viernes, 31 de octubre de 2008

Summer Edition-CAPITULO 27

Una luz cegadora, se apareció ante mí hablando con la voz que doblaba a Danna Scully en Expediente X cuando la daban en Telecinco (años ha):
-¿Qué te pasa hija mía?
-¿Mamá? ¿Eres tú?
-No, lo de hija mía es un decir – lentamente la voz se torno asexual, de esas voces que no sabrías decir si es de un hombre o una mujer… Una voz neutra, robótica…
-¿Quién hay ahí?
-¿No me reconoces?- dijo la voz mientras la luz se hacía más intensa…
-No se acerque más o me va a dejar ciega…- pude ver que era alguien con una linterna muy potente alumbrándome a la cara.
-Perfecto…-i diciendo esto la luz se desplazo hacía la cara del visitante.
-¡Señor Fernán! ¿Qué hace usted aquí? ¿Me ha seguido?
-Llevo años siguiéndote…
-Esto no puede estar pasando, debo de estar soñando…
-No querida… es simplemente que te he visto abatida y quiero ayudarte
-¿Porqué si ya me paga?
-Porque tienes fe…, te he visto antes rezando… ¿a quién le rezabas?
-No lo sé… a…, yo que sé, a la vida…
-Bien, vamos por buen camino- dijo con una cara que hubiera asustado al más valiente. Parecía que se relamía de gusto y los ojos le brillaban en dorado…
-Qué coño… ¿Por qué me mira así?
-Me gustaría saber qué es lo que te impulsa a rezar…
Me quedé como hipnotizada por su mirada. Parecía que se había adentrado en mi mente y me leía el pensamiento. En un momento dado, sacó una daga con una empuñadura rupestre. Quise moverme, pero estaba paralizada… Me hizo un corte en la mano… No podía gesticular y caí en un abismo negro y profundo.



-¿Dónde estoy?
-En mi casa…- era la voz de John.
Tenía su mano en sobre mi frente y me sonreía con la mejor cara que le había visto nunca. Entonces me besó en la boca…
-¿Cómo he llegado hasta aquí?
Y volvió a besarme. Estaba tan estupendo que no pude resistirme.
Aquella mañana, John y yo volvimos a hacer el amor, esta vez al ritmo de Pink Floyd… Sonaba Time mientras nos quitábamos la ropa y parecía que el tiempo iba a pararse en cualquier momento.
Le abracé de tal forma que me quedó la mano derecha a la altura de mis ojos… Tenía una enorme cicatriz de un corte.
Toda la sensualidad del momento desapareció.
-¿Qué coño es esto, John?
-Es mi salvación…
-No entiendo nada- me quejé indignada- ¿Cómo que tu salvación?
-¿Qué más te da? Es un corte de nada… y has conseguido que yo este así de bien.
-Eres un poco egoísta ¿sabes?



Desperté en el jardín. La Nicole me sacudía…
-Tía, llevo horas buscándote- parecía que se iba a poner a llorar- me tenías preocupada… Hace dos días que no sé nada de ti
-¿Qué? ¿Qué día es hoy? ¿Cuánto he dormido?
-No lo sé… pero no me vuelvas a hacer algo así…- y puso cara de pena- Me ha dado un canguelo volver aquí… además, yo sola…
La abracé.
-Gracias Nicole, eres la mejor.
Mi amiga me acompañó a casa. El verano se acababa y mi guarida estaba hecha una mierda… Entre las dos, decidimos limpiar antes de que llegaran mis padres. Terminamos justo una hora antes…
-Hola hija, hola Nicole… ¿qué estáis haciendo?
-Nada mamá, aquí viendo la tele como buenas personas…
-Había una carta para ti en el buzón- dijo cediéndomela- Toma…Cuando cogí la carta, pude verme la mano derecha en la que tenía una cicatriz enorme que se confundía con las líneas quirománticas…

miércoles, 29 de octubre de 2008

Summer Edition-CAPITLO 26

Decidí quedarme con John el resto del día. Llamó la Nicole varias veces, pero el móvil había quedado desterrado a las puertas de la habitación y no me apetecía moverme de la cama en la que me hallaba y, muchos menos, separarme de la persona con la que estaba.
Las horas se perdieron en el reloj y cuando quise darme cuenta ya había anochecido. John no hablaba, parecía haber enmudecido y gemía de vez en cuando aprobando o reprochando algún gesto o alguna caricia. Nos mantuvimos abrazados mientras corría el tiempo y yo quería pararlo.
Le tenía allí, la cabeza sobre mi pecho, tan indefenso, con el pelo tan sucio como de costumbre… Aún no había podido verle bien, pero al tacto fui deduciendo su estado.
Cuando me cansé de aquella estampa tan Romeo y Julieta, me incorporé en la cama. John intentó retenerme un rato más.
-No, hay que moverse de aquí o nos podriremos en esta madriguera- le aclaré.
Entonces me di cuenta de lo podrido del panorama. Todo olía a viejo, todo estaba sucio, no había luz…
Si pretendía que John se recuperara, debía poner orden a su vida, empezando por su casa.
-No hace falta que te muevas, cielo. Voy a ir al OpenCor de abajo a comprar unas cosas…- al oírme, me sentí ridícula.
¿Qué cojones era eso de “no hace falta que te muevas, cielo”? Por un momento, se me pasaron por las reacciones de mis amigos si me vieran… eran patético, así que añadí un toque de color.
-Esta noche cenarás… como los humanos.
Aquella frase no había nacido de mi cerebro, no era capaz de tal crueldad, pero era lo que a Nicole le hubiera gustado oír y se lo debía. Me lo debía a mi y se lo debía también a John, pues él no había tenido ningún miramiento conmigo.
Bajé al OpenCor y compré pan Bimbo y paté, pues no creí que un vampiro desdentado pudiera masticar mucho más. Mientras paseaba entre los estantes del supermercado y sonaba por el hilo musical In The Name of Love de U2, se me pasó por la cabeza llamar al Jesús Segura para decirle que había dado con el vampiro. Intenté borrar esa idea de mi cabeza, aunque me persiguió persistentemente durante un rato.
Había cogido las llaves de casa de John y con un par de bolsas con comida y utensilios de limpieza, subí en el ascensor.
Cuando llegué a la habitación, John seguía en la misma situación, ni siquiera se había movido de donde le había dejado. Empecé a plantearme que tal vez estaba muerto y se me heló la sangre…
Intenté tomarle el pulso pero no se lo encontraba. Luego recordé que los vampiros no tienen pulso…
Toda aquella oscuridad me hacía sentir insegura, así que busqué el interruptor y dí la luz. Lo que vi fue espeluznante: John parecía una cadáver, con la boca ensangrentada y entreabierta.
Le tumbé en una posición cómoda e intenté abrirle los ojos.
-¡John, aletargado de mierda, vegetal!- grité como para despertarle.
Aproveché para darle el par de guantazos que no le había dado en su momento. Al tercero, me cogió la mano con una fuerza inusual para la piltrafa en que se había convertido.
Entonces abrió los ojos: aquellos ojos parecían de cristal, incluso se movían como los ojos de cristal… Pareció que iba a decir algo y puse toda mi atención:
-Apaga la puta luz- emanó débilmente de sus labios.
-No puedes verla, John, estas ciego…- el máster hubiera estado en este momento muy orgulloso de mí.
Me pareció como si una triste lágrima emanara del ojo izquierdo de John. Me recorrió un sentimiento de culpa enorme, tanto que por mucho que rezara, sabía que no iba a salvarme de las llamas del infierno.
-¡Perdóname!¡Tienes que perdonarme!¡Perdóname!- y seguí gritando en forma de cantata hasta que no pude más y volví a caer en el llanto.
Me costaba mucho ver a John de aquella manera….
Decidí que aquella noche dormiría allí y mañana me ocuparía de redimir mis pecados.
Desperté a la mañana siguiente en los brazos de John. Me había dejado sangre seca en la frente y me daba mucho asco, así que me zafé de su abrazo y corrí a buscar el Wc.
Cómo soy experta en perder, abrí todas las puertas antes de dar con el baño. Me acerqué corriendo al lavamanos, con los ojos entrecerrados porque acababa de despertarme y, al poner las manos bajo el grifo ví algo asqueroso: había dos colmillos ensangrentados en el desagüe… En aquel momento me quise morir. Desea por encima de todo, enmendar mi error y me repetía a mi misma que ojala no hubiera pedido aquel deseo.
Eché mi meada matutina, me enjuagué la boca, me lavé la cara inclusive la sangre seca y como una histérica me puse a limpiar la casa.
Limpié y limpié hasta que todo relucía. John me observaba desde un rincón tapado con una manta que le había echado sobre los hombros, acurrucado en el sofá.
Me daba tanta verle en aquel estado que casi se me olvidó que tenía una cita con el editor.
Le hice un sándwich con todo el cariño del mundo y se lo dejé en la cocina. No quise mirar las llamadas perdidas de mi móvil. Me duché y me fui, cogiendo las llaves de John para volver luego a su casa.
Antes de nada llamé a la Nicole:
-Espero que tengas alguna explicación medio razonable para no haber cogido mis llamadas…- me dijo mosqueada.
-Lo que voy a decirte, no te va a gustar en absoluto…- amenacé.
-Has estado con John ¿no?- contestó sobradamente- Ya no me sorprende nada de ti…
-Pero lo que sí va a sorprenderte es otra cosa- concluí dejándola con una intriga a la que no se podía resistir.
-Hacemos un peta y mientras me lo cuentas…
Asentí y prometí pasarme por su casa. Necesitaba hacerme un porro… mejor dicho, necesitaba muchos.
Piqué al timbre y la Nicole ya tenía dos petas liados.
-Gracias tía, voy con un poco de prisa- le dije como saludo.
Fuimos a fumar al comedor: se lo expliqué todo con pelos y señales. Mi amiga me reprochó y reprochó que me estuviera haciendo cargo de alguien que me había tratado tan mal, me reprochó que con él hiciera todas las excepciones del mundo, pero aún con eso me compadeció por lo colgada que estaba de aquel tío feo y roñoso que, ahora, encima era un vampiro.
Me fui en cuanto terminé de fumar a mi cita con el editor.
Los porros me ayudaban a inspirarme cuando nada fluía de mi imaginación.
En la misma mesa, en el mismo sitio de siempre, me estaba esperando el editor.
Reinventé mi historia sobre el héroe legendario de manera que pudiera agradar a un personaje tan opaco e impenetrable como era Lucas Fernán. La improvisación le gustó tan poco como a mí, pero insinuó que tal vez no había pasado suficiente tiempo desde la última cita que habíamos tenido.
Salí asqueada de nuestro cara a cara. Es verdad que el señor Fernán no empezó con su misticismo ni sus dudas existenciales sobre la humanidad, pero su mirada me molestaba. Parecía como si me juzgara, como si supiera de qué iba mi vida, como si me analizara rollo Terminator.
Encendí un cigarro antes de salir del Antares y despedirme del editor.
El tiempo estaba revuelto e incluso parecía que iba a llover. Aún así, dirigí mis pasos por el Carrer Major para que alejaran más allá por la Avinguda del Segre, en dirección a La Mitjana.
Sentía en mi fluir una fuerza especial que supuse que era de entre disgusto, cansancio y el peso de la culpabilidad y la responsabilidad.
Ya estaba oscuro cuando llegué al Parc Natural de La Mitjana. No llevaba linterna ni nada con lo que alumbrarme, así que me guié por intuición. Cómo una ciega (sensación que solía obtener a base de estupefacientes), me moví por dentro del bosque buscando esa pared de piedra que me diera respuestas.
Cuando lo encontré, fui directa a la salvia. Me comí una hoja. Luego dos y tres, pero no sucedía nada. No venía ningún espíritu del bosque, nadie contestaba a mi llamada, así que no me quedó otra que clamar al cielo por la vida de John, por su salvación.
Así que frente a las ninfas, recé y recé toda la noche hasta grabar mi silueta que una tímida luna reflejaba en el suelo. Y rezando me dormí.
Pero algo me despertó de repente.

martes, 28 de octubre de 2008

Summer Edition-CAPITULO 25

Ni corta ni perezosa, al día siguiente volví a llamar al máster.
-Tío, me cabrea mucho que me des esa idea y luego no mandes a tu secuaz a rescatarme- le reproché.
-¿Mi secuaz? ¿Te refieres a John?
-No, a J.R.R. Martin, no te jode.
-Pues verás… creo que John no esta muy bien.
-Eso ya lo sabíamos desde el principio – dije bromeando- Tras esas gafitas no podía ocultarse nada bueno.
-Creo que deberías ser tu quien fuera a echar un ojo esta vez- me pidió el máster.
Me quedé en silencio sin saber que decir. De todas formas, me apetecía verle para poder espetarle lo mucho que le odiaba y lo mal que me caía, pero sobre todo, echarle en cara el daño que me había hecho.
-Vamos, no seas perra…- dijo el máster al ver que me quedaba callada.- Creo que ya sabes donde vive.
-¿Dónde siempre?
-Sí.
Colgué el teléfono a toda prisa y me vestí en la mitad de tiempo que de costumbre. Aunque iba a ver a John después de mucho tiempo, no me importaba mucho mi aspecto. “La dignidad y la integridad las llevas por dentro” me repetía para sentirme mejor.
Mientras me dirigía a casa de John por la calle Dr. Fleming iba ensayando mi discursito: “Hola, vengo a tomarme una copa cortesía de tu merced” no, no, no, suena muy del siglo de oro. “Hola, soy yo, vengo a ver si te has muerto ya”. Sí, eso sonaba bien.
Una vez en su portal, me fumé un porro antes de subir a verle, por si me fallaban los nervios y me lanzaba sobre él directa a la yugular, o le partía a la cara o simplemente ardía en deseos de arrancarle la ropa.
Cuando lo tuve todo dispuesto, llamé al interfono.
Como respuesta, la puerta se abrió. Una lástima: ya había preparado mi voz para parecer la chica que pica y dice “correo comercial” con ese tonillo repelente.
Subí por las escaleras para que me subiera más el ciego. Cuando vas con algún que otro porro encima, el hecho de hacer ejercicio te deja en las nubes.
Curiosamente, la puerta del piso de John estaba abierta.
Estaba segura de que John me estaba esperando con una estratagema a lo galán de cine de la que no podría escapar. Era un chico astuto…
Entré con toda la cautela que me fue posible con el subidón que llevaba. El piso olía a cerrado, a muerto. Sé oía el sonido de un sintonizador de televisión de los años 20…
Apenas recordaba aquel piso de la última vez que había estado allí. Ahora me parecía mucho más oscuro a pesar de que era mediodia, las paredes estaban pintadas con el método gotelé, un gotelé que rascaba con solo mirarlo…
Seguí caminando a tientas por el pasillo hasta que llegué al comedor, que ya me era conocido. La puerta de la habitación de John estaba abierta, aunque no había luz en el interior. Mirando al suelo para abrir con sigilo, me percaté de que había un camino de gotitas de sangre que se perdían en el oscuro pasillo.
-¿John?- pregunté.
Noté una presencia a pesar de que no veía nada. Oí como si algo se moviera y salí de la habitación cerrando la puerta, pero algo hizo de tope.
Una mano blanca, semi-decrepita, se aferraba al marco para que no pudiera cerrar. Se me ahogó el grito de diva al darme cuenta de que aquella extremidad era la mano izquierda de John.
Tome la mano que desfallecía de fuerza y seguí palpando y subiendo por lo que parecía un brazo, muy delgado. Aterrorizada saqué mi móvil para alumbrarme un poco y lentamente fui descubriendo a John: una camiseta azul y amarilla, como de uniforme de colegio, unos hombros huesudos, una barbilla llena de sangre seca…
No pude seguir mirando porque los ojos se me llenaron de lágrimas. Abracé aquel cuerpo moribundo y quise pedirle mil perdones pero no me salían las palabras. Había estado equivocada: el vampiro era John.

lunes, 27 de octubre de 2008

Summer Edition-CAPITULO 24

En un primer momento pensé en llamar a Ángel, pero estaba segura de lo que había visto y no me iba a tragar mi orgullo. Además, yo no había hecho nada malo. Tampoco podía llamar a la Nicole porque se cagaría de miedo, así que solo me quedaba por llamar al master.
-Master… estoy perdida en el mundo.
-¿Qué te pasa pequeña padawan?
-Tienes que ayudarme a resolver un enigma… uno más.
-¿Qué ha pasado?
-¿Te acuerdas del jardín del que hablamos?
-No tía, no me hablasteis de ninguna mierda de jardín.
Le conté toda la historia desde los tiempos de los dinosaurios. Me cagué en mí por no habérselo contado antes, pues gasté todo mi saldo y tuvo que llamarme él para seguir escuchando la historia.
Le conté hasta lo de los cadáveres…
-Eso es en La Mitjana ¿no?
-Sí…
-Dicen que allí hacían ritos satánicos…
Se hizo el silencio.
-¿Master? ¿Sigues ahí?
Una risa malvada al otro lado de la línea me desvelaba que se estaba riendo de mi y bromeando.
-¿Qué puede ser? ¿Qué hago?
-Nena, haz como John Locke… Busca rastros
Así pues colgué y me puse a buscar indicios de lo que podía haber pasado. Caminé mirando al suelo por si encontraba algo… Durante largo rato mi vista se perdió entre matojos y hierba seca hasta que me pareció ver algo negro entre unas plantas que casi estaban ya podridas.
Lo cogí con la mano derecha y lo examiné. Era la tapa de un objetivo de cámara de video, de las grandotas, las que se usaban en el cine… Oliéndome la situación miré más atentamente a mi alrededor…
El palo de una pértiga de micro, caminaba tras el muro del jardín…
Salí corriendo para poder hablar con quién lo portaba.
Un tío vestido de negro con una gorra, caminaba con el palo en el brazo.
-Ei, oye, tú- le grité de lejos…
El tío se dio la vuelta: era muy rubio, un rubio casi nórdico.
-¿Hablas mi idioma?- le pregunté cuando estuve a su altura.
Negó con la cabeza.
-Eehh, you loose that thing inside the garden- le dije con mi inglés churrutero mostrándole la tapa del objetivo.
-¡Oh, thank you!- me respondió.
Cuando fue a coger la tapa del objetivo se le cayó la pértiga, pero como no había fumado en todo el día tuve los reflejos suficientes para cogersela.
El tio resopló en plan “¡qué susto!” y le respondí con una sonrisa amable.
Le mostré como se plegaba la percha y me invitó a que le acompañara a la furgoneta donde estaba cargando el material.
Cuando llegamos había un grupito de gente fumando… y esperando que alguien allí hablara en catalán o en castellano, me acerqué.
-Alguien debería explicarle a ese muchacho como se dobla una percha de micro… puede romperse, incluso hacerse daño él.
-Tienes razón… - dijo un tío con pinta de chulo de playas- por cierto… lo siento, pero no pudimos encontrar a los propietarios del jardín para pedir los permisos de rodaje y grabación.
No contesté, pero mi cara de duda le hizo continuar con su explicación, no sin antes preguntar si el jardín era mío.
Tras contestarle que sí, siguió.
-Verás, hemos rodado una coproducción catalano-finlandesa de una película gore…- dijo muy didácticamente
-No tenía ni idea…-contesté asombrada.
-Bueno, pues alguien nos habló de este sitio y queríamos pedir los permisos, así que fuimos al Ayuntamiento, pero allí nos dijeron que este jardín, justo este que está dentro del parque natural, es de propiedad privada.
-Vaya…- dije de buenas a primeras y luego intenté disimular - Claro… es mío.
-Mmmhh, ¿te importa que hayamos rodado en él?- es que verás, hace unas semanas tuvimos que grabar una toma nocturna…-yo escuchaba atentamente- y había allí dos personas durmiendo…
Recordé entonces la noche que había pasado allí con Ángel pero enseguida volví a la explicación del chulo de playas.
-… Como estaban tapadas por la vegetación y tal, no quisimos molestarlas, así que grabamos la toma con ellos allí…
-Fantástico, y… ¿Cuándo estrenáis la peli?
-Pues no creo que la estrenemos: un par de pases en el Café de l’Escorxador cuando termine la post-producción y otro par allí en Helsinki.
-Me gustaría ver esa película, ya que sale mi jardín- me excusé- ¿Podrían avisarme cuando la proyectaran?
Tras una afirmación positiva, me fui más contenta que unas pascuas a casa de la Nicole. Le expliqué lo que había ocurrido y resolvimos en que teníamos que volver a arreglar el jardín. No quedaba ni rastro de su novio, ahora difunto… pero tampoco había ni rastro de pena en mi amiga. Porque aunque no la conozcáis, la Nicole es fantástica y puede con todo…
Ella me propuso que llamara a Ángel para decirle lo que había pasado y para que se lo explicara y me disculpara. La verdad era que me apetecía…
Le llamé y quedamos en mi casa. Salí escopeteada con la bici de casa de mi amiga. Limpié lo que pude de mi humilde y sucia morada para que Ángel lo viera medio limpio.
Cuando picó al interfono, yo ya estaba peripuesta y acicalada.
Él traía la cena del restaurante chino Internacional, el que hay en Bisbe Ruano.
Tuvimos una velada de lo más agradable y distendida: le hablé de todo lo que había pasado, cenamos, bebimos, pero luego, se fue…
No hubo caricias, ni besos, ni arrumacos…
Sus últimas palabras conmigo fueron: Lo siento, aún eres demasiado rara para mí… Te llamaré un día de estos…
Aunque en el fondo sabía que no lo haría…
Me fumé un par de porros que me ayudaron a pasar el mal trago y me quedé dormida.
Entonces sonó mi móvil… ni siquiera me levanté para cogerlo. Una segunda llamada: seguro que era algo importante.
-MASTER llamando… - leí en la pantalla y descolgué.
-Ya me ha dicho la Nicole que has arreglado el asunto del jardín…
-Sí, gracias por tus consejos… eres el mejor- le agradecí- y ¿cómo que has hablado con la Nicole? ¿Te ha llamado?
-No, la he llamado yo porque tenía que daros una noticia.
-Dispara bandido, que estaba durmiendo y me has desvelado…
-Voy a ser papá.
Colgué, me vestí y me largué al Blackberry a pillarme un pedo como nunca.
A mi llegada, me sirvieron un Cosmopolitan sin pedirlo. Lo agradecí a media voz.
Esperaba que llegara John, aunque no tenía ningunas ganas de verle. Pero las horas pasaban y mi héroe no llegaba.
Tras cinco Cosmopolitans se me había hecho la hora de cerrar y tenía que irme sola, borracha y sin pasta a mi casa.
Al llegar, caí rendida en la cama, sorprendiéndome de cómo había conseguido llegar hasta allí y abrir la puerta sin problemas.
La cólera y la rabia, se había bebido los grados del vodka y el Cointtreau de mis combinados. Me dormí antes de que me diera tiempo a pensar nada más.

Summer Edition-CAPITULO 23

-Mierda, mierda mierda…- dijo Ángel subiendo cada vez más el tono de voz.
-¡¡¡AAAAHHHHH!!!- grité como una diva.
-¿Qué coño es esto?
-No lo sé tío, nunca habían estado aquí… anoche no estaban- dije histérica.
-Dios, creo que hay más de uno…
-¿Qué? ¿Dónde?
-Allí… -dijo Ángel señalando un helecho.
Seguí el dedo de mi compañero, pero en el recorrido de mi mirada, se fueron perfilando uno, y dos, y tres, y hasta cuatro cadáveres.
-Tenemos que irnos de aquí, ahora Ángel- le ordené en imperativo mirándole a los ojos muy seriamente.
-¿Es una broma o qué?
-¡Yo sé lo mismo que tú!
-Pues hay que llamar la policía
-¿Te estás oyendo?- le recriminé- A la policía tenía que haber llamado yo el día que me atropellaste y me acosaste…
-¿Perdona?- empezaba a cabrearse – Yo nunca te he acosado, ni mucho menos, ni siquiera te he pedido que te acostaras conmigo…
No sabía porqué estaba tan cabreada con él, pero no me apetecía decirle nada agradable. A la luz del día todo parecía más terrenal y menos idílico.
-Mira tía, si vas a venirme con estas estupideces y estas cosas raras que haces… yo me voy- y sacando el móvil añadió-. Ah, y te ha salido mal la broma, voy a llamar a los Mossos d’Esquadra.
Le quité el aparato de las manos y lo lancé lo más lejos que pude fuera del jardín, donde la vegetación se comía todo objeto que osara adentrarse en ella.
-¿Estás loca? ¿Quién te has creído que eres?
-Mira, lo siento Ángel…- intenté disculpar mi conducta- No puedes llamar a la policía...
-No, ahora esta claro que no, acabas de mandar mi móvil a tomar por culo – dijo ya gritándome.
-No me grites…- me sentí fatal y le cogí la mano- Puedo comprender que no entiendas nada de lo que esta pasando y, de hecho, yo tampoco entiendo realmente que es todo esto…
Ángel me soltó la mano con un gesto brusco.
-Llámame cuando madures.
Y se fue.
Me había negado a que llamara a la policía porque habíamos plantado marihuana en el jardín y porque aquél me parecía un sitio que ya era mío y el cual yo debía proteger.
El master, al que a veces llamábamos Conan Rey de Aquilonia, me había enseñado a proteger mi territorio partida tras partida y ahora tenia la oportunidad de experimentarlo en la realidad en lugar que a través de un juego de rol.
Pero tenía demasiadas dudas de cómo hacerlo esta vez…
Y allí estaba yo: más perdida que una aguja en un pajar lleno de cadáveres pensando cual era la siguiente prueba de la misión.
La primera resolución fue la de salir del jardín sin mirar mucho a mi alrededor, porque estar rodeado de muertos da mucho miedo… y más si estas solo…
Caminando por La Mitjana le dí un poco al tarro: tal vez el vampiro había descubierto mi paradero y quisiera vengarse de mí, tal vez Nicole había querido gastarme una bromita…
Mientras pensaba, mis pasos me llevaron hasta mi casa.
No sería unas semanas más tarde cuando decidiría actuar después de que la Nicole me llamase mientras estaba degustando un tabaco de melocotón que me habían traído de Turquía unos amigos.
-Tía, mi novio se ha derretido…
-¿Cómo? ¿Qué?
-Sí, claro, espérate que contextualizo: mi novio, el rastitas del jardín, acaba de deshacerse en la cocina de mi casa.
-Pero ¿literalmente?
-Sí, tía…
-¿Y no estás triste?
-No, la verdad es que ya me cansaba un poco…- dijo quitándole peso al que siempre había sido su problema: aburrirse.
-¿Le has envenenado o algo?- pregunté medio en broma, haciendo referencia a sus tendencias asesinas.
-No neni, yo nunca haría eso… ¿Porqué se habrá derretido?
Mi cabeza se puso a maquinar. Yo hacía varias semanas que no pasaba por el jardín y no sabía si ella había ido a cuidar de las plantas. En todo caso, no me había hablado de los cadáveres, así que supuse que no había estado allí y no quise alarmarla ni que viniera conmigo.
La Nicole es muy sensible al terror. Le dan mucho miedo las pelis del género… aunque en el fondo le gustan tanto como a mí.
-Yo de ti no me preocuparía por tu novio desecho, bárrelo y echa algo de desinfectante en el suelo por si acaso – esa fue mi excusa para poder colgar e ir a saciar mi curiosidad a La Mitjana.
Me cogí una chaquetita y, decidida y segura de mí misma, puse el turbo en la bici hasta la puerta de nuestro jardín secreto.
Cuando llegué, tirando mi pobre vehículo contra la pared, abrí la puerta…
Ya no había ningún cadáver i el jardín ya no tenía el aspecto de vivo con el que lo vi la última vez que había estado con Ángel allí.

miércoles, 22 de octubre de 2008

Summer Edition-CAPITULO 22

Desperté al día siguiente habiendo dormido demasiado. Ya tenía el estómago y la cabeza más apaciguados. Me sentí con ánimo de comprobar si las sospechas que se habían despertado en mí la noche anterior eran ciertas: ¿Era Ángel el vampiro? ¿Era real lo que veíamos o vivíamos en el extraño jardín secreto que nos habíamos agenciado? ¿Me sentiría bien o mal si hubiera acabado con el vampiro?
Me dispuse a darle respuesta a esas preguntas, por orden, una tras otra. Pero antes de enzarzarme de lleno en la nueva aventura y mis pesquisas, debía hacer algo normal, con sentido común, para no perder la cabeza.
Se me ocurrió ir a mirar a la cocina para ver si faltaba algo de comida. Había de todo lo necesario para saciar mi hambre cuando me entra la gula después de fumar: magdalenas, sobaos, chocolates varios, té, SevenUp, quesitos Kiri, palitos de pan, patatas varias, palomitas, jamón dulce, queso y más queso…
Voilá! Me faltaba el pan Bimbo, que es untable con todo tipo de cosas y que te permite hacer sándwiches de todos los colores.
Me calcé y me puse la ropa para salir de casa. Cogí las llaves y el dinero y me propuse ir a comprar el bienamado pan Bimbo con todo el sentido común que la situación requería.
No había puesto un pie en la calle cuando me asaltó una visión: el culo de un Honda Civic rojo estaba estacionado enfrente de mi portal.
Con precaución, saqué primero la cabecita para mirar lo que me esperaba: perder el sentido común con el que me había levantado.
Alguien me tapó los ojos por detrás… Llevaba algo en la mano que me rascó y me zafé del abrazo...
-¿Qué coño…?- dije mientras intentaba ver quien me había tapado los ojos.
Era Ángel. Casi no reaccioné. El sol me daba de lleno en la cara y no le veía bien del todo…
Le abrí la boca para comprobar que tenía todavía los colmillos en su sitio y le quité las gafas de sol para corroborar que no estaba ciego y que sus ojos eran normales.
Entonces le agarré con fuerza la cara y le besé, con pasión, alegrándome de que no fuera él el vampiro, alegrándome de no haberle hecho daño… El momento perfecto para decir “Gracias a Dios que estás vivo”, como las madres en las películas de niños secuestrados.
Mientras le abrazaba con todas mis fuerzas, pasó una nube que tapó el espléndido sol que brillaba en el cielo y eso me hizo pensar: si Ángel no era el vampiro… ¿entonces quién? ¿Existía realmente tal criatura?
Seguramente todo era producto de mi imaginación y había fumado demasiados porros hasta la fecha.
Cuando conseguimos separarnos, pude ver que Ángel portaba consigo una rosa…
-Esto... es para ti- dijo tímidamente.
-Eh… gracias- la situación me había descolocado un poco, pero enseguida reafirmé mi mente- ¿Qué haces aquí?
-Pues verás, ayer cuando me llamaste, me quedé preocupado por si estabas bien, así que cogí el coche y me planté aquí…
Yo seguía su explicación desde muy cerca…
-Como todavía era de madrugada, he estado paseando por aquí y he visto un rosal y me he dicho “Voy a regalarle a mi Mademoiselle una rosa para que se sienta mejor”.
El cielo se abrió quedando despejado… Ángel, era realmente un ángel…
Había venido a salvarme con todo el cariño y la ilusión del mundo y yo, egoísta y patética, había estado dejando vagar mi mente por los inhóspitos parajes de la locura en la que me estaba viendo rodeada.
Tras esta reflexión, le dije a Ángel que me llevara lejos, muy lejos…
Rodamos por la carretera hasta Torrefarrera, dónde habita mi amiga Pablo (ver capítulos de Max). Este no estaba en casa, así que le dije a Ángel, que me llevará hasta la Pastisseria dels Germans Ribes, donde hacen un pastel de crema quemada y pasta de hojaldre que te mueres.
Compramos un pastel y tras eso, me llevó a comer al La Tagliatella, un Ristorante Pizzerie desde el que, para lástima mía, podía verse el portal del piso de John.
A pesar de que hacía un día estupendo, le propuse a Ángel que nos acomodáramos dentro, soltando como excusa que la Plaça Ricard Vinyes es un sitio muy céntrico y seguramente pasaría gente a la que no me apetecía saludar. Y de todas formas, no era del todo mentira.
Tuvimos una comida íntima e interesante, pero esta vez, la acompañamos con lambrusco.
Cuando llegaron los postres (deliciosos), ya empezaba a notar la chispa del alcohol en mis mejillas. Mis manos se habían unido a las de mi acompañante y solo podía mirarle a los ojos: unos ojos que cambiaban de color según la luz, ahora eran verdes, ahora marrón claro… Tenía unos ojos preciosos en los que nunca había reparado.
-Ángel…- dije su nombre melosamente.
-Dime…- contestó levantando la cabeza
-Quiero enseñarte algo…
-¿Aquí?
Negué con la cabeza.
Me apetecía compartir con él el secreto del jardín, aunque no sabía lo que pensaría de mi si se lo mostraba.
Pagamos la cuenta y volvimos al Civic. Le dije que condujera hasta el sitio dónde nos conocimos.
Por unos momentos, creí que le rondaban pensamientos eróticos por la mente, mezclados con el suspense de que no sabía todavía lo que iba a enseñarle…
Pero si a él le rondaban pensamientos guarros, yo ya andaba merodeando por los reinos de Morfeo con los ojos abiertos…
Pensaba en casarme con él, vivir juntos, tener una vida estable y normal… en definitiva, convertirnos a los dos en la pareja ejemplar.
Cuando llegamos al sitio, cogí el pastel que había guardado en el asiento trasero.
-¿Nos vamos de picnic?- preguntó impaciente.
-Ya lo verás…
Nos adentramos en el bosque entre la maleza. Íbamos cogidos de la mano y yo le llevaba a él…
-¿A dónde vamos?
-Déjate llevar, Ángel…
Entonces llegamos a la puerta y la abrí triunfal.
Cómo por arte de magia, había aparecía una capa de hierba verde y luminosa cubriendo el jardín. Había plantas que ya empezaban a brotar. La naturaleza era preciosa y la Nicole había hecho un buen trabajo en pago por su deseo cumplido.
Lié un peta y lo encendí. Luego se lo pasé a Ángel que, para sorpresa mía, lo aceptó y fumó conmigo.
Me pasé horas contándole la historia del lugar y todo lo que allí había pasado. Más tarde nos entró hambre y nos sentamos en las escalinatas de las ninfas a comernos el pastel.
Las horas pasaban demasiado deprisa y estaba disfrutando del momento. No quería que Ángel se separara de mí…
-Cariño… ¿nos quedamos a dormir aquí?- propusé
-Cómo quieras, pero déjame ir a buscar una manta al coche, que cuando caiga la noche plena, nos vamos a helar…
Le dejé ir con una sonrisa en los labios mientras me encendía otro porro.
No le esperé despierta. A las tres caladas, me invadió la morriña y me quedé dormida allí en una postura extraña que luego se fue tornando en normal.
Unos momentos más tarde, noté la presencia de Ángel, que me tapaba y se abrazaba a mí.
Nos quedamos dormidos como lirones…Y despertamos de madrugada ¡con un cadáver encima!

lunes, 13 de octubre de 2008

Summer Edition-CAPITULO 21

Las semillas de marihuana me habían sentado fatal… Me dolía horrores la cabeza y lo peor de todo es que aquella misma tarde-noche, había quedado con el señor Fernán y con todo lo que me había pasado últimamente, no había podido escribir.
La cita iba a tratar dudas que tuviera, problemas con lo que había redactado… la cuestión es que no tenía ningún material que enseñarle al editor y, para colmo, ya había empezado a gastarme el dinero que me había dado por adelantado.
Tenía que inventarme algo, rápido, de algún modo. Tenía que convencer a Lucas Fernán de que la historia ya estaba en mi cabeza y había empezado a trabajar sobre una idea.
En un visto y no visto, me encontré en casa de la Nicole con esta vendándome la mano que me había magullado con las ortigas. Minutos después estaba en el Antares sentada frente a un Nestea y con el señor Fernán esperando que de mi boca salieran unas palabras que yo no tenían ni siquiera en mente.
-El tiempo pasa muy rápido…- dijo el editor con una mueca maliciosa que me heló la sangre.
Sus ojos brillaban con un fulgor inesperado.
-¿Qué quiere decir con eso?- intenté hacer tiempo y mostrar tranquilidad.
-Tenemos un trato ¿recuerdas?- dijo señalándome la cartera donde supuse que guardaba mi contrato.
-He empezado a trabajar sobre algo- mi temor crecía a medida que las palabras fluían. No tenia ni idea de lo que iba a inventarme.
-Aha, y ¿de qué se trata exactamente?
La cabeza me daba vueltas, me iba a un 200% de rendimiento total y estaba empezando a marearme, ya que en el interior del Antares en verano hace un frío para morirse.
A pesar de eso, Lucas Fernán llevaba puesta su impecable americana y parecía no notar lo caldeado del ambiente. Mostraba una pasividad y una tranquilidad que, contrariamente a relajarme, me ponía cada vez más nerviosa.
-Del fin del mundo- salió de mi boca.
-Interesante- dijo jugando con sus dedos largos.
En esa posición, con esa mirada, parecía el mismísimo demonio.
-Sí, verá, la gente palpa más la fe cuando ve cercano el final…
-Omnes vulnerant, postuma necat…
-¿Me ha tirado mal de ojo o algo así?- intenté romper el hielo y ser simpática, a ver si así, el editor se apiadaba de mí.
Lucas Fernán pareció no oírme o, mejor dicho, ignoró mi estúpido comentario.
-Y… ¿qué sucede en el fin del mundo?
-Pues… que… la gente se desespera, y lucha en vano, pero… nace un héroe dispuesto a salvarles, a sacrificarse por el mundo… como Jesús.
-Entonces ¿es una reproducción de La Biblia?
-Todos los libros son un poco La Biblia, señor Fernán- me crecí.
Ya sabía más o menos por que lugares podría vagar mi mente durante aquella entrevista.
-Es más bien una historia épica- continué- el héroe legendario en si es un poco un antihéroe…
-Me gusta tu estilo, sabía que podrías hacerlo- y el rostro del editor, que hacía unos minutos parecía oscurecer el antro, volvía a tener una iluminación normal.
-¿Le parece bien que siga desarrollando a ese nuevo Jesucristo Antisistema?- pregunté torpemente.
-Sí, vía libre Mademoiselle…
Buff, me sentía liberada.
Salí del Antares con menos peso encima y, el haberme comido las semillas, ya no me parecía tan malo… Entonces me miré mi mano vendada y recordé que ya había gastado mi deseo.
“Mierda”, dije para mis adentros.
Cogí el móvil y me dispuse llamar a Ángel para corroborar la tontería que acababa de hacer aquella misma tarde.
Al otro lado de la línea alguien descolgó. Se oía una voz que parecía lejana al aparato. Era el tono de voz de Ángel pero, no pude discernir lo que decía.
Me pegué más el móvil al oído por la parida de escuchar mejor, aunque no funcionaba. Entonces pude enterarme de una frase:
-No veo nada…
Colgué el teléfono y me fui corriendo hacía mi casa, pues se me había hecho tarde y ya tocaban las dos de la madrugada.

viernes, 10 de octubre de 2008

Summer Edition-CAPITULO 20

Al día siguiente, la Nicole y yo, nos despedimos del master habiendole explicado todas las novedades: mi amiga explico lo del deseo del hombre y yo mi ligue vampírico.
Tras los “hastaluegos”, nos fuimos las dos a arreglar el jardín, ya que la Nicole había visto su deseo cumplido.
Esta vez llegamos hasta La Mitjana a pata. Mientras caminábamos muertas de calor por Lleida con unas bolsas llenas de fertilizante y semillas de diferentes cosas, se me ocurrió una idea:
-Nicole, voy a comerme un par de semillas de marihuana.
Y lo hice.
Harta de la vida, me daba ya un poco igual como pudieran sentarme.
Seguimos pateando hasta el lugar donde se hallaba nuestro jardín secreto. Me sentía como en una burbuja bajo el sol que pegaba con mucha insistencia.
Abrimos la portezuela de madera que daba paso al gris espectáculo de hierbajos y flora muerta.
Nos pusimos manos a la obra: la Nicole estaba super motivada con nuestro cometido, yo me lo tomé con calma.
Me lié un porro mientras ella disponía las herramientas.
Podía entender su ilusión: hacía apenas dos meses, se le habían muerto las petunias de su casa y más tarde habían seguido con la infección bacteriológica, el resto de las plantas que allí tenía.
Era partícipe de sus ganas pero no las compartía en aquel momento. La observaba moverse arriba y abajo, como si el jardín ya fuera nuestro, sin ningún reparo de ser vistas… parecía tan feliz.
Perdida en mis divagaciones, se me encendió una lucecita cerca de la cabeza y de pronto me di cuenta de que ya sabía que deseo le iba a pedir al espíritu.
Me dirigí en silencio hacía la única zona verde que había de momento en nuestro rincón. Bajo la atenta mirada de mi amiga, tomé en mi mano unas hojas de salvia…
-¡No tía, que eso no es salvia, que son ortigas!- me gritó la Nicole.
-Augh, mierda, joder… ¿porqué no has avisado?
-No sé, te he visto tan decidida…
Mis manos empezaron a hincharse… y mi querida e ilusionada amiga de las plantas, se acercó a inspeccionar.
-Vamos a casa, te pondré vinagre…- me dijo para calmarme.
-No Nicole, es ahora o nunca
-¿El qué?-dijo extrañada.
-Debo pedir el deseo, now…- le expliqué apurada.
-Pues adelante…- y diciendo esto se fue hacía la planta que sí era de salvia y arrancó un par de hojas que me ofreció.
Cerré los ojos y me dispuse a encontrarme con el fraile del Stairway to Heaven.
Al abrirlos, vi el mundo tras un filtro azul, como si fuera un sueño.
-¿Qué deseas querida?
-Deseo…- me encallé
-Vamos nena –oí como una voz de hada que me animaba.
-Deseo que al vampiro se le caigan los dientes y que en una tarde de verano, sea cegado por el sol. Qué se deprima, que pague por ser lo que es, que los vampiros como Lestat no existen y que si existieran, habría que exterminarlos… ¡a todos! ¡Por nerds!
-Sieg Hiel, meine Kommandante- dijo la voz de hada.
Y volví a mi estado normal…
-Tía, me he flipao… un montonazo- le dije a la Nicole con los ojos como platos
-Sí… plantaremos Aloe Vera también.

Summer Edition-CAPITULO 19

Al día siguiente, por la tarde, cuando me vi liberada de mi resaca de vino rosado Faustino VII, me propuse llamar a la Nicole:
-Tía, mátame. Creo que me he liado con un vampiro
-Anda ya, no quieras acaparar la atención de la conversación- se impuso- Me va genial con el chico-deseo, gracias
-Perdona, es verdad, ni siquiera te había preguntado…
-No pasa nada. ¿Y eso del vampiro?
Le conté a mi amiga los hechos de la tarde-noche pasada. Nicole asentía al otro lado del teléfono.
-¿Te aburro?- le pregunté
-No, perdona, tengo que dejarte. Me llaman por la otra línea.
Y diciendo esto me colgó. Supuse que estaría ocupada haciendo otras cosas que requerían su atención más que yo o tal vez esperaba alguna llamada importante de la que no me había hablado.
Me quedé un rato mirando por la ventana, pensativa, cagándome en la vida. Entonces sonó mi móvil.
-¿Si?
-Neni, soy la Nicole. Me ha llamado el master por la otra línea- aquello me llenó de ilusión- Ha venido a vernos, esta en Lleida.
-Fantástico, porque tengo muchas cosas que tirarle en cara.
Colgando el teléfono, me vestí para dirigirme a casa del master a darle una sorpresa. Con las botas calzadas, mis pies caminaron hasta donde había vivido el master antes de irse a vivir con su novia. Recordé las tardes que habíamos pasado en su casa viendo películas, trasteando con libros de ilustraciones de Bisley, jugando con los muñequetes de Jim Henson…
Cuando llegué al portal, piqué al timbre:
-Hijo de perra, ábreme!!- le grité por el interfono.
La puerta se abrió sin un misero “sube”.
El ascensor no funcionaba, así que tuve que subir por las escaleras. Cuando llegué, el master había dejado la puerta abierta y se oían voces dentro. Al acercarme más, me di cuenta de que la que estaba dentro era la Nicole.
-Estamos aquí reunidos…- empecé a decir solemnemente…
Mis amigos me abordaron en un abrazo de oso a tres bandas.
-Hemos pensado ir a dar una vuelta por el Arnau de Vilanova y a fumar un poco por allí…- propuso el master.
-Me parece bien, tienes que ponernos al día- dijo la Nicole.
-Y nosotras a él…- dije mirando a mi amiga que hacía cara como de no querer contar que habíamos encontrado un jardín secreto.
Así pues, salimos de casa del master en dirección al hospital Arnau de Vilanova. Delante del hospital y a mano derecha, hay un parque de hierba donde te puedes tirar y desde el cual se pueden ver, de vez en cuando, las esquivas estrellas en el cielo nocturno.
Llegamos y nos tiramos en la hierba bajo unos árboles. Cada uno se lió un peta…
-Os hecho de menos- sentenció el master.
Y se hizo el silencio.
-¿Lo habéis oído?- preguntó la Nicole
-Yo oigo silencio y los coches que pasan…
-No, enserio…- se puso seria- ¿No lo has oído master?
-Sí… parecía que venía de detrás…
Levantamos nuestras espaldas del suelo y nos pusimos en posición de felinos al acecho. Entonces sí me percaté de la presencia de algo.
Unos matorrales se movían como si hubiera un animal atrapado en ellos. Un animal muy grande…
-Vamos master, tu eres el más fornido de los tres- le dije- además, tienes experiencias con licántropos ya…
-Todos a una – dijo la Nicole.
Y nos abalanzamos como leones sobre el seto…
-¿Qué? ¿Qué coño hacéis?- dijo una voz que provenía de la persona que intentaba zafarse de nuestras manos.
Era el Jesús Segura, el columnista de sucesos de El Segre. Tenía el pelo lleno de hierbajos y llevaba una grabadora en la mano y una cámara de fotos colgando al cuello.
-¿Qué haces aquí? ¿Nos espiabas?- le pregunté.
-No, claro que no…, no soy ningún voyeur – se irguió henchido de orgullo por no ser un voyeur.
-¿Entonces? ¿Qué hay aquí interesante para tu columna?
-He recibido una llamada…- dijo como queriendo ocultar algo.
-Master…- miré al master que ya cogía al Jesús del cuello y levantaba un puño.
-¡Habla maldito!- le espetó la Nicole para terminar de cerrar el círculo mafioso que formábamos.
-Bien, bien…- se acojonó el periodista- tengo indicios de que el vampiro se encuentra por esta zona… como ya sabes, le sigo la pista.
Eso me hizo recordar que justo el día anterior, creí haber besado a un vampiro.
-Suéltale, master, esto nos interesa…
La Nicole y el master se rieron de mi reacción.
-Jesús, no tendría que hacerlo, pero te lo voy a contar- le propuse- siéntate y disponte a escuchar como si yo fuera un elfo y esto The Bard’s Song de Blind Guardian.
Le expliqué toda la historia: como había conocido a Ángel, el hecho de que quedáramos y lo de los colmillos del día anterior.
-No me sirve de nada la información que me das…- me dijo el reportero dejándome con cara de póker- podrías estar perfectamente confundida.
-Aleluia- dijeron mis amigos al unísono.
-Si es que hace falta que se lo diga alguien ajeno para que lo vea- aclaró la Nicole.
Asentí. Tenían razón.

miércoles, 8 de octubre de 2008