viernes, 25 de julio de 2008

Summer Edition-CAPÍTULO 12

Al levantarme del taburete en el que me hallaba sentada, bebiendo desde hacía horas, el suelo empezó a zozobrar bajo mis pies.
Me mareé un poco, pero ahí estaba él, el galán de cine que en lugar de beber “Vodka con Martini, agitado pero no removido” pedía el cóctel más barato de la lista.
Pagué todas mis copas y la de John, confiando en que los número rojos desaparecieran de la tarjeta de crédito cuando el editor me ingresará el dinero pactado.
Empezamos a caminar por la calle. Una suave brisa soplaba entre los árboles de Paseo de Ronda y chocaba contra mi cara serenándome un poco.
-¿Me das la mano?- le dije a mi acompañante tímidamente.
-¿No te encuentras bien? ¿Te mareas?- me interrogó.
-No, es sólo que me apetece
John me cogió de la mano. Tenía un tacto suave, muy suave…tanto que parecía carecer de huellas dactilares. Disfruté del momento lo que mi borrachera me permitió.
Llegamos al portal de mi casa y abrí la puerta sin soltarle la mano, no fuera que se me escapara, otra vez. Le invité a entrar con gestos.
Me dí la vuelta para cerrar la puerta y las manos de John se posaron en mi cintura.
-Espera, déjame comprobar que no hay nadie en casa…- quise retrasar el momento, parar el tiempo.
El Ked’s, mi perro, sacó su cabecita por la puerta del comedor e hizo un ademán de ponerse a ladrar pero con una sola mirada de mi acompañante volvió a meterse en el comedor ipso facto. Mi hermana tampoco estaba en casa y mis padres seguían de viaje.
-¿Estamos solos?-preguntó.
Asentí con la cabeza y, miré hacía el suelo. El alcohol me había hecho menospreciar mi virginidad y en aquel momento no tenía otro deseo que perderla allí mismo.
John me cogió por la barbilla levantándome el rostro. Nos quedamos largo rato frente a frente y me perdí en la infinidad de su mirada. Entonces me besó. Fue uno de esos besos largos, de película, de los que ya no sé ven si no es en la gran pantalla y, de forma escasa. Fue un beso que, pensé, Tornatore podría haber incluido en su escena final de Cinema Paradiso.
Los besos y las caricias siguieron en el mismo recibidor. Sentí sus labios sobre mi cuello mientras sus manos se distraían por mi pelo y por mi espalda y, las mías bajo su camiseta.
Me apoyé en la pared, pues volvía a marearme de tener la boca pegada a otra y los ojos cerrados. Había perdido el mundo de vista y estaba en el lugar más hermoso del mundo, donde no existían el tiempo ni la prisa.
El sudor y las ansias se hicieron evidentes y, allí empezó a sobrar la ropa. Nos desplazamos hasta mi habitación entre besos y susurros.
John desabrochó mi camisa a toda prisa y empezó a besarme los pechos. Yo respiraba con dificultad y tenía una sensación extraña en el cuerpo, entre excitación y miedo.
Me veía torpe en aquella situación en la que era totalmente inexperta. Nunca había desnudado a nadie, y menos habiéndome bebido antes cinco cócteles. Le quité la camiseta a John y me senté sobre mi cama. Mi galán se aproximó lentamente y, ayudándome a recostarme, se puso sobre mí sin dejarse caer. Me rodeó con un brazo y noté que su mano intentaba hacer maniobras con el cierre de mi sostén. Intenté ayudarle, pero mi pelo se enredó en sus gafas y se le cayeron.
-Déjalas, le sugerí…
-No, sin ellas no veo nada y quiero grabar bien en mi mente este momento…
Aquella frase me llenó de ternura y de anhelos amorosos que no recordaba haber tenido nunca. Me hacía sentir especial.
Noté entonces que algo estaba siendo oprimido bajo los pantalones de John. Acaricié el bulto por encima de sus vaqueros poniéndole más nervioso todavía de lo que ya se estaba poniendo intentando descifrar como cojones de abría mi sujetador.
Cuando por fin lo consiguió y pudo sentirse orgulloso de si mismo, se dedicó a recorrer todo mi busto a base de besos. Yo le acariciaba la espalda que era suave como la seda, tan suave como había sido antes el tacto de su mano. Quería pedirle que apagáramos la luz para sentirme más cómoda, pero en mi cabeza latían las palabras “quiero grabar bien en mi mente este momento…” y no quise privarle de ello.
El resto de la ropa se vio desterrada al suelo de la habitación, quedando colgada de la silla o de alguna estantería. Aquello estaba apunto de caramelo y, lo que había visto en tantas películas estaba apunto de sucederme a mí
-Ve despacio, es la primera vez…
John puso cara de extrañado y creí que se iba a echar atrás.
-La primera vez en meses – intenté arreglar…
Me abrazó y siguió dándome besos sin dejar siquiera un capilar de piel por el que no pasaran sus labios.
Entonces sucedió. Recuerdo que me dolió un poco y no fue lo agradable que la gente decía que era. Noté mi entrepierna mojada y, el chico que tenía encima también lo notó. Sus ojos (gafas inclusive), se desviaron hacia la parte del bajo vientre y yo hice la mismo.
Había sangre, aunque no salía a borbotones. John se levantó y se apartó de mi asustado…
-¿Estas enferma? ¿Tienes algo contagioso? – me interrogó como si fuera un médico en apuros.
-¡No, claro que no!- me indigné.
-Estás sangrando… - y los ojos le brillaron, supuse, de terror.
Me avergoncé y cubrí mi cuerpo con las sábanas que había quedado desechas bajo nuestros cuerpos. Tuve ganas de echarme a llorar.
-Tengo que irme, lo siento. Deberíamos hacer como si esto no hubiera pasado nunca…- aclaró mientras se vestía.
-¡No! ¡Lárgate de esta casa! ¡Te odio! No quiero volver a verte nunca… - mentí a causa del orgullo que me quemaba las venas – Eres un monstruo.
Se fue y salió por la puerta dejando atrás un animal herido que llevaba mi piel. Me pareció oír que pedía perdón al otro lado de la pared del recibidor…

martes, 22 de julio de 2008

Summer Edition-CAPÍTULO 11

No pude seguir hablando con el master. ¡Aquella noticia ponía mi vida patas arriba!
La boda de un gran amigo como es el master para mí, no podía dejarme indiferente. El shock fue brutal… tanto que casi sentía la fe de la que me había estado hablando el señor Lucas.
Qué el master se casara me pareció en aquel momento el fin del mundo pues, su novia no vivía en Lleida y si contraían matrimonio, seguramente se fuera a vivir con ella. Significaba no tener cerca al colega que tantas manos me había echado en los momentos difíciles, hablar con el por teléfono en lugar de hacerlo compartiendo el momento, requería acostumbrarme a estar en segundo plano de preferencias…
Cogí el móvil con recelo y marqué su número de nuevo:
-Tio, lo siento, que antes se ha cortado…- mentí lo peor que pude
-Ya…- y él me captó, como de costumbre.
-Me alegro mucho por la noticia, supongo que terminarás por irte a vivir con tu pareja y todo eso…
-De hecho ya no estoy en Lleida -el mundo se derrumbó sin hacer ruido- No he querido hacer de mi marcha un drama, por eso he optado por no despedirme, sabes que no soy muy amigo de esos temas.
-Vale… bueno, pues eso, que me alegro por vosotros y que deseo que os vaya muy bien- dije al borde del llanto.
-¿Estás bien, fea?- preguntó
-Sí, tranquilo, no te preocupes, haz tu vida- contesté medio resoplando en forma de reproche.
-Cuídate.
-Sí, supongo que tendré que hacerlo ahora que tú no vas a estar.
-Nos oleremos pronto- prometió.
Sabía que el hecho de no tenerle para cuando le necesitara iba a darme bastante por el culo, así que decidí llevar mis pasos hasta el Blackberry.
El Blackberry es una coctelería bastante nueva en la calle Rovira Roure. El amo del establecimiento se había pasado algunos años de su vida haciendo cócteles en cruceros y, cansado del vaivén del mar, había decidido volverse a Lleida y abrir un local con esa especialidad.
Había decidido emborracharme a base de bebidas alcohólicas caras. La ocasión lo merecía. Para mí aquello significaba la despedida de soltero de uno de mis mejores amigos, solo que únicamente yo iba a brindar por él.
Entré y me senté en la barra. El Blackberry estaba prácticamente vacío. Pedí un Cosmopolitan que apuré en veinte minutos mientras aspiraba asquerosa nicotina de unos Nobel que ni siquiera me gustaban.
Los Cosmopolitan se fueron sucediendo uno tras otro y al quinto, el camarero decidió que me invitaba.
Aguantaba el peso de mi cabeza sobre el brazo derecho acodado en la barra. De espaldas a la puerta, sorbía el líquido rojizo con una pajita cuando oí una voz conocía tras de mí.
-Hola Ele
-Psé…- contesté despectivamente adivinando quién era.
Entonces John se puso frente a mí, me cogió la copa de la mano y, apartando la pajita por la que yo estaba sorbiendo, probó el Cosmopolitan.
-¿Esto bebes? ¿Cómo se llama?
-Cosmopolitan…
El amo del bar no tardó en dejarle la lista de los cócteles para que escogiera uno.
-No, gracias, no voy a tomar nada- se disculpó John- sólo vengo a buscar a esta señorita.
-Clado que sí que va a tomarse algo- repliqué- Estamos aquí reunidos en la despedida de soltero del master. Tienes que beber.
John se resignó mirándome con cierta lástima. Luego dirigió sus gafitas hacía las opciones de la lista.
-Un Bloody Mary, por favor- pidió.
-Bah, eres clásico hasta para eso, seguro que sólo follas en la postura del misionero…- quise mofarme con algo de elegancia.
-Nena, vas algo borracha… sino te lo demostraría- dijo haciéndose el interesante.
Sí, eso de hacerse el guai se le daba de muerte a John, ya me lo había demostrado antes. Le recordé entonces en el Smiling Jack con aquella chica abrazada a la cintura.
-¿Y tú qué? ¿Cuándo te sometes al matdimonio?- quise saber, aunque apenas podía hablar bien debido a las circunstancias etílicas.
-¿Qué?- dijo poniendo cara rara- ¡Si ni siquiera tengo novia!
-Pues yo te vi con una chica bailando al ritmo de Bad Case of Love en el concierto de los Hurricane Moners esos.
-Mr. Hurricane Band, dirás- me corrigió mientras cogía el vaso de Bloody Mary con puerros que le había servido.
-Sí, hijo, sí, como tú quieras llamarlos…
-Me ha llamado el master… me ha dicho que seguramente estarías aquí, emborrachándote a su salud.
-Clado, sí, sí, el master es Dios, el master es guai, el master blablabla…- me quejé arrastrando las palabras- Él siempde lo sabe todo sobre todos, siempde diene guardado un as en la manga, siempde le salen bien las cosas…
Se hizo el silencio. Estaba muy apesadumbrada y lo último que quería era que John cuidara de mí, de nuevo. Parecía que sólo podía encontrarle apurando varias copas de alcohol.
-Has venido a salvarme otra vez ¿no?
-Sí…
-No me has contestado a lo de tu novia.
-Era sólo un ligue esporádico.
Apenas conocía a John y aquél era un dato importante. Era de los que tienen ligues y se lo toman con toda la calma del mundo… era un vividor. Tal vez nos pareciéramos más de lo que yo pensaba.
El alcohol hace que las hormonas se vuelvan medio locas y, en un arrebato de seducción, decidí desabrochar un botón de mi camisa más. Pensé en despeinar mi pelo, pero seguramente ya estaría horrendo.
-John… ¿yo te gusto?- le pregunté poniendo carita angelical.
-Pues claro, Ele – respondió apartando la mirada, cosa que me hizo pensar que mi careto angelical no me había salido del todo a derechas.
Entonces me acerqué a él y mientras sostenía, seductora, mi copa, le pasé el dedo índice de la mano que me quedaba libre por la espalda y le susurré al oído:
-¿En tu casa o en la mía?

viernes, 18 de julio de 2008

Summer Edition-CAPÍTULO 10

-¿Cómo tiene usted eso, señor Fernán?
-Llegó a mis manos en un mercadillo de antigüedades, en un puestecito donde venden postales, libretas usadas, cartas ajenas… Es un puesto curioso
-¿Lo ha leído?- pregunté ruborizada señalando el diario que Fernán no soltaba
-De cabo a rabo…- contestó haciéndose el interesante.
Años atrás me había dedicado a apuntar en aquel diario todas y cada una de las chorradas que pasaba por mi mente. Las páginas estaban repletas de reflexiones absurdas y existencialistas cavilaciones sobre mi vida, sobre la gente que me rodeaba, sobre las cosas que me gustaban… Eran datos muy íntimos, personales.
-Me parece horrible que haya puestecillos así en un mercadillo… - estaba indignada por el hecho de que un desconocido hubiera tenido el derecho de leer toda aquella sarta de banalidades y tonterías que se escriben en la adolescencia.
-No es tan horrible… ¿Quieres hablar sobre el interés que me engendraron tus páginas?
-Me da un poco de vergüenza- admití mientras miraba al suelo
Otra persona cualquiera en mi caso, le hubiera arrebatado a aquel editor de poca monta el diario de las manos y hubiera abandonado el bar. Pero a mí, la curiosidad me retiene, me lleva, juega conmigo… y hasta que no llego al epicentro del asunto que estoy tratando, no puedo moverme de la silla, por muy básico que sea el instinto de supervivencia.
-Bien, señor Fernán, entonces… ¿qué quiere de mí?
-Ya te lo he dicho: que escribas para nosotros un libro sobre tu forma de ver la religión. Quiero que imprimas en él toda tu pasión, todas tus emociones, todo lo qué te dé por pensar cuando sientes la fe…
-Le repito que no soy creyente, que a mi la fe…
-Tienes fe, puedo sentirlo…
Le miré con cara de duda y extrañada. Tal vez no fuera tan malo escribir para Lux Perpetua.
-Escribirás con un pseudónimo y te pagaré por adelantado cada mes unos 200 euros. Los derechos serán de Lux Perpetua y no podrás venderlos o publicarlos en cualquier otro lugar -ultimó.
Quise proferir un grito de emoción. ¡Por fin alguien iba a pagarme por lo que escribía!
-Y si me gusta lo suficiente tu trabajo, te devolveré esta libretita- terminó mientras la guardaba.
Por el momento solo había conseguido ver mis líneas impresas en periódicos de escasa repercusión y en un par de revistas de música en las que colaboraba.
Solamente aquel editor loco que tenía delante, se había aventurado a pagar por mis palabras… era una oportunidad que no podía desechar.
Sin firmar contrato alguno y pidiéndome el número de cuenta para ingresarme la cantidad acordada en el próximo día laborable en que los bancos estuvieran abiertos, concluimos nuestra productiva cita. Nos dimos los teléfonos mutuamente y decidimos mantenernos en contacto para ir informándole sobre las novedades que acontecieran en la redacción del libro que me encargaba.
Al salir del Antares, me llegó un mensaje. Alguien me había llamado. Era el master. Sin más preámbulos le llamé:
-Ei master, que pasa contigo!- saludé – desde que me salvaste el culo en la segunda temporada (véase la temporada llamada MAX), no habías vuelto a aparecer por el blog.
-Pues nena… tengo algo que decirte…
-Sí, tranquilo, ya sé que John esta de vuelta en la ciudad y que además tiene novia.
-Aham…- dejó caer el master como para que yo siguiera hablando.
-Casi se me había olvidado el asco que le tengo al “parejeo”, hasta que les vi, allí, cogiditos, acaramelados al son de la música de B.B King- diciendo esto me di cuenta de la envidia que me daban.
-Laura…
-Eh, que no he terminado de darte las buenas nuevas- quise seguir para quitar de mi mente la imagen de John con aquella chica- ¡Me ha contratado una editorial para que escriba un libro!
-¿Sobre qué?- quiso saber.
-Sobre religión…- y se hizo un extraño silencio al otro lado que me dejó pensativa- Master… ¿para qué me llamabas?
-Bien, por fin has cesado tu incontinencia verbal… ya sabes que hablar sin parar no significa comunicarse…- sentenció.
-¡Qué borde eres cuando quieres!- repliqué
-Carapene…- a veces solía llamarme así- ¿estás lista?
-Claro, dispara- aquello tenía pinta de ser un rumor de los gordos o un cotilleo súper importante.
-Me caso.

martes, 15 de julio de 2008

Summer Edition - CAPÍTULO 9

-Salva ¿ha llegado alguien preguntando por mí?- interrogué a mi amigo que servía una cerveza y un Nestea.
-Sí, esta arriba, es el que lleva traje y gafas de pasta…
-Dios, hazme un té de esos de vainilla…- pedí para quejarme medio en broma a posteriori- Y a ver si ponéis ya de una vez Sprite o Seven Up en la carta ¿eh?
Subí las escaleras que llevaban a la parte de arriba del local.
El Antares es un sitio perfecto para tener una cita pseudo-íntima.
La puerta de entrada parece que vaya a conducirte a una institución secreta en la Lleida de mediados del siglo XIX. Pintada de negro y con una mirilla plateada, daba paso a un bar donde se alinean sillas y mesas a derecha e izquierda, decoradas cada una con velitas. De las paredes cuelgan cuadros de cariz retro, ilustraciones de Hergé, dibujos de estilo cómic, etc.
Nada más entrar en el local, encuentras instrumentos musicales tales como un violín o una trompeta, que penden de varios rincones y al lado de la barra, puedes ver una escultura que emula la época del clasicismo griego. Bueno, de la escultura no estoy muy segura, pero antes estaba. Enfrente de la barra hay un mueble-vitrina, donde puedes mirar algunas variedades de tés y kits para hacer té varios. También hay una estantería, con tomos de libros de colección típica de librería. Ediciones baratas de editoriales prácticamente desconocidas que se dedican a publicar clásicos de la literatura popular como Moby Dick o Rimas y Leyendas de Becquer. Al lado de la estantería hay un cartel que reza “Los libros no tienen precio, deje la voluntad y lléveselos” y bajo este, un pequeño cubilete sin ninguna moneda, obviamente.
Más allá de la barra y bajando unas escaleritas, te encuentras con un piano de cola el cual no dejan que nadie toque y, junto a este, un micrófono de la época de Elvis. Al fondo a la derecha están los servicios, ambientados con una mortecina luz anaranjada, casi tenue.
El lavabo tiene un grifo rústico que termina de darle el toque romántico a tal estancia…
Saliendo del Wc, encontramos una falsa chimenea, en la que en invierno ponen una especie de calentador o estufa y que en verano cambian por un ventilador.
También esta zona esta plagada de mesas.
A la parte de arriba del Antares se accede por unas escaleras de las que si te caes, que te recojan, pues dudo que nadie pudiera sobrevivir a la caída tal que podrías pegarte, así que echadle ojo a las escaleras.
Subí por estas con el cuidado con el que lo hacía siempre y portando la bandejita con el té en la mano…
En la parte de arriba no había nadie más que un hombre, de unos treinta y pocos años, que leía un periódico.
Me acerqué con cara de cordero degollado, pues había llegado tarde y sin dejar la bandeja con el té, le dije:
-Hola, soy Laura… No me dijo su nombre… -repliqué tímidamente.
-Toma asiento, mujer- me invitó con una sonrisa en la cara- Lucas, me llamo Lucas Fernán.
-Encantada señor Fernán- dije tendiéndole la mano.
Me dediqué a analizarle en una fracción de segundo: el hombre de media edad, ya tenía el pelo canoso y, tras sus gafas de montura negra se escondían unos ojos oscuros y pequeñitos. Sus facciones estaban marcadas y confluían en una suerte de perillita de chivo.
Vestía un traje de chaqueta. Se había quitado la parte de arriba, que era una especie de americana, debido al calor. Combinaba el traje negro con una camisa blanca impecable. ¡No había una combinación que hiciera a un hombre más atractivo para mí!
-Bien, hábleme de usted… ¿cómo ha dado conmigo?- empecé a interrogar
-Todo a su tiempo… Empezaré por el principio. Nuestra editorial se llama Lux Perpetua… Publicamos libros sobre esoterismo, astrología, autoayuda, magia, filosofía, religión…
Al oír estas palabras mi gesto se tornó en asombro, mezclado con una pizca de escepticismo y una dosis de sarcasmo. ¿De verdad querían que escribiera tal bazofia? Decidí no interrumpir a Lucas Fernán, pues acababa de conocerle y tal vez la oferta fuera buena.
-¿Nos conoces?- preguntó ajustándose la gafas a la nariz.
-No, la verdad es que no… pero no suelo explorar demasiado esa sección de la librería…
-Bien, pues prosigo… Nosotros publicamos este tipo de libros y nos gustaría que trabajara para nosotros escribiendo un ensayo sobre religión.
-¿Nos? ¿Quién más está interesado?
-Yo, básicamente, pero hablo en nombre de la editorial.
-¡Pero yo no sé nada sobre religión!- me exculpé
- Ya buscaremos la manera de arreglar eso…
-¿Porqué yo si no sé nada de estos temas?- ya me picaba la curiosidad.
-Porque me gusta como escribes
-¿Ha leído algo mío?
-Déjame que te muestre algo- dijo metiendo la mano en una maletita que tenía a su lado y que yo no podía ver desde donde estaba.
De la bolsa sacó algo increíble: un diario que yo había escrito un par de años atrás, cuando estuve viviendo en Francia. Lo había dado por perdido entre mis posesiones que escondo y que luego nunca sé encontrar.

viernes, 11 de julio de 2008

Summer Edition - CAPÍTULO 8

El día de mi cita con el editor había llegado demasiado pronto, casi inesperadamente. El sábado amaneció despejado en la ciudad, cosa extraña. El hombre del tiempo había hecho un pronóstico de chubascos a lo largo de todo el fin de semana, especialmente había aventurado borrascas en la zona del poniente de Catalunya.
Mis padres llamaron por la mañana desde algún lugar de La Mancha de cuyo nombre no puedo acordarme, pues en el momento de coger el teléfono, aún estaba yo medio zombie porque acababa de levantarme.
Después de preguntarme qué tal estábamos, interrogarme sobre el perro y un etcétera de cosas que te dicen los padres cuando te quedas a cargo de la casa y del resto de la familia, me desearon unos buenos días y se despidieron.
Se me había olvidado comentarles la cita que tenía con el editor… Daba igual, ya se lo diría cuando volvieran y el asunto no fuera motivo de mofa para ellos y se convirtiera en un tema de adulaciones varias, un tema real.
Cogí mi bicicleta y me fui con ella a comprar el pan. Mi hermana seguía durmiendo cuando regresé. Empecé a preocuparme.
Me acerqué al sofá donde la había dejado durmiendo el día anterior y la miré. Al menos había cambiado de posición… Noté que respiraba y cruzó por mi mente la sombra de una travesura.
Ya había cumplido la veintena y, seguramente en cinco años o menos, aquello dejaría de hacerme gracia. Así pues, cogí el teléfono de casa y dejé el móvil de mi hermana a su alcance para que pudiera oírlo.
Pensé en una Barbie vieja, sucia y desnuda que mi madre aún guardaba en mi armario cómo recuerdo nuestro de infancia. Cogí la muñeca y, ahorcándola con una goma de pelo, la colgué del pomo de la puerta y me escondí en el armario de mi habitación. La llamé desde el teléfono fijo y empezó a sonar la dichosa musiquita del tema Shut your mouth de Pain, que Silvia tenía establecido como tono…
-¿Mmnnyyysssiii?- contestó mi hermana todavía dormida
-Silvia… Silvia… - susurré con jadeos emulando los conversores de voz de las pelis de terror.
-¿Quién es?- empezó a cabrearse…
-Ayúdame hermana…- ahora había dejado de ser el psicópata que se mete en casa de la víctima, para convertirme en el espíritu perturbado que persigue a un familiar…- Ayúdame.
Pude oír las uñitas de mi perro acercándose a mi habitación por el pasillo y supuse que iría acompañando a mi hermana, que al llevar calcetines, hacía de sus pasos algo inaudible. Decidí callarme por miedo a estropear toda aquella “bromita” improvisada.
-¡Prohibido dar sustos! Sino, se lo diré a mamá- amenazaba Silvia mientras se acercaba más y más a mi trampa.
Entonces noté como una mano, una mano huesuda clavándoseme en el hombro. Al primer instante emití un leve suspiro, como cuando te asustas sólo un poquito… Pero aquella garra ejercía cada vez más presión y empezó a darme canguelo...
-¡AAAAHHH!
-¡AAAAAAAHHH!
Salí del armario profiriendo un grito digno de Fay Wray y, Silvia al verme gritando, gritó ella también, asustada. Nos quedamos las dos gritando al más puro estilo Janet Leigh en Psicosis… Los gritos duraron lo que nos aguantaron los pulmones, y Ked’s se puso a ladrar.
Yo miraba hacía el armario, señalándolo con el dedo índice… Mi hermana se acercó y me cogió de una mano…
-Hemos despertado a todos los vecinos… -dijo flojito, como si quisiera enmendar todo el rato que nos habíamos pasado creyéndonos divas del grito.
-Silvia, los vecinos ya están todos despiertos. Son las tantas del mediodía- le aclaré indicando con la cabeza hacía la ventana.
Entonces me acerqué al armario y toqué la garra verdosa que colgada de una manga negra en el armario. Al darme cuenta de lo que se trataba, me eché a reír. ¡Sólo era un disfraz de monstruo!
Recordaba haber usado aquel disfraz en una obra de teatro del instituto sobre los cuentos de Edgar Allan Poe…
-Joder… ¿me has pegado un susto de muerte por esto?- se quejó Silvia.
-Tía, pero es que la mano me estaba cogiendo.
-Anda, como va a cogerte si es un disfraz y dentro no hay nada…
-Pues tienes razón, pero juraría que me agarraba… enserio… Seguramente me lo habré imaginado.
Pasado un rato nos pusimos a hacer pasta para comer y después, con el estómago ya lleno, sí vimos la película de Los Chicos del Maíz.
Se me había ido el santo al cielo y no me había fijado en la hora… Llegaba tarde a mi cita con el editor.
Me vestí con una camisa y unos pantalones de raya diplomática. Me peiné lo mejor que supe y buenamente pude y corrí hacia el Antares.

martes, 8 de julio de 2008

Summer Edition - CAPÍTULO 7

La Nicole me acompañó a casa en un camino que se me hizo eterno recordando lo guapo que estaba John en el concierto. Había adelgazado e incluso había cambiado un tanto su manera de vestir. ¡Estaba espectacular!
Me despedí de mi amiga y me fui a la cama.
Me desperté en viernes, es decir, al día siguiente. Ese fin de semana, mis padres habían decidido dejarnos solas en casa.
Me pasé toda la mañana del viernes, poniendo en orden las cosas del hogar.
Luego por la tarde, recuerdo que llovía y acordamos con la Nicole que iríamos otro día a La Mitjana. Mi hermana y yo nos habíamos quedado encargadas de velar en la casa y sacar a Ked’s, el pequeño mimoso miembro de la familia, es decir, mi perro schnauzer.
Estábamos los tres tirados en el comedor y nos disponíamos a ver una película, aunque nos costaba ponernos de acuerdo.
-¿Terror o comedia?
-Terror, por supuesto- se apresuró a decir mi hermana – esta cayendo una tormenta que te cagas ahí afuera y papá y mamá no están en casa…
-Sí, reconozco que la situación promete pero… ¿No te gustaría ver Cliente muerto no paga?
Silvia me miró con cara de póker, como si yo fuera un gusano o un extraterrestre por querer ver una peli de Steve Martin. Oímos como pitaba el microondas dándonos la señal de que las palomitas ya estaban listas. Mientras ella las iba a buscar yo estuve mareando las cajas de los Dvd’s de terror: The Eye versión japonesa, La Noche de Walpurgis, El proceso de las Brujas de Jess Franco, Ichi The Killer, Eraserhead, Al Final de la Escalera.... No conseguía concentrarme para escoger una.
-Escoge tú la película y yo escojo que parte del sofá me quedo…
-De eso nada, que yo he ido a buscar las palomitas
Me resigné y cogí la primera que encontré: Los chicos del maíz.
Silvia no pudo evitar quejarse. Lo hubiera hecho aunque hubiera escogido la mejor película del mundo. Estaba en la edad del pavo y todo le parecía un ascazo.
Senté mi culo en la parte del sofá que entre el perro y mi hermana me habían dejado libre, o sea, una esquinita.
Llevábamos diez minutos de película cuando oí que mi móvil sonaba en la habitación. Le di al Pause y recibí un soplido justificado. Corrí para poder coger la llamada antes de que colgaran.
“666 69 69 69, qué número más raro”, pensé.
-¿Si?
-Me gustaría hablar con la señorita Laura. ¿Es usted? – dijo una voz de hombre desde el otro lado.
-Sí…
Se hizo el silencio. La llamada me había pillado desprevenida y no sabía qué decir. Estaba prestando más atención a los truenos que se oían fuera en la calle que al teléfono.
-Le llamo por algo referente a una oferta de trabajo…
No recordaba haber dejado ningún curriculum últimamente y hacía meses que sudaba de las ofertas de Infojobs.
-¿De qué?- pregunté confusa
-Bueno, verás… es algo complicado. ¿Le importa si nos vemos usted y yo mañana? – empezaba a olerme a chamusquina…
-Mmmhh… deje que lo piense – hice como que me hacía de rogar, pero la curiosidad me podía
-Soy editor…
-No diga más – zanjé la propuesta – Mañana a las ocho en el Antares, pregunte por mi al chico de la barra
Decidí que la cita fuera en un sitio conocido por si se complicaba la cosa y colgué.
Me disponia a seguir viendo “Los Chicos del Maíz” con mi hermana pero cuando volví al salón, la tía ya dormía como un tronco. La tapé con una mantita, le aparté el bol de palomitas en el que aún tenía metida la mano y, dándole un beso de buenas noches con cuidado de no despertarla, me propuse salir de casa.
Con las botas de agua calzadas y el paraguas “de pagés” de mi padre en mano, mis pasos me guiaron al exterior.
Ni un alma circulaba por la calle Joc de la Bola. La lluvia caía suavemente sobre el paraguas. No solía salir sin música de casa, excepto las veces que solo me apetecía pensar y caminar.
Oía el agua caer sobre mí, haciendo ese ruidito encantador que hacen las gotas sobre la tela…
Me miré los pies y estos empezaron a andar siguiendo la acera pero sin un rumbo predefinido.
Pensé sobre la extraña llamada que acababa de recibir: ¿Cómo sería ése editor?¿Quién le habría hablado de mí?¿Porqué estaría interesado en mi trabajo? ¿Cuánto tardarían en traducir y editar Duelo de Dragones de George R.R. Martin? ¿Había salido la película de La Sirenita ya en Dvd? ¿Y Aladdin? ¿Por qué usaba Clark Kent el transporte público? ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?
No me corría demasiada prisa el secreto que encerraba el recondito rincón misterioso de La Mitjana.
Mientras me hacía este montón de “preguntas-enigma”, mis pasos habían marcado un camino que me había conducido al molino de agua que hay al lado del pabellón deportivo Onze de Setembre.
Parecía que el molino se movía. Nunca había visto aquel molino moverse, pero la curiosidad jamás había sido tan fuerte como para investigar sobre ello. Me acerqué para verlo bien, pero este estaba tan parado como siempre.
De noche, sin gafas y lloviendo, una miope nunca ve lo que cree ver.
Seguí moviendo pies y neuronas, pero esta vez de vuelta a casa. Sabía que no encontraría la respuesta a todas aquellas preguntas de forma inmediata. Ansiaba poder contestarlas en aquel mismo momento y me podía la impaciencia, pero como mínimo, tendría que esperar hasta el día siguiente para que las referentes al editor y nuestra misteriosa cita, quedaran desveladas.

viernes, 4 de julio de 2008

Summer Edition - CAPÍTULO 6

-Escóndeme, tía- le grité a Nicole.
Mi amiga era mucho más alta que yo, así que cogí y me escondí tras ella.
-¿Qué?¿Qué coño haces tía?
-¡Qué esta ahí!
-¿Quién?
-No le conoces… es el chaval de gafas de la segunda fila, el de la sonrisa bonita. El freaky molón de la otra serie en el Crazy Creepshow (véanse entradas anteriores con el título MAX), con el que tuve un affaire.
-Nena, eso no fue un affaire ni fue nada, no te flipes. ¡Reléetelo!
-¿Le ves?- dije obviando que tenía razón con lo del affaire.
-No lo veo, así que sal de ahí detrás y preséntamelo, tía. Mantén la compostura.
Salí de detrás de Nicole, eso sí quedándome un poco en la penumbra para que John no pudiera verme.
-Vamos, sal de ahí, tonta…
-Ya voy, ya voy- dije oteando la zona dónde había creído verle…-Ah, creo que no es él…
-¿Estas segura?- dijo Nicole tirando de mí…
-No, no, no… no estoy segura- dije volviendo a esconderme en las sombras.
-¿Vas a estar así todo el concierto? Lo digo básicamente porque estás radiante hoy, estás muy guapa, en serio. Y además llevas un escote imponente al que nadie podría resistirse.
-¿He oído escote?- dijo un desconocido que teníamos delante dándose la vuelta.
-No tío, has oído Scotex, que necesito Scotex, que se me caen los mocos- le aclaré mientras me metía el dedo en la nariz.
El ser desagradable a veces resulta con los moscones. Pese a no tener demasiados hombres dónde elegir, aquel viejuno barbudo y su colega con pintas de motero que se habían dado la vuelta al oír lo del escote, no me convenían.
Al verme haciendo el obsceno gesto, se dieron la vuelta con caras de asco y ignoraron mi alabado escotazo.
Nicole fue a pedir a la barra del bar, mientras yo, sentada en el taburete, me ocultaba de miradas indiscretas y de mi inseguridad. Mi amiga volvió con un par de zumos: uno de piña para mí y otro de melocotón para ella.
Una vez estuvimos ambas sentadas a la mesa, proseguí a explicarle los sucesos que me habían acaecido aquella misma tarde.
Le expliqué que había fumado y que me había perdido en La Mitjana. Qué había tenido una revelación herbal por parte de un ent imaginario, qué había encontrado un muro cubierto y escondido no muy lejos del lugar y que tendríamos que ir a investigarlo.
Nicole me escuchaba atenta.
-¿Y ya esta?- preguntó.
-Sí- respondí mirando a otro lado.
-Y ¿quién te traía en coche?
-Ah, pues… bueno, va, te lo cuento, que coño- pensé que era lo mejor para evadirme tal y como estaba la situación. Además, así disuadiría a Nicole para que no me hiciera ir a saludar a John.
Mi tensión podía palparse en el ambiente: estaba en el mismo concierto que yo y no iba a atreverme a decirle nada.
-El tío este se llama Ángel Bendetta o algo así, un apellido italiano raro- aclaré- pero yo ya le he bautizado como Patrick Bateman.
-Ai va, como el de American Pshyco ¿Por qué?
-Verás, le he conocido hoy porque ha estado apunto de atropellarme…
-¿Con ese cochazo? Dudo que lo haya hecho aposta
-No, no, la culpa ha sido totalmente mía, ya sabes lo empanada que voy cuando fumo…
Me sentí observada por alguien o algo, pero me mostré indiferente atusándome el pelo.
-El tío me ha ofrecido llevarme a casa y como llegaba tarde porque habíamos quedado, pues he aceptado-proseguí.
Nicole iba asintiendo tras mis palabras, cosa extraña en ella, que nunca para de hacer preguntas mientras le narras unos hechos.
-Entonces, le he preguntado como se llamaba y me ha dado una tarjetita como las que llevan los yuppies de American Pshyco, donde pone su nombre y que es vicepresidente de no sé que empresa rara.
-Ui, que tío más raro ¿no?- dejo caer mi amiga.
-Pues sí…- dije mientras pensaba si contarle el incidente del cinturón. Opté por no hacerlo.
-No iba vestido como un yuppie, me he fijado ¿eh?- soltó al ver que no seguía contando nada- Era mono ¿verdad?
-Tengo su número de teléfono, ya le llamaré- zanjé la conversación.
Decidimos que teníamos que ir juntas a La Mitjana, a averiguar que se ocultaba detrás del muro o, si tal vez por el contrario, habían sido todo imaginaciones mías de fumadón.
Entonces los Mr.Hurricane Band interpretaron una versión de un tema de B.B King, Bad Case of Love.
La gente que me separaba de John pareció disiparse y le vi claramente. Sin darme siquiera cuenta, mis pies habían empezado a levitar hacía donde él se encontraba, pero me di media vuelta antes de llegar a mi destino.
-Tía ¿a dónde vas?
-No puedo saludarle…- dije entre dientes
-¿Por qué? Anda, no seas cría
-Porque esta con una tía…
-Igual es su prima…
-Una prima no se agarra así- dije mientras emulaba el abrazo en el que John estaba sumido cogiendo a la Nicole por la cintura desde atrás.
Mi amiga me miró compasiva.
-Esta bien, nos vamos- dijo mientras me acariciaba la cara.

martes, 1 de julio de 2008

Summer Edition - CAPÍTULO 5 (y por el c***...)

-¿Y tú?¿Cómo te llamas?- curioseé una vez pasada la tensión y direccionado el coche.
-Ángel- y dicho esto sacó una tarjetita blanca, perfectamente cortada, con una letra exquisita en tinta azul marino que ponía: ÁNGEL BENEDETTI Vice-president. Mergers&Acquisitions Dep. Invest Johnston Company.
-¿Italiano?- intenté averiguar absurdamente.
-Ya te he dicho que no era de por aquí…
El tío hablaba en castellano mejor que el mismísimo Góngora, no me tragaba que fuera extranjero.
-Gira ahora hacía la derecha, esa ya es mi calle…- le aclaré señalando sin dejar de cubrirme con el otro brazo.
-Mejor que subas a ponerte algo y luego vuelvas a por la bici…- propuso.
Subí a mi casa lo más rápido que pude, teniendo en cuenta que tenía que estar cubriéndome constantemente con alguno de los dos brazos.
No me quedaban pantalones limpios y no pensaba ir en chándal al Smiling Jack. Le mandé un mensaje al móvil a la Nicole, avisándola de que llegaría un poco tarde. Me puse un vestido monísimo con un escote extremo…
No me miré al espejo al salir, ya que estaba pendiente del tiempo que tardaría en llegar al concierto.
Bajé a por mi bici temiendo que Ángel, no contento con tener un vehículo como el suyo, decidiera robar el mío.
Pero no, el chico ya había sacado la bicicleta del coche y me esperaba sonriente…
-Ehm… esto… ¿eres Amalia?- me preguntó con los ojos chispeantes de deseo mirándome el escote.
-Sí… ¿me devuelves mi bici?- dije sin dejar de sonreír incómodamente.
-Vaya, te has puesto muy guapa… ¿Vas a algún sitio? ¿Quieres que te lleve?- interrogó.
Pensé fríamente. Si Ángel me llevaba, no tendría que caminar y llegaría menos tarde a la cita con mi amiga.
-Sí, vale, espera que deje la bici…- contesté como súper segura de mí misma, haciendo uso de mis escasas dotes teatrales…
-Bueno, sólo si tú quieres, claro… - me había pillado.
El tío sabía que no me fiaba ni de él, ni de su coche, ni de su sombra siquiera. La sombra de un ser, siempre dice mucho de él: si no tiene a) o es Peter Pan, b) es un vampiro o c) no es.
Me alejé yendo hacía el parking de mi casa para aparcar mi bicicleta y salí a toda prisa para no hacer esperar a Ángel más tiempo del necesario.
Me monté en el coche y contuve la respiración.
-Tranquila, relájate, soy inofensivo…- dijo el chico para tranquilizarme.
-Nadie es inofensivo con un coche como el tuyo- le aclaré.
Estaba flirteando con mi nuevo conocido sin darme apenas cuenta… ¿Me gustaba? ¿Me creaba curiosidad o sólo quería hacerme la interesante para pajarearme un poco?
Empecé a pensar que inconscientemente había estado seduciendo al pobre chaval: mi pose de diva dislocada frente al morro del Honda, mis atenciones a su coche, quedarme dormida con toda la tranquilidad del mundo en su presencia, el accidente con el cinturón…
-En realidad no me llamo Amalia…- me avergoncé un poco.
-Me lo suponía… ¿A dónde te llevo?- dijo colocando las manos sobre el volante.
Le guié por las calles hasta el Smiling Jack.
Nicole estaba en la puerta con su móvil en la mano, esperando una llamada, con cara de ansia.
Bajé del coche como si fuera una starlet del celuloide. A mi amiga se le cayó la boca al suelo de envidia…
-¡Pero qué cochazo!- exclamó al verme.
Me acerqué a la ventanilla para despedirme de Ángel.
-Bueno, yo me quedo aquí, que hacen un concierto… Gracias por todo.
-Eh, esto… mi número de teléfono esta en la tarjeta que te he dado antes… llámame algún día… si quieres- dijo bajando la cabeza tímidamente.
En aquel momento, el chico frío y arrogante con el que había compartido parte de la tarde, me pareció tierno y vulnerable como un pequeño ratoncito.
Nos dijimos adiós y el Honda Civic rojo se perdió en el horizonte.
-Tía, ¿dónde has estado?- me increpó la Nicole.
-Por ahí…- fue lo más rápido que me salió decir para resumir la tarde psicotrópica.
-Pues tienes algunas magulladuras y vas llena de tierra… incluso tienes barro en la cara…
-¿Enserio? Límpiame, límpiame, límpiame…
Que imbécil me sentía ahora que sabía que tenía barro en la cara. Había quedado fatal delante de Ángel. El intento de flirteo se me antojó en mi cabeza como un gag de Mr.Bean.
Con las prisas, me había dado tiempo de vestirme, pero no de asearme un poco…
Entramos dentro del Smiling Jack. El concierto aún no había empezado. Tocaban los Mr. Hurricane Band. Fuimos al baño a que Nicole me adecentara un poco.
Cuando salimos del inodoro, ya había algo de público y, allí, en una de las mesas con taburetes más próximas al escenario, me pareció ver a John.