pues que se le va a hacer, que le den, la habrán recogido los servicios de limpieza de La Paeria- estaba harta de misterios y cosas raras- ¿Te parece si nos olvidamos de los incidentes de hoy y nos vamos a hacer un par de Sangres de Heavy al Trivial?
-Foxy, llevo la cara pintada como si de un Corpse Paint se tratara… no me pidas que me olvide los incidentes de hoy-se indignó
-Vale, pues no lo olvides, pero vamos a pasarlo bien- y diciendo eso, fuimos subiendo hasta la Plaza Cervantes para adentrarnos en el Casco Antiguo de Lleida.
La noche transcurrió tranquila. Al llegar al Trivial pudimos ver que había algunos siniestrillos con las caras pintadas. Así pues, Brunny no tendría que preocuparse por como llevaba el jeto, pues nadie la miraría de manera más extraña que a aquellos que estaban sentados en una de las mesas del piso de abajo.
Pese a conocer a más de la mitad de la gente que concurría el ambiente, no saludamos a nadie. Fuimos directamente a la barra sorteando a la gente que estaba motivadísima jugando al futbolín mientras otros miraban. Cuando por fin llegamos a nuestro destino (la barra del bar, of course), Brunny le pegó un pequeño codazo a alguien para hacerse sitio y pedir.
-Hombre, otra vez vosotras…- nos dijo Nok mientras se giraba
-Perdón… -se disculpó Brunny con más timidez de la que podía albergar
-Mola tu Corpse Paint…- la animó el chico al verla un poco avergonzada
-Y bien… ¿Qué haces aquí?- me pusé en plan Mata Hari
-Pues estaba esperando a una persona…
-Ah, bien, pues te dejamos esperando Nok- corté por lo sano- Era Nok ¿no?
Afirmó con la cabeza y aproveché que se había girado hacía nosotras para meterme en un huequito que quedaba libre y pedir:
-Ei, dos Sangres de Heavy por aquí
Cuando por fin me las sirvieron (que tardaron lo suyo porque el antro estaba repleto), subimos a la parte de arriba del Trivial. La parte superior del bar, forma como una terracita desde la que podíamos tener controlada a la multitud y ese era mi modo de indagar sobre las amistades y relaciones personales de la gente del lugar. Podías ver como aquella pareja se morreaba en un rincón sin perder de vista al otro de las rastas o al heavy que se pasaba la noche cantando en el último taburete de la barra.
Cogimos uno de los mejores sitios y nos apalancamos para sorber el líquido que colmaba nuestras jarras. No saqué la piedra de costo, pero empecé a pedirle papel a Brunny del que había gorroneado esa tarde en la manifestación. La llamé varias veces e incluso le pasé la mano por delante de la cara, pero la tia parecía absorta en algo.
Imaginé que estaría mirando a alguien o divagando mentalmente sobre alguna cosa poco trascendente que para ella tenía mucho significado. Seguí bebiendo de mi jarra y dejé pasar un rato.
Al poco abrió la boca como para decir algo. Yo ya me olía una declaración de sentimientos por su parte pero, la muy perra, no soltó ni una sola palabra sobre lo que estaba pensando. Se quedó, sin más, mirando al infinito y me dijo:
-Hazte un porro ¿no?
Saqué el material de mis bolsillos y me dispuse a liarme un canutillo. En la zona de Los Vinos de Lleida, se puede fumar porros en casi todos los garitos. Bueno, al menos, antes se podía. Quemé el costo, hice una boquilla con el extremo de un cigarro y saqué el resto de tabaco del cilindro nicotinado. Le pedí a Brunny otra vez, que sacara uno de los papeles para liar. Terminé de aliñar el acto prensándolo bien todo y lo encendí. Recordé el sabor de la marihuana, mucho mejor que el del costo, pero que no podía conseguirse con la misma facilidad. Eché de menos las bolsas de hierba que acostumbraba a tener antes de reserva en el cajón de mi escritorio. Le pasé el porro a amiga, que después de darle unos cuantos tiros, me lo devolvió.
Entonces, pareció henchirse de valor, desabrochó un poco la cremallera de su chaqueta y terminó su jarra. Después de esto, se levanto de la mesa bajo mi mirada perpleja, me dijo “ahora vuelvo” y se marchó.
Al principio creí que habría ido a mear, ya que se había terminado la Sangre de Heavy en prácticamente cuatro sorbos, pero a la que llevaba un cuarto de hora esperándola, me asomé por el balconcito que me mostraba la flora y la fauna del Trivial. La divisé entonces sentada en el taburete que había contiguo al de Nok y les vi hablando. Pensé que tal vez el porro la hubiera ayudado a nutrirse del valor necesario como para entrarle a aquel chico que, obviamente, le gustaba.
El plan era entonces dejar disfrutar a Brunny de su nuevo amigo mientras yo recordaba el sabor de la marihuana teniendo en el bolsillo una piedra de costo. Era inútil quedarse allí sentada mirando al personal: había terminado mi jarra y me moría por una calada de hierba. Con estas conclusiones, no pude hacer otra cosa que levantarme y salir del Trivial diciéndole a mi amiga, que si me necesitaba, que me llamara.
Al salir a la calle, noté el viento en mi cara y como una heroína de cuento, me alisté en las cruzadas por la búsqueda de la Santa Hierba.

domingo, 3 de febrero de 2008

CAPÍTULO 8 de la 1ª temporada

Estando ya en casa de Brunny de nuevo, le expliqué para evadirla, el asunto del hindú Golemar.
-Tía, ese porro de costo te ha afectado la parte más sensible del cerebro… ya no recibes bien- y me tocó la frente preocupada
-A ver, aquí nada es muy normal. Fíjate, analízalo, mírate la puta cara…-le reproché señalándola
-Vale, tienes razón, una puta pancarta me ha atacado y eso no tiene ningún sentido aunque, tal vez… fuera el viento…
Al plantearme esta opción, pensé en como se me había ido la olla después del canuto y decidí, que tal vez Brunny tenía razón. Pero me reafirme: tenía suficiente fe en mí como para demostrar lo que había visto, oído y vivido.
-Muy bien, entonces ve al baño y lávate la cara como si nada- la reté
-No, creo que no…- y miró hacía el suelo- tía, es mi cara, mejor que no me la toque por si acaso… entiéndelo
Yo sabía que con aquella respuesta, tenía su aprobación sobre el tema de que las cosas que estaban pasando alrededor nuestro parecían tan irreales que había que estar alerta. Cogí un papel y un boli Bic y apunté: Kiefer lufter frischungs mittel da kairu konie pau, raska taplam tari tomino tarisú, son patum tari comopelo tarifenco salim arrasca ayahuasca, ringa tupé tupadreschenoa taringo kilé.
Eran las palabras que me había dicho el hindú y que en aquel momento se me presentaron como una revelación. Mientras Brunny se hurgaba los oídos con un Titti-lei y buscaba alguna película de Takashi Miike para el momento, yo iba pensando en las cosas que habían pasado en las últimas 48 horas: Houdini el de La Festa, la abuela Eutanasia y su profecía, la puerta misteriosa de Teixits Alzamora, la pancarta pacifista boxeadora, Golemar…
-¿Te parece bien Zeburaaman?- me preguntó
-¿Te parece bien a ti que eres la que lleva la cara pintada cual oso panda, ver una peli japonesa que se llama Zebraman?
Estuvimos un rato riéndonos para no llorar sobre la desgracia de mi amiga. La verdad es que era una putada no poder hacer nada para solucionarlo. Al menos, no de momento.
Nos pusimos a ver Zebraman, pero yo no conseguía concentrarme, así que a mitad de la película, le dije a Brunny que me iba, que necesitaba descansar un poco y que, si le apetecía, ya quedaríamos por la noche para ir a Los Vinos.
Los Vinos es una zona de Lleida repleta de bares, antros y demás. Había locales de todo tipo: de sudamericanos, de árabes, de Latinos, de moteros, de heavis, de rockeros, de poperos, de pijos, de abuelos, etc. Nosotras solíamos quedar siempre en el Carrer Panera, donde estaban los antros más afines a nuestros gustos.
Así pues, cogí mis cosas y salí de la casa de Brunny acordando que nos veríamos luego en el Trivial. Cuando salí al exterior, pude ver la neblina y oler su horrible hedor a huevos podrido nuevamente. A pesar de eso, el panorama me regalaba un atardecer precioso, de tonos rosas, grises, rojos y anaranjados.
Me calcé el Discman y caminé hasta mi casa, que a aquella hora y a solas, no se me presentaba muy cercana, y menos con aquel ambiente verdoso en el aire. Tomé la Calle Lluís Companys hasta la Plaza del Parchís y luego subí por Passeig de Ronda hasta la calle Joc de la Bola. Pese a ser sábado, no se veía a nadie por la calle. Miré mi reloj: bueno, era normal, era la hora de cenar.
Cuando llegué a mi casa, ya había oscurecido del todo. Estaba un poco preocupada y alterada por todo lo que había pasado durante la manifestación. Pensé que tal vez deberíamos ir a sacar los palos de la pancarta de la fuente de Plaza Catalunya, así que cogí el teléfono y llamé a Brunny.
-Tía, alguien tendría que sacar los palos de la fuente- le dije
-Pues no voy a ser yo, esa pancarta ya me ha atacado una vez y no me gustaría que se repitiera- se quejó
Terminamos la conversación acordando, que en lugar de quedar en el Trivial, quedaríamos en Rambla d’Aragó y ya sacaría yo los dichosos palos, aunque ella tendría que acompañarme, ya que tuve que admitir que a mi también me daba reparo.
Fui a la nevera dispuesta a hacerme con un quesito Kiri y un trozo de pan cuando oí a mi padre y a mi madre hablando muy flojito:
-Pues me parece que él se puso bastante histérico buscando gambas crudas por casa, aunque suene rarísimo…- susurraba mi madre
-Sí, pues luego ella se puso un chándal de su hija y se pasó media noche dando vueltas alrededor de la piscina corriendo…- contestó mi padre igual de flojito
Cuando se dieron cuenta de que les estaba escuchando desde la puerta del comedor, me miraron y se callaron mientras seguían viendo un documental que daban en la tele. Cómo tampoco tenía mucho interés y me pareció haber oído mal (¿gambas crudas? ¿media noche dando vueltas a la piscina?), seguí mi camino hasta la cocina, en concreto hacía la nevera.
Abrí la gran puerta blanca llena de imanes y, para mi decepción y desgracia, no encontré Kiri; así que pillé un Red Bull, me lo bebí de un trago y me fui a mi habitación a leer. Tenía entre manos la novela El Ocho de Catherine Neville y, aunque el libro me atraía muchísimo y por más que mi mente lo intentaba, no conseguía concentrarme.
En ese momento recibí un SMS de Brunny: “¿Kdamos antes? 11 n el Rcto”. El Recto no se refería al esfínter ni a nada asociativo con la escatología, sino al Rectorat, el antiguo seminario de Lleida que se había convertido en un edificio de la Universitat de Lleida. Habíamos quedado allí porque también estaba en Rambla d’Aragó.
Antes de salir de mi casa, cambié el cd del Discman y me endosé el The Wall de Pink Floyd, el segundo disco para ser más exacta. Fui bajando hasta donde habíamos quedado mientras cantaba entre dientes las canciones que iban sonando, de forma ordenada (odio el modo aleatorio que la gente se pone en iPod’s, MP3’s y etc.).
Cuando llegué encontré a una Brunny lívida, con la pintura todavía en la cara y que me miraba como diciéndome “Date prisa” en lugar de acercarse hacia mi (es bastante perra, a veces). Por fin llegué a su altura tras haber pasado dos minutos y medio bajo sus ojos perplejos.
-¿Qué pasa? ¿Te ha subido tarde el porro?- me mofé
-La-pancarta-no-esta…