martes, 1 de abril de 2008

MAX - Capítulo 2

Max es lo más. Desde que le conozco no deja de sorprenderme. El otro día, la gente de clase le dijo que se fuera con ellos a tomar unas copas. Sorprendentemente, el tío tiene un aguante terrible, pues los tumbó a todos en razones etílicas. Sabiendo yo eso no podía perderme este viernes la cita en el Trivial, mítico bar de la zona Vins de Lleida (véase 1ª temporada del Blog).
Habían quedado en ir allí a beber unas birras y yo con mi parabólica auditiva había captado el mensaje.
No suelo salir por ahí con la gente de mi clase. Con Pablo sí, claro, porque Pablo es una extensión de mi ser como yo del suyo. Nos puteamos a veces, pero sin ninguna maldad.
Cuando toca salir de fiesta siempre opto por compañías ajenas al mundo de mi colegio, pues a mis compañeros ya los veo a lo largo de la semana.
En esta ocasión, decidí que iría con Roselyn, así que la llamé y le dije que la pasaría a buscar por su casa sobre las once y media, pues Max y la gente de mi clase habían quedado a las once, y quedaría muy descarado llegar al sitio a la misma hora y simular que era un casualidad que nos encontráramos.
Así pues, me en galardoné con mi mejor indumentaria y fui a buscar a Roselyn. Juntas dispusimos nuestros pasos rumbo al Carrer Panera. Una vez dentro del bar, nos colocamos en la barra para que el chico que servía nos viera. No suelen tardar mucho, pero como se demoraron un poco aprovechamos para otear el horizonte: muchos melenudos, unos borrachos risueños y allí, al otro lado de la barra, estaba Max con mis compañeros de clase y… una chica a la que solo le veía la espalda!
Todas mis expectativas de ir acompañada a casa se desvanecieron. Me giré hacía Roselyn:
-Mira, es ese, el de la camiseta de… ¿Bob Esponja?- me sorprendí a mi misma volviendo a girar mi cabeza hacia el sitio donde estaba el guaperas.
-Tía esta buenísimo pero… no es nada chic.
Roselyn tenía el don de bajar del pedestal a cualquiera. A cualquiera que lo mereciera. Pero yo no sabía del todo si Max merecía que le bajaran del podio todavía.
Estaba allí, hablando con la gente, escuchando, sin querer destacar, sin parecer creído, inmune a todo halago y a toda provocación…
-Una limonada y un Sprite ¿no?- pidió Roselyn señalándome mientras decía Sprite.
Sí, tengo adicciones raras: al Sprite, a los Special K clásicos, a las galletas con leche, a las espinacas, etc.
Podría hacer una lista interminable de mis preferencias alimenticias y no terminaría nunca.
Entonces uno de los borrachos risueños con el pelo rizado se me acercó:
-Mi amigo te invita a una copa- dijo señalando en dirección a su grupito de colegas- Es ese, el de las gafas.
-Pues dile que venga él y me lo diga- me crecí. Hacía tiempo que nadie me tiraba los trastos así que creí que sería una buena táctica para que Max se fijara en mí.
Entonces el borracho risueño con el pelo rizado se fue hacía su amigo. Pude ver que hablaban mientras le tiraba una mirada seductora al chico de gafas que, a pesar de parecer un freaky, a cada paso que daba hacia mí, me gustaba más.
Se le escapaba la risilla floja mientras se acercaba a la barra bajo mi mirada.
-¿Qué quieres tomar?-me dijo al llegar a mi altura
-Quiero tomarte la temperatura- dije acercándome más al individuo
-¿Cómo te llamas?
-Llámame como quieras, pero llámame…- me hice la interesante mientras le tocaba la solapa de la camisa.
El chico rebufaba como si se estuviera poniendo malo, y lanzaba miradas cómplices a sus amigos.
-Yo me llamo John, pero lo nervioso que me estas poniendo no vale ni uno solo de los putos pasos que he dado hasta la barra, así que creo que me vuelvo con mis amigos.
Y me dejó a medias delante de la mirada de mi amiga, que no pudo hacer otra cosa que reírse.
Pero no podía perder de vista a mi objetivo esa noche: Max.
Habían ido a jugar a dardos, así que Roselyn y yo cogimos nuestras bebidas y fuimos a situarnos a un lugar cercano al que ellos estaban.
Mi amiga vio a un conocido suyo a lo lejos y le hizo un gesto levantando la mano para que se acercara a saludarla.
Ese fue el momento que yo aproveché para hablar con Max:
-Oye… ¿Max no es un nombre un poco extranjero? No sé, por aquí no conozco a muchos Maxes- me sentí tonta después de haber inventado ese plural
-No, es que mi padre es catalán, pero mi madre es extranjera, de Estados Unidos. Con mi padre siempre he hablado en catalán y en castellano. He vivido en Luisiana hasta los dieciséis años, que ya vinimos a vivir aquí con mi padre. Pero bueno, allí mi nombre es más normal.
-Vaya… Luisiana, joder… vienes de muy lejos- “obviamente” idiota decían los gnomos cabreados del interior de mi cabeza.
La seguridad y la osadía que había tenido escasos minutos antes con el chico de las gafas, John, se me había perdido enfrente del buenorro de Max.
Entonces apareció sobre el hombro de Max una mano femenina ante mi cara, que fue seguida de una cabeza que salía por detrás del chico.
Era Veruka, la tigresa rusa.
-Ah, hola Veruka… no te había visto…-disimulé.
Al llegar había visto que entre la gente de mi clase se había colado una larga melena rubia, pero no le había visto la cara. Ahora si se la veía y el fuego ardía en sus ojos. Daba miedo.
Max seguía ajeno a cualquier movimiento de Veruka.
Y os preguntaréis porque me da respeto Veruka…
Pues veréis, la chica había llegado de Rusia hacía ya un trienio. Había estado aprendiendo castellano y catalán en mi colegio y, había salido con un chico conocido del colegio. Este chico un día apareció lleno de arañazos y cuando le preguntaron en clase, solo acertó a decir que había intentado dejarlo con Veruka, pero que ella no lo había permitido y que como castigo le había hecho esos arañazos.
Veruka tenía la frialdad de Stalin y el amor por lo material de Victoria Beckham.
Y era posesiva hasta los huesos… aunque eso no le quitaba belleza.
Sus grandes ojos claros y su largo pelo dorado, hacían las delicias de los que la veían pasar por la calle con su esbelto cuerpo adornado con los vestidos de imitación de marca más majos que encontraba los sábados en el mercadillo.
Porque otra cosa hay que decir: Veruka era consumista y materialista, pero no era rica.
Así pues, viendo el panorama, decidí alejarme del lugar y volver con mi amiga.
Cuando volví a buscar a Roselyn, me anunció que se iba a casa de su amigo, que le apetecía tomar a solas con él unas copitas…
La noche fue un chasco en toda regla, si no fuera porque de camino a casa me crucé con John, el chico de gafas.
-¿Vas a tu casa?- le pregunté.
-Sí, y creo que vamos en la misma dirección
Nos pusimos a caminar uno al lado del otro sin intercambiar palabra. Íbamos los dos con las manos en los bolsillos y los pensamientos en la mente.
Caminamos y caminamos hasta que llegamos a mi casa:
-Yo ya he llegado, tendrás que seguir solo…- dije con los humos ya más bajos.
-Sí, yo ya hace tiempo que he pasado mi casa, pero un placer acompañarte.
Y las miradas se quedaron suspensas en el aire.
Yo esperaba que me cogiera en sus brazos y me plantará un beso de película al modo Bogart-Bacall, pero no.
El chico volvió a dejarme a medias y se fue.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

pobrecilla, la han dejado a 2 velas... U_U bueno, me gusta mas el nuevo diseño que el anterior, mola que le hayas puesto musiquilla.

waiting for the next chapters..

saludos

Kalitro dijo...

"al chico de gafas que, a pesar de parecer un freaky, a cada paso que daba hacia mí, me gustaba más."

¿Perdón? Oiga, hay frikis MUY seductores... alguno, digo yo.

Por otro lado, sólo hay un Max que mole, Max Payne, hala.

Anónimo dijo...

Ei Laura!
Molt bé,m'ha enganxat!llegeixo tantes coses conegudes..!continuaré lleginte, t'afegeixo als links del fotologui val?
cuida't!

PD:ja t'estic recomanant jaja

Anónimo dijo...

este relato es más del estilo de "Al Salir de Clase"

Anónimo dijo...

oye. yo eso no te lo haria en la vida, yo no te dejo tirada para ir a tomar copas....te dejo tirada para irme a dormir....jajaja