lunes, 19 de mayo de 2008

MAX - Capítulo 10

Nos sentamos a degustar el desayuno los tres juntos. Tenía una sensación extraña en el cuerpo, como si al saber que el tipo que me gustaba era un licántropo se hubieran desvanecido todas las esperanzas sexuales y hormonales que esperaba satisfacer con él.

En un solo instante Max había dejado de ser atractivo para mi, para convertirse en una criatura a la que tenía que ayudar.

-¿Lo saben tus padres?-pregunté

-Sí... por eso, cada vez que hay luna llena, se largan

-Y.. ¿qué piensas hacer?- se aventuró el Máster

-Pues... lo mismo de siempre: comerme conejos y ratas varias y seguir con mi vida

-No puedes quedarte en Lleida

Aquella última frase me salió del fondo de las entrañas. La amenaza de un hombre-lobo en mi ciudad me parecía demasiado sacrificio.

-Pues tendremos que buscarle un sitio...- propuso mi amigo.

Max nos miraba atónito, como si no pudiera creer lo que estábamos diciendo. Intento articular palabras, pero de su boca solo surgieron balbuceos.

-Yo puedo vivir donde quiera y como quiera...

-Lo dudo mucho compañero. Ser un licantropo no ayuda en el hecho de que puedas hacer una vida normal...- le aclaró el Máster

-Cállate, estoy pensando... ¿te acuerdas de La noche de Walpurgis?

-No tengo ni idea de lo que me hablas

-Sí hombre, esa película de serie B de León Klimovsky

Mis dos acompañantes me miraron en forma de interrogante. Luego se miraron entre ellos, como intentando escrutar el uno en el otro de que estaba hablando. En el cruce de miradas, se dieron cuenta de que ninguno de ellos tenia ni idea de la historia que estaba montándome en mi cabeza.

-Bueno, da igual. La cosa es que tal vez deberíamos contactar con un especialista en estos temas...

-¿Te refieres a un médico o algo por el estilo?- se incomodó Max

-No, me refiero a alguien que tenga una idea de qué poder hacer contigo para que vivas de forma pacífica y honrada en algún lugar dónde no hagas daño a nadie

-Intento no hacer eso... pero no soy consciente de ello cuando adopto mi forma de hombre-lobo

-Lo sé, por eso necesitas un guía... Y he pensado en mi amigo Jacinto Molina

Sin mediar más palabras, cogí mi móvil y busqué el nombre de Paul Naschy en la agenda

-Hola bonita... ¡que grata sorpresa tu llamada!- recibió Naschy al otro lado del teléfono

-Hola señor Jacinto... verá, tengo un pequeño problema con un licántropo y como bien sabrá usted, no es algo que se pueda comentar con cualquiera.

-Tráemelo... veremos que podemos hacer...

-Muchas gracias señor Naschy... No sabe el peso que me quita de encima haciendome saber que va a encargarse del nuevo Waldemar Daninsky. Le tendrá usted en Madrid este mismo fin de semana, se lo prometo

-Gracias a ti... tengo entre manos un nuevo proyecto cinematografico que tiene que ver con el personaje. Me será muy útil... Por cierto... ¿sigues escribiendo?

-Siempre que puedo. Ya le llamo para ultimar detalles.

En el tiempo que había invertido en mi llamada, Max había tenido tiempo de vestirse e intentaba escapar, pero mi Máster también se percato de ello y ya le estaba acorralando para poder reducirle.

-Tengo que ir a Madrid a hacer una visita editorial con un dibujante... podría acompañarme este lobezno...

-Claro... confío en que se portará bien.

Max, los ojos coléricos, me escupía odio a través de su mirada mientras apretaba más y más los dientes sobre el calcetín sudado que tenía como mordaza.

A lo largo de la semana, me dediqué a redactar una carta para los padre de Max, para que no le echaran en falta. En ella les explicaba como habían acontecido las cosas y, que había puesto a su hijo en manos de un especialista que se encargaría de ayudarle en su búsqueda espiritual del yo, el hombre y el lobo. Naschy me había dicho que podía recibir todas las visitas que quisiera y también les informé de eso.

No obtuve respuesta, con la cual cosa pensé que seguramente les había quitado un gran peso de encima y que tal vez ahora empezarían a respirar tranquilos en sus patéticas vidas.

El viernes por la tarde me sentía muy sola.

Caía una fina llovizna sobre la ciudad. Llovía igual en toda la comarca. Me dio rabia no haberle pedido a John su teléfono para poder llamarle en momento como aquél, en los que necesitaba alguna compañía semi-desconocida, semi-fraternal.

Después de pensarlo hasta grabar mi silueta en la pared de mi habitación, cogí las botas de agua y un chubasquero cutre que guardaba de cuando había ido a Port-Aventura con mis padres, y salí de casa.

Me dirigí al lugar donde había pasado la noche hacía una escasa semana. No recordaba el timbre, así que decidí picar a todos para que algún vecino me abriera por el interfono y así poder mirar en los buzones.

Pero en los buzones tampoco había rastro alguno de John. Me daba rabia no poder recordar aquello detalles de la noche que había pasado allí. Resignada me senté en la escalera y empecé a creer que todo había sido un sueño, una artimaña, una maniobra mental mal hecha que había dado paso a una alucinación tan real que me la había acabado creyendo.

Después de que el culo se me quedará frío del mármol de los escales, decidí que esperaría a que mi Máster volviera para pedirle el teléfono de su amigo y agradecerle que me echara una mano durante mi borrachera.

El lunes, el Máster ya estaba en Lleida y, después de que yo saliera del instituto, le invité a merendar a mi casa.

Me dijo que a Max le había encantado la residencia de Jacinto Molina y que habían hecho muy buenas migas. Luego me habló de su entrevista editorial con un chaval que prometía ser el nuevo Esteban Maroto del arte pictórico y gráfico. Y tras esto estuvimos hablando de tonterías típicas entre amigos.

Cuando me despedía de él en mi portal, me di cuenta de que no le había llegado a preguntar por su amigo John.

-Oye Máster, me darías el teléfono de John... para agradecerle que se quedara conmigo el viernes.—

-John ya no esta en Lleida- dijo sentenciando – Se ha ido y no creo que vuelva en mucho tiempo.

Cerré la puerta dejando a mi amigo tras ella. Con las manos en la cara, me apoyé en la pared y me dejé resbalar hasta el suelo...Y se me escapó una lágrima, y luego otra y otra, y lloré. Porque las heroínas también lloran.

FIN

jueves, 15 de mayo de 2008

MAX - Capitulo 9

El martes llamó Pablo. Yo no había ido al colegio desde el dia anterior, así que me esperaba algún tipo de interrogatorio

-¿Si?

-¿Tú eres tonta o algo por el estilo? Me tenías preocupadísimo, tanto que he llamado a tu Máster

-¿Al Máster? ¿Por qué?

-No dabas señales de vida- recordé que había dejado el móvil sin batería y apagado

-Bueno, pues no he ido a clase porque no me encontraba muy bien..

-No me cambies de tema...- Pablo cambió el tono de voz – He hablado con el Máster y me ha dicho lo de la camisa...

-Joder tío, no me tengas en cuenta que no te lo contara, no me pareció un detalle interesante – repliqué.

-Pues mira por donde a mi y a tu querido mentor, sí nos ha parecido un detalle interesante... Más que nada porque justo el jueves, vi en el Springfield de la calle mayor a tu querido Max...

-Ja, sabía que comprabas en el Springfield – quise romper el hielo

-La cosa es que se estaba comprando una camisa de leñador que tanto te gustan, una roja, casualmente... – Pablo le añadía el toque de misterio al asunto de la camisa - ¿quería alternarla con la otra que ya tenía para llevar una los días pares y otra los impares? Creo que no

-Vale, cariño, deja de tirar mierda sobre Max. Tal vez perdiera la camisa, o se la robaran, y quería quedar bien conmigo...

-Ocultándote la verdad... – volvió a su tono de marujeo – No te conviene.

-Deja que eso lo decida yo- dije colgándole repentinamnte.

Volvió a llamar pero no se lo cogí.

Puse el móvil a recargar y lo encendí.

Tenía muchísimas llamadas de mi Máster, así como de Pablo. ¿Había pasado algo? ¿Habría averiguado alguna cosa? Para asegurarme de que todo estaba en orden, cogí el teléfono y me dispuse a llamarle cuando llamaron a mi puerta.

Seguramente sería algún pedido de mi madre y abrí sin más.

En el marco de la puerta me encontré con un Máster sucio, jadeante y lleno de magulladuras.

-¿Qué te ha pasado? ¿Dónde te has metido?

-Jugando a la caza del lobo. Esta en mi casa, puedes ir a verlo...

-¿Qué?

-Sí, lo que oyes, tu amiguito es un licántropo.

-¿Cómo?

-Oye, aquí la que ha visto la peli de Lon Chaney eres tu

-Sí, pero quiero decir... que me expliques la historia joder, no hagas como si yo ya lo supiera todo...

-Has estado bebiendo ¿eh? Te lo noto...

-El fin de semana, no me seas payaso. Ya no tengo casi resaca ¿Y bien?

-Investigué... Descubrí que sus padres se iban de la ciudad unos días al mes, cada mes, y que deduje que lo hacían por las fases lunares. Me dirás que no te olías que el guaperas es un hombre-lobo.

-Pues un poco, pero... no quería confundir películas y realidad.

-Pues lo haces continuamente en tu blog

-¿Perdón?

-Nada, olvídalo. Sigo: estuve observando a Max de cerca. Controlando sus entradas y salidas de casa. No tenía mucho tiempo, habías quedado con él el viernes, así que si quería salvarte el culo como muchas otras veces, no tenía tiempo que perder.

-No te flipes Máster....

-Entonces pensé que si era un hombre lobo y ese viernes había luna llena, ibas a acabar entre las fauces de un poco licántropo. Así que cogí un pito de estos de ultrasonidos que usan para adiestrar a los perros y me dispuse a vigilar la casa por si ocurría algo

-¿Me espiabas?

-A ti no, a él... creída – me reprochó- Entonces os vi salir de la casa. Os seguí hasta la zona de Los Vinos. Tu ibas muy bebida y ni siquiera te diste cuenta de que yo estaba allí. Bueno, que tambien puedo ganar puntos de sigilo con un par de tiradas...

-No nos dispersemos. Estábamos en Los Vinos...

-Sí, pues eso, vi que él quería sacarte del Trivial, seguramente con la promesa de llevarte a la Seu Vella y hacerte pedazos con sus colmillos. Le pedí a un buen amigo, a John, que te echara un ojo.

-¿Qué? ¿Le conoces? ¿Lo hizo porque se lo dijiste tu?

-Él esta al corriente de todas mis investigaciones y pesquisas. El como tu, es mi brazo derecho....

-No me lo puedo creer... en fin, y ¿qué pasó con Max?

-Pues que le atraje con mi pito...

-¿Qué dices pervertido?

-Con el pito para perros que había comprado. El chico siguió el sonido mientras sus orejas empezaban a crecer y le salía pelo por todo su cuerpo.

-¿Qué dices? ¿Viste la transformación?

-Y la sufrí: tenía que haberle atacado aprovechando su forma humana... pero no me di la prisa suficiente, y aquí me tienes, en tu casa pija con estas pintas de después de una ardua batalla.

Le di al Máster un par de toallas y le dije que podía ducharse y cambiarse si quería. Accepto y decidimos que después de que se aseara iríamos a su casa a ver a Max, ya que lo había dejado allí encerrado.

Llamé a Pablo, que también era un implicado, pero declinó la invitación alegando mucho cansancio.

El Máster vivía en el Clot de les Granotes. Cuando llegamos todo estaba tranquilo. Abrimos la puerta de casa esperando que “algo” nos atacara o nos saltara encima, pero todo era luz y limpieza.

-Oye, mi piso nunca ha estado así de limpio.

Al final del pasillo vimos a Max con el albornoz del Máster calzado.

-Hola... me he permitido el lujo de vestirme un poco, liampiar y preparar la comida, aunque ya es un poco tarde para comer...

Yo y el Máster nos quedamos mirándonos con cara de asombro durante un buen rato. Vale, era de día, esperábamos que Max tuviera forma humana ya, pero no que hiciera maravillas culinarias y de limpieza en el piso de mi amigo.

-Es así como enmiendo el desastre en que ha quedado convertida la habitación de la plancha... – dijo mirando al Máster, a quien le cambió la cara de color.

-¿Qué has hecho?

-He respetado los libros, pero he jodido un poco la pintura de las paredes... me pongo muy nervioso cuando me convierto en lobo.

Pude ver que el gesto de mi amigo se aliviaba al oír eso de “he respetado los libros”.

miércoles, 7 de mayo de 2008

MAX - Capítulo 8

Después de vomitar justo en el portal de John, subimos a su casa. Me dijo que no me preocupara por nada, me lavó un poco el pelo y la cara y, me prestó una camiseta suya para que me cambiara.
Ante tantas atenciones, rompí a llorar de ternura en el sofá de su salita de estar.
-Soy una miserable… no merezco que me trates tan bien
-No, simplemente eres joven… -me calmó- yo también hacia esas cosas a tu edad
-Ni que fueras mucho mayor que yo - seguí sollozando.
Después de que el muchacho tuviera en el portal de su edificio mi cena entera, ya se había creado un vínculo de confidencia o complicidad entre nosotros. Con este ambiente me sentí con ganas de explicarle mis suposiciones acerca de Max, mi actual ligue fallido. No tenía más que ilusiones frustradas e idilios truncados. Y además de eso, parecía que todos mis amigos se habían puesto en contra de mi aventura sentimental con Max. Pablo decía que no era trigo limpio; Roselyn, que no merecía la pena a pesar de ser un sex simbol; el Máster opinaba que era una perdida de tiempo. Solamente yo parecía apoyar a Max… Esta situación desesperada requería medidas desesperadas como contarle a alguien que apenas me conocía, todo lo que llevaba días tragándome.
-Lo que yo haría en tu lugar es buscar a ese tal Max y decirle claramente que quieres deshacerte de tu virgo.
-¿Qué te hace pensar que soy virgen?- me ruboricé
-Nada, déjalo… no es preciso que lo discutamos ahora… relájate y descansa un poco. Luego te acompañaré a tu casa.
Y sorprendentemente no insistí más. Yo, que nunca me quedaba con ninguna duda, apoyé la cabeza sobre el reposa brazos del sofá y fui apalancándome paulatinamente. No quería irme a mi casa. En aquel sofá, con aquella luz tenue anaranjada de la salita de John, me sentía tan a gusto y tan protegida, que último que deseaba era irme a mi casa.
No le dije al chico que pensaba quedarme por no mostrar de lleno todo mi morro al hacerlo, pero lo di por su puesto, y él parecía darlo también.
-Voy a contarte una historia, como a los niños pequeños…
-Aham…-asentí en duermevela
- Erase una vez una niña que llevaba su cesta llena de sentimientos, amor e inocencia. Se paseaba por el bosque para derramar parte de esa energía positiva por donde quiera que pasara…
-¿No es un poco la Caperucita Roja en rollo existencialista?
-Sí. ¿Me dejas seguir?
-Sí, perdona- dije volviendo a colocarme en el reposabrazos.

-La niña no sé dirigía a ningún lugar en concreto, pero pretendía cruzar un bosque y dejarlo impregnado de su esencia. Iba cantando alegres canciones que empezaban como un “hola” y terminaban como un “adiós” cuando, un ser que parecía un galán se cruzó en su camino.
-¿A dónde vas querida niña?- dijo con su voz de Humprey Bogart
Aquello me hizo sonreír. Imaginé a Bogart en blanco y negro, con su mítico cigarrillo y su cáncer de pulmón hablando con una inocente niña. Dejando volar mis pensamientos me perdí parte de la historia.
-Dame la mitad de lo que llevas en tu cesta y te mostraré el bosque en todo su esplendor para que puedas repartir tus sentimientos a lo largo y ancho de la espesa arboleda.
La niña accedió y después de seguir al galán durante un rato, se dio cuenta de que seguía los pasos inexistentes de una visión que se había desvanecido.
La pobre muchachita se vio así perdida entre matorrales y ramas que hacían el paisaje cada vez más hostil. Ella, que pretendía repartir su amor y su inocencia por aquellos lares, se encontraba desamparada con el contenido de su cesta lo suficiente menguado como para no tener valor para hacer otra cosa que esperar.
Sollozó, lloró y gritó, sorbiéndose los mocos como solo los niños saben hacer. Alguien debió oírla, pues el agricultor de unas tierras cercanas al lugar donde se hallaba la muchacha, se acercó para ver que sucedía.
-¿Estas bien?-preguntó el humilde hombre.
-No… un señor acaba de robar la mitad del contenido de mi cesta, estoy perdida y muy lejos de mi casa y ya no sé que hago aquí.
-Tranquila pequeña, yo te ayudaré. Aquí donde me ves soy el príncipe azul y acudo siempre a las llamadas de las damas en apuros como tú.
-¿De veras me ayudará?- se sorprendió la niña.
Debía fiarse de él si quería salir de allí, no le quedaba otra. Este príncipe azul no era apuesto ni galán ni caballeroso como el otro hombre que ni siquiera le había dicho su nombre. Además, su nuevo compañero no le había pedido nada a cambio de su ayuda, así que la muchacha no tenía mucho que perder… excepto la vida.
“No te fíes, no te fíes” decía una voz en el interior de la niña que paso a paso se sentía más asustada. El hombre caminaba tranquilo frente a ella abriéndole el camino y mostrándole los claros de luz que quedaba entre los arboles para que el temor de la muchacha menguara.
Paso a paso y casi sin darse cuenta, la ropa de la niña se le había quedado pequeña y los zapatos, ya casi rotos de tanto caminar, le apretaban en las puntas de los pies. Estaba creciendo a un ritmo vertiginoso.
Cansada, decidió proponerle al príncipe azul un alto en el camino. Estaba oscureciendo y el bosque parecía no tener fin.
-John, el cuento empieza a darme miedo… Además, no me gustaría en absoluto que el príncipe azul fuera un pederasta…
-¿Siempre eres tan impaciente con todo? Espera al final de la historia
-De acuerdo…- me resigné. La situación era agradable y el chico con el que estaba recitaba de una manera tan especial que, realmente, me sentía una niña escuchando un cuento.
-A ver, por dónde iba… Ah sí.

Estaban el príncipe azul y la chica, pues ya había dejado de ser una niña, sentados en un claro cuando oyeron ruidos extraños y sintieron una presencia cercana. El príncipe se levantó para proteger a nuestra protagonista de cualquier mal.
Entonces, un lobo enorme saltó sobre el hombre y ambos se enzarzaron en una cruenta batalla a vida o muerte.

John se quedó callado.
-No quiero interrumpirte, pero… ¿qué pasó?
-El príncipe azul murió
-No, eso no puede pasar
-Vamos Ele, ya no eres una niña ¿no?
Bajé la mirada. ¿Lo era? Tal vez sí. Me perdí en mis pensamientos sobre las metáforas de la historia.
-¿No quiere saber la niña lo que le pasó al lobo y a la muchacha de la cesta?
-¿Te ríes de mi?- estaba empezando a cabrearme.
-Sólo un poco. Creo que después de que me hayas decorado el portal con tu cena estoy en mi derecho. En fin, lo que pasó fue lo siguiente.

El lobo se convirtió de nuevo en el galán que había seducido en primer lugar a la niña con la promesa de ayudarla a cruzar y conocer el bosque. Entonces, en un último aliente de vida, el príncipe azul se levantó y le rompió el cuello, para caer luego muerto junto al cadáver de su enemigo. La chica, que ya no era una niña, se quedó atónita mirando la escena mientras su cesta se llenaba y se llenaba de todo el sentimiento y el amor que llevaba en un principio, aunque faltaba la inocencia, que ya nunca recuperaría.
¿Te preguntarás porque volvió a llenarse la cesta de esa forma tan mágica? Pues bien, el sacrificio que el desconocido príncipe azul había hecho por la chica, volvió a henchirla de fe en ella misma y por lo tanto también, le devolvió sus sentimientos y su amor.

Yo ya me hacía la dormida. No quería que después de terminar el cuento, se acabará también mi estancia en casa de John.
Oí como él se levantaba de su sillón y se iba a la habitación. Volvió con una manta y me arropó. Me pareció sentir que me miraba con cierta ternura paternal, pero como tenía los ojos cerrados y, la verdad, ni me apetecía ni me atrevía a abrirlos, no lo pude comprobar.

MAX - Capítulo 7

Había perdido a Max de vista y había bebido bastante. Mi nivel de simpatía se veía incrementado gracias a mi porcentaje de alcohol en sangre. En ese estado me dedique a preguntarles a conocidos y desconocidos si habían visto a Max.
-Oye tu, ¿has visto a Max?- le decía a espaldas fornidas y torsos musculosos que respondían con miradas hostiles.
Salí del bar. Buff, el aire estaba devolviéndome un poco a mi estado natural.
-Ei ¿has visto a Max?
-¿Quién es Max?
-El tío con el que he ido a cenar… ah, claro, tu no sabes nada…
Ni siquiera le había mirado, pero su voz me sonaba
-Ah, tu eres el chico aquel… el amigo de los niños y de las niñas
-Tía ¿qué dices?
Era John, el chaval freaky que había visto en el Trivial aquel viernes en que Veruka truncó mis planes de ligarme a Max
-Veras… intentaré explicártelo
John siguió caminando a mi lado mientras yo farfullaba palabras de las cuales él no entendía un carajo. A veces, cuando bebo, me da por hablar raro, y en aquel momento creo que no se me entendía en absoluto. Tenía la boca tan seca que me parecía estar mascando mi propia saliva.
-Max mola, pero me temo que es un guaperas hijo de perra como todos ¿sabes?
Y al decir esto di un traspié que me hizo perder el equilibrio. Por suerte mi acompañante era rápido y pudo cogerme, aunque no a mi bolso. El chaval no carecía de reflejos, pero solo tenía dos brazos y yo peso lo suficiente para requerirlos ambos.
-Mmmhh…estas fuerte- dije atontada por la corta distancia a la que nos habíamos quedado.
Podía notar su nerviosismo por cada poro de su piel y, su respiración me daba justo en la frente. John olía bien.
Miró un momento hacía el suelo sin soltarme:
-Creo que voy a llamarte Ele
-¿Porqué?
-L es la inicial de Laura. Porque te llamas Laura ¿no?
-¿Quién te lo ha dicho?- me desaferré de sus manos, indignada
-Tu DNI… Se te acaban de caer todas las tarjetas de la cartera al suelo junto al bolso
Miré hacia abajo yo también. Acaba de hacer un ridículo espantoso y el chico tampoco merecía aquel trato. El tío guai con el que había quedado para cenar se había dado a la fuga sin dejar ni rastro. ¿Era ese su sistema de seducción?
De todas maneras yo no iba a quedarme sola como Veruka el día del ataque del perro, así que decidí quedarme con John e intentar convencerle de que me acompañara a casa de nuevo y ver si esta vez me llevaba un beso de buenas noches.
-¿Tienes un cigarrillo?-pregunté y seguidamente, le expliqué que se me habían acabado montándome una historia épica para no tener que confesar que iba tan borracha que había perdido mi paquete.
-No, no fumo
-¿Y que clase de seductor estas hecho si no fumas?
-Jajaja, no pretendo seducir a nadie, la verdad…- mintió poniendo cara de interesante, que le quedó más bien payasa
Si el podía hacerse el interesante, yo también. Además, cuando bebo tiendo a ponerme chula y algo estúpida. No tengo muy buen beber, la verdad.
En estas circunstancias, me alejé de John y me dirigí a un grupo de hippies que pasaban por la calle. Me acerqué a uno de ellos que llevaba unas rastas monísimas y tocándole el brazo en plan “estoy super buena”, le pedí un cigarro.
Pude ver por el rabillo del ojo la cara de decepción del freaky que me había salvado de besar el suelo unos momentos antes. No fue pena lo que sentí, más bien arrepentimiento; así que le pedí al hippie un segundo cigarro y volví donde estaba John, que, curiosamente, había recogido mi bolso del suelo.
-Gracias… ¿fumas conmigo?- le pedí- me siento un poco mal si fumo sola…
-Claro, no me importa, no me voy a poner a toser como un crio con su primer cigarro.
Entonces nos sentamos en un portal y encendimos sendos filtros de nicotina.
John fumando parecía mucho más interesante de lo que ya era.
-Deberías fumar más a menudo… pillarías más- sugerí
-¿Y quién te dice a ti que no pillo?
Entonces, como una vorágine visual, el mundo empezó a rodar bajó mis pies. Me estaba mareando y tenía unas ganas horribles de vomitar. El chico debió notarlo y me preguntó si me encontraba bien. Me estaba dando el bajón etílico, allí en medio de la calle y, aunque no era la primera vez que arrojaba en la vía pública, me daba un poco de corte hacerlo delante de aquel semi-desconocido.
-Oye, vivo cerca de aquí… ¿quieres subir y tomar algo con azúcar?- propuso.
Eran pasadas las tres de la madrugada y estábamos un poco lejos de las zonas de bares que aún quedaban abiertas, así que asentí con la cabeza pese a que sabía que no iba a poder estar mucho rato sin echar la papilla.

MAX - Capítulo 6

Lo siento mis queridos lectores y lectrices, pero la tía weird y creepy que soy, se ha pasado unos días haciendo de su vida algo más complicado de lo que debería ser y no se ha podido poner a actualizar esto. No temáis, la espera merecerá la pena, muahahahaha.

Y al jueves, le sucedió el viernes. Y el viernes se abrió paso cual caballero en un poema épico en tiempos de la baja Edad Media.
No estuve mucho tiempo acicalandome y tampoc me puse unas mudas especiales que hubiera estado preparando y pensando a lo largo de la semana... pero allí estava yo en la calle Carmel Fenech, carpetita en mano y más divina que la Jolie.
Miré mi reloj. Eran las nueve de la noche, justo la hora que habíamos acordado. Me disponía a picar al timbre cuando me percaté de que la puerta estaba abierta. La casa estaba oscura y parecía que no había nadie. Andé unos pasos con la luz que me brindaban las farolas del exterior.
Ví una luz tenue que alumbraba lo que parecía un comedor lujosísimo. Estaba decorado con unos muebles de madera tallados al estilo barroco: una enorme mesa de la que provenía la luz se dejaba entrever por un margen de la puerta.
-¿Hola? - dije aún a sabiendas que no iba a haber respuesta.
Cojonudo, pensé. Me veía envuelta en una atmosfera de terror sin comerlo ni beberlo y miedo, no era precisamente lo que quería que me metiera Max.
Busqué un interruptor cerca para darle más luz a la escenografía. Cuando lo encontré, muy a pesar de los que queríais verme en una situación de canguelo fácil al más puro estilo americano de Viernes 13, la luz se encendió sin milagro alguno.
Había abandonado mis pensamientos del campamento de verano Crystal Lake para encontrarme en el recibidor de la casa de mi anfitrión. Entonces noté un bufido en la nuca, como si se tratara del aliento de un perro, caldeado, humedo...
Me dí la vuelta.
-Ah, veo que ya has llegado - Max estaba detrás de mi con una vela en cada mano
-¿Para qué son las velas?
-Para la cena
Seguí sus pasos hacía el comedor. La mesa barroca estaba decorada con un elenco de cosas apetitosas para comer. El chico se había trabajado unos nachos con guacamole y nata ácida, un platazo de patatas fritas con trocitos de beicon y aliñadas con queso cheddar desecho por encima, palitos de pan, platos con Matutano Jamón Jamón, Cheetos, ganchitos, palomitas...
¡Aquello era una manjar!
Mire a Max, que me sonrió de aquella manera tan singular, como lobuna. Me dijo Bon apetite y nos pusimos a cenar todo aquello.
-¿Qué apuntes necesitas?
-Nena, dejémos los apuntes para otro día...
Aquello me pareció una idea sublime. No tenía ningunas ganas de ponerme a explicarle formulaciones de alcoholes, ácidos y bases, así que me dispuse a disfrutar de la cena sin mencionar más asuntos de las clases.
-¿Has estrenado ya la camisa que te regalé?
-No, todavía no...- respondió como nervioso y esquivando mi mirada.
Aquella no era una reacción natural. No sé como ni porque, pero el asunto de la camisa nunca lo había tenido muy claro. Había otra mucha gente que podía haber ido al Springfield y haber comprado una camisa igual. Aún así tenía que asegurarme...
-Oye, ¿porqué no te la pones cuando acabemos de cenar?
-Vale, había pensado que podríamos beber algo aquí en casa y...
-Bueno, el alcohol hará de la seducción algo más llevadero. Me gusta como piensas.
Terminamos de cenar sin terminarnos ninguno de aquellos platazos, a excepción de los nachos y las patatas con beicon y cheddar. Max me dió un vaso y abrió el mueble-bar.
¡Allí también había de todo!
-Bueno, mientras pienso que voy a servirme, ve a ponerte la camisa de leñador- dije como si acumulara toda la sabiduría del mundo.
Ví alejarse su cabellera rubia mientras subía por la escalera.
Los padres de Max tenían tequila, pero no lo suficiente bueno para mi paladar. Tanto es así que cojí la botella de Jose Cuervo y me llené el vaso hasta el segundo cubito para rellenar el resto con lima. Entonces él bajó.
-¿Contenta?
Llevaba la camisa puesta y se la estaba abrochando... Se me cayó el orgullo al suelo. Mis especulaciones habían sido completamente infundadas por la fantasía que marea mis neuronas constantemente. Todos los pensamientos de Max como posible licantropo o como ingrato se desvanecieron al primer pestañeo.
Me avergoncé de haber desconfiado de él y me puse a mirar la alfombra persa de su comedor. Todo era lujo y distinción de aquella casa.
Entonces se acercó hacia mi y me tomó de la barbilla subiendome la cara. Nuestros ojos se encontraron y las miradas siguieron las manos y más tarde cedieron los labios que sellaron las palabras que no hizo falta decir.
No pude recordar mucho más de aquella noche. Sé que bebimos mucho, que la camisa de leñador quedó apartada a un lado del sofà y que, más tarde decidimos salir e ir al Trivial a jugar a dardos.

MAX - Capítulo 5

Pasaban los dias y Max seguía sin dar señales de vida, hasta que el lunes siguiente apareció de nuevo en clase y se sentó a mi lado. Esperé un poco para empezar a hablarle, ya que estabas en clase de química y... no me estaba enterando de nada.
-Tío ¿qué pasó con Veruka?
-¿Qué pasa? ¿Es que te gusta esa chica?
-No, pero la atacó un perro... -expliqué aún a sabiendas que el debía de tener constancia del tema.
-Sí, últimamente me han preguntado bastante sobre el tema y, la verdad Laura, no creo que me incumba en absoluto
-¡Pero tu estabas con ella!- me sorprendí ante su postura de no querer involucrarse
-No, yo ya me había ido. Discutimos, y no te extrañe que sea una historia que se ha inventado ella para llamar mi atención
-Puede ser. Sí que era bastante inverosímil... sí - me quedé pensando y terminé por darle la razón
-Oye... estos días que he faltado... voy un poco perdido en clase... ¿Vendrías el viernes por la tarde a echarme una mano?
-Claro...
Era mi oportunidad... iba a liarme con el chaval más guapo del curso. A lo largo de la semana se sucedieron miraditas en clase, incluso una vez me pareció que me guiñaba el ojo.
Aquel chico me gustaba y mucho.
Había llamado a mis dos confidentes para contarselo:
-Roselyn, ¿te acuerdas de Max?
-¿El de la camiseta de Bob Esponja?
-Ex-camiseta de Bob Esponja. Yo le regalé una camisa a cuadros de leñador de esas que me molan tanto a mi...
Quise eludir el tema de que me la había encontrado y que la guardaba en mi casa.
-Pues... ¡este viernes me ha dicho que vaya a su casa!
-Vaya. que directo. ¿Qué vas a hacer?
-Pues ir, joder. Tengo que explicarle las cosas de clase, que el chico ha faltado unos días
Me sentí como una tonta mientras lo decía. Me veía carpetita en mano sacando los apuntes en casa de Max y explicandole penosamente los apuntes de química que ni yo misma entendía.
-Es un tío un poco tonto ¿no? Si le gustas, que te lo diga y ya esta. Pero que no te engatuse para que le hagas los deberes.
-Es mera cortesía... - me hice la dura - A mi tampoco me gusta él ¿eh?
-Ya...
Seguidamente, me dispuse a informar a mi Master. El maestro había sido mi mentor en la vida y en el juego y era, y sigue siendo, como un hermano para mi.
-¡Ojete! - era nuestro saludo inicial
-Ei, ¿que pasa? Hace días que no te pasas por casa a marearme los comics y las fichas del Cyberpunk 2020.
-He estado ocupada practicando mis dotes seductivas con alguien con quien quiero perder el virgo.
-Ponme al día.
En un tris le expliqué quién era Max, el chico que había llegado nuevo y tenía la caritas más dulce que había visto nunca. Le expliqué también el asunto de Veruka y lo de la camisa que había encontrado.
-Es todo muy sospechoso... investigaré el tema.
-Sí, eso es. Parece que se habla bastante con el Nikola... ¿Tienes partida pronto con él?
El Nikola era un chico de mi clase que había venido de Montenegro (antes Yugoslavia) y que iba a mi clase. El Master le conocía, porque el chico, nada más llegar a Lleida, sin hablar ni siquiera castellano, se apunto a sus partidas de rol.
Establecimos así las bases de la investigación sobre el asunto de Veruka.
El jueves llegué a clase. Estaba insoportable, ya que mis ganas de ir a casa de Max se habían incrementado a lo largo de la semana.Cuando llegué a clase ya estaba todo el mundo sentado en su mesa, así que oteé el horizonte de alumnos para ver quien tenía un sitio libre a su lado. Entonces ví que tanto Pablo como Max estaban solos. Opté por sentarme con Pablo para no decirle ninguna estupidez a Max de buena mañana.
-Joder tía, cada día llegas más tarde...- me inculpó mi amigo.
-No duermo bien. Ya lo sabes, toda la vida ha sido así...
Estuvimos un rato sin hablar hasta que decidí romper el hielo.
-¿Pasa algo?
-No sé, tú diras...
-Señorita Gonzalez y señor Noguera, les invito a que abandonen la clase si tienen que hablar- el Valeri nos dio un toque de atención.
Pablo y yo nos miramos a los ojos durante unos segundo y, dejando nuestras cosas en la mesa y ante la mirada perpleja de compañeros y profesor, nos levantamos y salimos de la clase.
-Nos va a caer una...
-Entonces.. ¿qué pasa Pablo?
-Me he enterado de que has quedado con el rubito este viernes... y no me has dicho nada del tema.
-Lo siento Pablo, se me ha pasado.
-No, no se te ha pasado. Nos vemos cada día en clase y hablamos durante horas...
Bajé la cabeza. Por algún motivo que hasta yo misma desconocía, le había estado ocultando el tema a mi mejor amigo.
-Ese tío no me da buena espina Laura.
-¿Por qué?
-Porqué se ha mostrado súper indiferente en lo que a su ex-novia representa
-No era su novia...
-Da igual. Ni siquiera ha ido a ver a Veruka. Ni la ha llamado ni nada...
Pablo siempre estaba al corriente de todo.
-Sí, quizás tengas razón. Por eso mismo voy a seguir con la pesquisa hasta el final. Ya sabes darling, a mí me puede la curiosidad.
-Pues espero que mientras juegas a ser Sherlock Holmes, sepas mantenerte a una distáncia prudencial del asunto.
Asentí y nos dimos un abrazo para dar por zanjado el mini-enfadito de Pablo.