miércoles, 2 de abril de 2008

MAX - Capítulo 4

Llegué a mi casa después de acompañar a mi madre a comprar el sábado por la mañana. Me deje caer sobre el sofá y… sonó el teléfono. Es una de las cosas que más me tocan las narices: tener que levantar mi culo de donde lo acabo de poner y estoy a gusto. Así que me levante y lo cogí.
-¿Sí?
-Laorina… ¿a que no sabes la última?- Pablo me llamaba para contarme siempre cualquier cotilleo.
-Sorpréndeme…
-Veruka esta en el hospital
-¿Qué le ha pasado?- pregunté preocupada. No es que Veruka fuera mi amiga, ni siquiera que me cayera bien, pero no iba a alegrarme de una putada ajena solo porque a la chica le gustará el mismo tío que a mí.
-¿Te lo digo o te lo cuento?
-Dímelo y, si me resulta interesante, luego me lo cuentas
-La atacó un perro
-¿Perdón? ¡Qué me estás contando, baby!
-Sabía que iba a interesarte, pero voy a hacerte sufrir un poco más antes de decirte nada. ¿Cómo llevas tu vida y esas cosas?
-¡Oh, vamos Pablo! Deja de tocarte con el placer que te produce la intriga que tengo y dispara
-Vale, vale… ¿Por dónde empiezo?
-Pues por el principio…
-Bueno, pues se ve que habían quedado Max y la tigresa rusa para revolcarse un rato. Fueron por la zona de Ciutat Jardí, por allí por donde vas tú a correr cuando te da por hacer deporte. Bueno, pues esto pasó ayer por la tarde-noche.
-¿Cuándo te has enterado tú de esto?- pregunté intentando averiguar la fiabilidad de las fuentes de información
-Ahora mismo nena, me ha llamado Belén y me lo ha contado.
Belén tenía una vena Hormigas Blancas Tomatera que le salía de vez en cuando, en los momentos en los que habían algún marrón que contar. La tía investigaba e investigaba hasta llegar al fondo de los asuntos íntimos de la gente que la rodeaba, si estos eran importantes. Le pedí que siguiera contándome…
-Pues coge el tío y la lleva allí a la Plaça dels Bombers, delante de los campos de fútbol. Entonces estaban allí tocándose, acariciándose, besándose…
-Vale, vale, omite la parte que me hace gruñir…
-Vale, bueno, pues el debía ir muy cachondo y necesitaba ir a mear. Y se fue, y la dejó sola allí.
-¡Qué fuerte tío! ¿Cómo que la dejó sola?
-Sí bueno, se apartó para ir a mear, y unos minutos después se le apareció a la Veruka un perrazo enorme que la atacó.
-¿Pero era de alguien el perro?
-Ella dice que era un lobo, per no hay lobos en Lleida. La tía se flipó y entre eso y que ya lleva años aquí y se le escapan muchas cosas porque yo creo que es corta, pues se cree que es un lobo. Pero bueno, ya están investigando las casas de vecinos cercanos al sitio donde pasó esto y los que tienen perro, tienen de estos pequeñitos, que vamos, ninguno cuadra con la descripción que dio la Veruka esta.
-¿Y qué hizo Max?
-Tía, solo te preocupas por lo tuyo…- me reprochó- Pero bueno, te contaré si te interesa, que no se le ha vuelto a ver el pelo.
-Bueno, pues ya le veremos el lunes en clase… a ver que nos cuenta
-Qué cotillas somos Laura…
-Sí… en fin, que te dejo que voy a hacer cosas… ya hablaremos.
-Rancia eres hija…
Y diciendo esto nos colgamos.
Al lunes siguiente cuando fuimos a clase, no había ni rastro de Max. Y lo mismo pasó el martes y el miércoles y, fue este día que decidí salir a hacer un poco de ejercicio.
Me gusta salir a correr con todo tipo de música, pero esta vez me acompañaban los Metallica. Los cuatro. Y escogí el Black Album, no me preguntéis porque.
Me puse a correr como una loca pensando que me perseguía Lars Ulrich con una batería sobre ruedas y, llegué hasta el Pavellón Onze de Setembre. Gire a la izquierda en dirección al Tapas Bus y la zona del crimen contra Veruka.
Sin darme cuenta de donde me llevaban mis pasos, me vi en medio de una oscuridad inmensa y… empecé a sentirme observada.
Miré hacía todas las casas a mi alrededor per no había nadie asomado. No se veía un alma e incluso el silencio fuera de mis auriculares, era total.
Seguí corriendo pero aminoré el ritmo. Sin darme cuenta me había metido en la zona del canal que pasa por ese lugar, que es justo donde esta más oscuro.
Paré. Era consciente de que ahí al lado había un canal y no podía ir corriendo como si el mundo me perteneciera y menos con aquella oscuridad suprema. Miré hacia delante y vi luz al final del camino que tenia que seguir.
Cuando llegué a un sitio iluminado, suspiré. Además, acababa de terminar la dulce Nothing Else Matters que me había sido muy reconfortante en el tenso recorrido que acababa de hacer. Se hizo el silencio terminado el tema y alguien pasó corriendo por mi lado.
Grité, pero solo como gritan las divas de la Hammer. Grité y asusté al pobre hombre que también hacia footing por aquella zona y al que no le había oído los pasos debido a la música.
-Perdón, pero me ha pegado un susto de muerte- me disculpé al señor que siguió corriendo.
Me senté allí al lado del canal y empezó a sonar Of Wolf and Men y entonces tuve una visión.
Allí, a mi lado, estaba la camisa que le había regalado a Max la semana pasada… Y estaba rota, rasgada y sucia.

MAX - Capítulo 3

No llevaba un buen día aquel martes, así que al salir de clase, me fui a mi casa.
Mi padre tenía preparada la comida y mi hermana ya estaba comiendo. Mi perro ya había salido así que sin probar bocado, cogí mi cámara de fotos y me fui a aprovechar la luz natural que aún le quedaba al día.
Siempre cargaba mi MP3 con música que me inspirara para hacer fotografías. Empecé por mi calle: delante de mi casa estaba construyendo unos edificios y, las obras de estas características me llamaban especialmente la atención por los enormes cimientos de cada planta y las inmensas grúas que los custodiaban. La canción que sonaba era Welcome to the machine de Pink Floyd y esto acabó de convencerme.
Seguí caminando y llegué hasta Plaça Catalunya, desde donde le hice una foto a Rambla d’Aragó, con todos los coches que lo concurrían.
Bajé por la calle del Antares, pues caminando se me había abierto el apetito y me apetecía un Brittish Bacon del Pans&Company del Carrer Major. Me hice con uno y salí a la calle comiéndomelo con gula y placer cuando, al girar la cabeza hacía mi izquierda, vi a Max con su madre que se acercaban dónde yo estaba.
Era tarde para esconderse, el guaperas de la clase acababa de pillarme comiéndome un Brittish Bacon de la manera más guarra posible. ¡¡Y con su madre!!
Estaba claro que ya nunca me aceptaría como nuera, pues ella iba de punto en blanco, muy elegante, con un pelo recién salido de la peluquería, un traje de chaqueta y falda de Dior (lo menos) de color blanco perla a conjunto con unos zapatos de charol blancos. ¿Complementos? Un mini bolsito negro de mano. Eso sí, un pelo rubio Barbie de pote que la hacía más de los United States si cabe.
Después de pegarle el repaso a la madre de Max, me fijé en él. En el MP3, que me había vuelto a poner para disfrutar de mi comida, ahora sonaba All The Young Dudes y el mundo se me hizo a cámara lenta. Su pelo al viento brillaba con los rayos de sol, sus ojos claros se veían enormes y su sonrisa resplandecía hacia mi.
Le veía acercarse en el halo místico que crean el Hammond y la guitarra eléctrica al principio del tema de los Mott The Hoople.
-Hola Laura ¿Cómo va?- me devolvió al mundo- ella es mi madre y ella es una chica de mi clase- dijo señalándome.
-Hola encantada- dije sin saber ni si me entendía.
Entonces se pusieron a hablar entre ellos en inglés americano muy rápido y no me enteré de nada.
-¿Te importaría acompañarme a comprar ropa y aconsejarme?- me pilló desprevenido.
-No, claro que no
Y siguió hablando con su madre, hasta que esta le plantó un par de besos en cada mejilla y me dijo adiós con la manita en un gesto súper pijo, que yo imité para quedar bien con ella pero que incluso se notó fingido.
-Gracias. Quería acompañarme a comprar ropa, pero es que me da vergüenza ir con ella…
-Ah…-dije sorprendida. Buff, pues si le daba vergüenza que le verán comprando ropa con su madre, mejor no le explicaba lo que acababa de sentir yo cuando me habían pillado Brittish en boca.
-Bueno… ¿vamos?- me soltó convencido dando un paso adelante viendo que no me movía.
Max me estaba pidiendo que le acompañara de compras. De hecho me lo había pedido ya, y yo le había dicho que sí, sin pararme a pensar y a recordar que soy infame para el shopping.
-Eh…bueno, no sé si yo te aconsejaré bien… ¿No sería mejor que lo hiciera Veruka en lugar de yo?
-¿Veruka? ¿Por qué?
-Ah, no sé, cómo es tu novia…
-¡No es mi novia!- dijo riéndose- Solo la dejo hacer… no me molesta… pero no-es-mi-novia.
Los ángeles tocaban airosos sus arpitas en el cielo: era mi oportunidad, no solo de ganarme su simpatía y tal vez su cama, sino de construir a un hombre guapo a mi gusto estético y estilo.
-Bien ¿qué necesitas comprar?¿Pantalones?¿Camisetas?¿Camisas?
-Mmhh… no sé, mirar…
-Ai nene, te veo perdido, vayamos al Springfield.
Y todos los gnomos que habitan dentro de mi cabeza se rieron malignamente al unísono, pues en ese momento yo tenía el poder…
Una vez allí, le probé, le puse y le quité toda la ropa que me parecía molona. Bueno, en realidad el que se vestía y se desvestía era él y dentro del vestidor.
Pero de forma encantadora descorría la cortina para enseñarme el nuevo modelito con un “¿te gusta?” o “¿cómo me queda?”, a lo que yo solo acertaba a pensar “estas como un queso…” y babear por dentro.
Después de largo rato de probador y paso de prendas masculinas en un cuerpo escultural, el chico solo se decidió por unos pantalones vaqueros.
Por otro lado ya había puesto los ojos en una camisa roja de leñador, de estas que son de cuadros, de textura como de franela. Se la había propuesto a Max y le quedaba de maravilla, pero él no parecía muy convencido. La camisa no era muy cara y estaba dispuesta a pagar por vérsela puesta de nuevo, así que eché un vistazo a mi cartera. Sí, mi Visa estaba ahí…
-Max, ésta te la regalo yo… Y no me digas que es horrible porque la camiseta de Bob Esponja que llevabas el viernes… eso sí era horrible.

martes, 1 de abril de 2008

MAX - Capítulo 2

Max es lo más. Desde que le conozco no deja de sorprenderme. El otro día, la gente de clase le dijo que se fuera con ellos a tomar unas copas. Sorprendentemente, el tío tiene un aguante terrible, pues los tumbó a todos en razones etílicas. Sabiendo yo eso no podía perderme este viernes la cita en el Trivial, mítico bar de la zona Vins de Lleida (véase 1ª temporada del Blog).
Habían quedado en ir allí a beber unas birras y yo con mi parabólica auditiva había captado el mensaje.
No suelo salir por ahí con la gente de mi clase. Con Pablo sí, claro, porque Pablo es una extensión de mi ser como yo del suyo. Nos puteamos a veces, pero sin ninguna maldad.
Cuando toca salir de fiesta siempre opto por compañías ajenas al mundo de mi colegio, pues a mis compañeros ya los veo a lo largo de la semana.
En esta ocasión, decidí que iría con Roselyn, así que la llamé y le dije que la pasaría a buscar por su casa sobre las once y media, pues Max y la gente de mi clase habían quedado a las once, y quedaría muy descarado llegar al sitio a la misma hora y simular que era un casualidad que nos encontráramos.
Así pues, me en galardoné con mi mejor indumentaria y fui a buscar a Roselyn. Juntas dispusimos nuestros pasos rumbo al Carrer Panera. Una vez dentro del bar, nos colocamos en la barra para que el chico que servía nos viera. No suelen tardar mucho, pero como se demoraron un poco aprovechamos para otear el horizonte: muchos melenudos, unos borrachos risueños y allí, al otro lado de la barra, estaba Max con mis compañeros de clase y… una chica a la que solo le veía la espalda!
Todas mis expectativas de ir acompañada a casa se desvanecieron. Me giré hacía Roselyn:
-Mira, es ese, el de la camiseta de… ¿Bob Esponja?- me sorprendí a mi misma volviendo a girar mi cabeza hacia el sitio donde estaba el guaperas.
-Tía esta buenísimo pero… no es nada chic.
Roselyn tenía el don de bajar del pedestal a cualquiera. A cualquiera que lo mereciera. Pero yo no sabía del todo si Max merecía que le bajaran del podio todavía.
Estaba allí, hablando con la gente, escuchando, sin querer destacar, sin parecer creído, inmune a todo halago y a toda provocación…
-Una limonada y un Sprite ¿no?- pidió Roselyn señalándome mientras decía Sprite.
Sí, tengo adicciones raras: al Sprite, a los Special K clásicos, a las galletas con leche, a las espinacas, etc.
Podría hacer una lista interminable de mis preferencias alimenticias y no terminaría nunca.
Entonces uno de los borrachos risueños con el pelo rizado se me acercó:
-Mi amigo te invita a una copa- dijo señalando en dirección a su grupito de colegas- Es ese, el de las gafas.
-Pues dile que venga él y me lo diga- me crecí. Hacía tiempo que nadie me tiraba los trastos así que creí que sería una buena táctica para que Max se fijara en mí.
Entonces el borracho risueño con el pelo rizado se fue hacía su amigo. Pude ver que hablaban mientras le tiraba una mirada seductora al chico de gafas que, a pesar de parecer un freaky, a cada paso que daba hacia mí, me gustaba más.
Se le escapaba la risilla floja mientras se acercaba a la barra bajo mi mirada.
-¿Qué quieres tomar?-me dijo al llegar a mi altura
-Quiero tomarte la temperatura- dije acercándome más al individuo
-¿Cómo te llamas?
-Llámame como quieras, pero llámame…- me hice la interesante mientras le tocaba la solapa de la camisa.
El chico rebufaba como si se estuviera poniendo malo, y lanzaba miradas cómplices a sus amigos.
-Yo me llamo John, pero lo nervioso que me estas poniendo no vale ni uno solo de los putos pasos que he dado hasta la barra, así que creo que me vuelvo con mis amigos.
Y me dejó a medias delante de la mirada de mi amiga, que no pudo hacer otra cosa que reírse.
Pero no podía perder de vista a mi objetivo esa noche: Max.
Habían ido a jugar a dardos, así que Roselyn y yo cogimos nuestras bebidas y fuimos a situarnos a un lugar cercano al que ellos estaban.
Mi amiga vio a un conocido suyo a lo lejos y le hizo un gesto levantando la mano para que se acercara a saludarla.
Ese fue el momento que yo aproveché para hablar con Max:
-Oye… ¿Max no es un nombre un poco extranjero? No sé, por aquí no conozco a muchos Maxes- me sentí tonta después de haber inventado ese plural
-No, es que mi padre es catalán, pero mi madre es extranjera, de Estados Unidos. Con mi padre siempre he hablado en catalán y en castellano. He vivido en Luisiana hasta los dieciséis años, que ya vinimos a vivir aquí con mi padre. Pero bueno, allí mi nombre es más normal.
-Vaya… Luisiana, joder… vienes de muy lejos- “obviamente” idiota decían los gnomos cabreados del interior de mi cabeza.
La seguridad y la osadía que había tenido escasos minutos antes con el chico de las gafas, John, se me había perdido enfrente del buenorro de Max.
Entonces apareció sobre el hombro de Max una mano femenina ante mi cara, que fue seguida de una cabeza que salía por detrás del chico.
Era Veruka, la tigresa rusa.
-Ah, hola Veruka… no te había visto…-disimulé.
Al llegar había visto que entre la gente de mi clase se había colado una larga melena rubia, pero no le había visto la cara. Ahora si se la veía y el fuego ardía en sus ojos. Daba miedo.
Max seguía ajeno a cualquier movimiento de Veruka.
Y os preguntaréis porque me da respeto Veruka…
Pues veréis, la chica había llegado de Rusia hacía ya un trienio. Había estado aprendiendo castellano y catalán en mi colegio y, había salido con un chico conocido del colegio. Este chico un día apareció lleno de arañazos y cuando le preguntaron en clase, solo acertó a decir que había intentado dejarlo con Veruka, pero que ella no lo había permitido y que como castigo le había hecho esos arañazos.
Veruka tenía la frialdad de Stalin y el amor por lo material de Victoria Beckham.
Y era posesiva hasta los huesos… aunque eso no le quitaba belleza.
Sus grandes ojos claros y su largo pelo dorado, hacían las delicias de los que la veían pasar por la calle con su esbelto cuerpo adornado con los vestidos de imitación de marca más majos que encontraba los sábados en el mercadillo.
Porque otra cosa hay que decir: Veruka era consumista y materialista, pero no era rica.
Así pues, viendo el panorama, decidí alejarme del lugar y volver con mi amiga.
Cuando volví a buscar a Roselyn, me anunció que se iba a casa de su amigo, que le apetecía tomar a solas con él unas copitas…
La noche fue un chasco en toda regla, si no fuera porque de camino a casa me crucé con John, el chico de gafas.
-¿Vas a tu casa?- le pregunté.
-Sí, y creo que vamos en la misma dirección
Nos pusimos a caminar uno al lado del otro sin intercambiar palabra. Íbamos los dos con las manos en los bolsillos y los pensamientos en la mente.
Caminamos y caminamos hasta que llegamos a mi casa:
-Yo ya he llegado, tendrás que seguir solo…- dije con los humos ya más bajos.
-Sí, yo ya hace tiempo que he pasado mi casa, pero un placer acompañarte.
Y las miradas se quedaron suspensas en el aire.
Yo esperaba que me cogiera en sus brazos y me plantará un beso de película al modo Bogart-Bacall, pero no.
El chico volvió a dejarme a medias y se fue.