domingo, 30 de diciembre de 2007

CAPÍTULO 3 de la 1ª temporada

Cuando llegué a mi casa, me encontré sobre la cama la caja del cd de la BSO de Blade Runner. Abrí la caja, pero allí el cd no estaba.
-Silviaaaaaa- grité mientras dejaba mis cosas y la pintura en la habitación.
-Guau, guau- contestó mi perro.
- Hostia tía, ¡si que has cambiado!
Me puse a jugar con mi perro un ratito. Ked’s era un can raro. Un Schanuzer miniatura, que más se asemejaba a un gato que a un perro, en lo que a hábitos se refiere. Le gustaba dormir en el sofá mientras alguien de la familia hacía la siesta, o acostarse en la cama de la gente enferma.
Ked’s era y es, la alegría de la casa siempre. Es escandaloso, eso sí. Siempre que entra alguien en casa, se pone a ladrar como un poseso, basta con que le toques la cabeza y dejes que te huela para que se calme.
-¿Qué quieres? – apareció mi hermana por la puerta.
-¿Tienes tu el cd de la BSO de Blade Runner?
-Mmmhh, sí. ¿Lo necesitas ahora?
-No, pero lo quiero en mi caja cuando termines.
Silvia, que es mi hermana pequeña, tenía la manía de cogerme cd’s y no devolverlos nunca a su sitio. Simplemente, los amontonaba en su bobina de cd’s vírgenes y al cabo de los años, los encontrabas sosteniendo una estantería o dentro de un cajón.
Mi padre nos dijo que ya estaba lista la comido, así que fuimos a la cocina y nos zampamos un plato de espaguetis con carne picada y tomate. Silvia y yo jugábamos con la comida al más puro estilo Miércoles de la Familia Adams. Ella enroscaba algunos espaguetis en el tenedor y decía “Ecs, venas de hemofílico” y yo cogía carne picada con tomate y decía “Sesos de Troll”. Y así pasábamos nuestras comidas mientras Fernando Schwarz y Ana García-Siñeríz tertuliaban en Lo+Plus.
Después de comer los espaguetis, me di el gustazo del último Ferrero Rocher de la caja. Fui a mi habitación y encontré que mi cd de Blade Runner ya estaba en su caja. Lo cogí y lo puse en mi Discman (sí, aún usaba de eso), disponiéndome a sacar a mi perro.
Siempre que sale de casa, monta un escándalo inmenso. Creo que tiene delirios de grandeza y se cree que a todo el barrio le interesa el hecho de que él salga de casa a hacer sus necesidades. Total, que bajamos a un paseo con arboles que hay al lado de mi casa. Le solté la correa, cogí el reproductor de cd, busqué la Pista 3 y le di al Play.
One more kiss dear, one more sigh… Only this dear, it’s goodbye… for our love is such pain and such pleasure… and I’ll treasure ‘till I die… So for now, dear, au revoire madame… but I’m how-dye… not farewell… For in time we may have a loves glory… our love story to tell…
Me había puesto a cantar como una tonta por la calle, como si fuera la protagonista de un musical o estuviera rodando un video-clip. Cuando me quise dar cuenta, no encontraba a mi perro… Entonces hice lo que siempre hago cuando no le veo: le di unos golpecitos a la correa.
Ked’s no aparecía. Pense “Mierda” y acto seguido, me puse a dar voces en modo interrogativo:
-Ked’s, Keshito… Me voy ¿eh?
Mi perro seguía sin aparecer y, cuando ya empezaba a preocuparme, su cabecita negra asomó por la esquina. Le abracé y me llenó de barro de babas, pues el tío había estado oliendo el suelo de mala manera.
Llamé a Brunny después de sacar a Ked’s. Hacía apenas dos horas que nos habíamos visto y a la tía le había dado tiempo de mear seis veces, comerse unos macarrones gratinados y ver el principio del primer capitulo de Quantum Leap. Y aún después de todo eso ¡la desperté de su siesta!
Decidimos que la pasaría a buscar por casa, aunque no tenía ni idea de lo que iba a pasar allí.
En casa de Brunny nunca pasan cosas normales. No me refiero a que se muevan vasos y sillas o que se trate de algún tipo extraño de Poltergeist.
Veréis, Brunny vive en un piso cedido por La Paeria en un proyecto para estudiantes extranjeros. Ella llegó de un lugar que no sé pronunciar, pero que debe de estar cerca de Krakosia. Hace ya años que vive en Lleida. Creo que la beca de la que formaba parte es la más larga existente, sino, no me lo explico.
El piso solía estar habitado por otros estudiantes extranjeros con los cuales Brunny compartía su casa. Pero parecía que todos los que iban a dar allí, eran un poco “raritos”.
Cogí algo de dinero y salí. Crucé el camino de mi casa hasta Paseo de Ronda y después seguí este hasta cruzar el río. Antes, en el río Segre podías ver en el agua, un carro roído del PRYCA, pero ahora, raramente se veía, solo en algunas noches de luna llena.
Brunny vivía al lado del Campus de la UdL en Cappont. Cuando llegué a su portal, llamé al timbre. La voz de un chico con cierto acento indio contestó al otro lado. Por un momento pensé que me había equivocado de piso y fui hasta el cartel de la calle para volver a mirar el nombre. Cuando me cercioré volví a picar. La misma voz de indio al otro lado cantaba…
-Kalluri Vaanil, kayndha nilaavo….
-Sí, ¿Brunny?
Oí unos ruidazos por el interfono que me asustaron un poco…
-Sube
Y subí. Subí sin saber si era allí donde vivía mi amiga realmente. Cuando me abrieron la puerta, pude ver al hindú coronado con un turbante de un azul turquesa relampagueante y horrible. Me hizo un gesto muy majestuoso para que pasara adentro. Yo pensé “¿Dónde te has metido?”.
El chico me hacía gestos muy extraños con manos y cadera, señalándome una dirección. Seguí sus instrucciones y se abrió una puerta…
-Ei, Foxy, no había oído el timbre…- me dijo Brunny perezosamente- Ven, pasa a mi habitación.
La habitación de Brunny era muy minimal. Casi todo era del Ikea. Alguna vez le había pillado el catalogo en el cuarto de baño.
-¿Qué coño es todo esto?- le dije una vez dentro.
-Verás, ejem, es algo extraño. Sí, ya sé que muchas de las cosas que pasan aquí son extrañas. Se ha corrido el rumor entre los inquilinos, de que el que llegue nuevo, tiene que decorar la casa conforme su estilo de vida, su país, ya sabes, multiculturalidad. Dicen que fui yo la que lo propuso… no sé.
-Ya… bueno, adecéntate un poco que vamos a por las telas.
-¿Tienes papel?
-¡No! Gracias por recordármelo. ¿Qué haría yo sin ti?
-No, me refería a que si tienes papel del Wc, necesito ir a mear.
Brunny no necesitaba mucho tiempo para arreglarse. Se repeinaba un poco, un par de clips con una trenza, desodorante y, algo muy extraño que hacía siempre antes de salir de casa: se cambiaba de calcetines.
Salimos a la calle y dirigimos nuestros pasos a Teixits Alzamora, en la calle Prat de la Riba.

domingo, 23 de diciembre de 2007

CAPÍTULO 2 de la 1ª temporada

-Abuela, te he dicho mil veces que no abras la puerta tu- la voz de Juanma me salvó del ataque de nervios que estaba apunto de sufrir- anda, pasa para adentro yaya…
La abuela, sin soltar el cuchillo y caminando como E.T el Extraterrestre en la escena en que se emborracha, se metió dentro de la oscuridad del piso.
-Tía, lo siento, es mi abuela Eustaquia, le estamos buscando un asilo, pero es que tienen unos precios…- se disculpó Juanma.
-Tu abuela Eutanasia, me ha pegado un susto de muerte- repliqué y miré por el hueco de las escaleras, para comprobar si Brunny estaba allí- mi amiga se ha pirado de la impresión, supongo que estará en la puerta.
Juanma me hizo pasar a su casa, y luego a su habitación. Tenían casi todas las persianas bajadas y todo estaba muy oscuro. Me agarré al brazo de Juanma por temor a toparme otra vez con la abuela Eutanasia.
Entramos en su habitación y me senté en la cama. Entonces, empezó a sonarme el móvil. Era Brunny:
-¿Estás bien o te ha matado esa abuela loca?
-Estoy bien, anda, sube, que era la abuela de Juanma, que esta un poco senil- miré a Juanma- ¿Te importa que suba una amiga mía?
Dijo que no con la cabeza y acto seguido, deje ir una retahíla de instrucciones por el móvil para que se subiera. Fui a abrirle personalmente la puerta, ahora que mis ojos ya se habían acostumbrado más o menos a la oscuridad. Le cogí la mano a Brunny para que no se tropezara con nada.
De repente, alguien o algo encendió una luz a lo lejos en el pasillo, y vimos dibujada de nuevo la silueta de la señora Eutanasia. Con la luz que le daba por detrás, no podíamos ver su rostro, aunque no sé si hubiera preferido vérselo a imaginármelo de nuevo, con aquel ojo de cristal. Aún llevaba el cuchillo y su postura era la mar de amenazadora, como las gemelas que aparecen al fondo del pasillo en El Resplandor.
Brunny dio un tirón de mi mano como para soltarse, pero yo, que estaba intrigadísima, la agarré con fuerza. Esta vez no grité. La abuela se nos iba acercando despacito con el paso E.T. y decía constante mente “ROT-TA, ROT-TA”. Mientras iba caminando, iba arañando la pared con la punta del cuchillo. Era una escena de lo más terrorífica…
-Parece que nos dice algo…- dijo mi amiga muy flojito
-Lo sé, vamos a esperar a que se nos acerque un poquito más, y luego si da mucho miedo, gritamos al unísono y salimos corriendo de aquí.
-¿Tienes ya el costo?
-No, mierda…
Eutanasia se nos acercaba más y más, eso si, muy despacito, y cuando la tuvimos a dos metros, dimos un paso hacia adelante, para ahorrarle trabajo a la pobre mujer. Le quité el cuchillo de las manos y Brunny la cogió per el brazo para sentarla en una butaca que había en el comedor, donde nos encontrábamos cuando se dio el suceso espeluznante.
Nos calmamos las tres un poco. La abuela empezó a respirar fuerte cuando la sentamos y mi amiga, le descubrió una baraja de cartas del tarot en la mano.
-Mira Foxy, solo quería echarnos las cartas…
Giré sobre mis talones y dejando a Brunny con la yaya, me fui a buscar a Juanma. Como el chico esta siempre muy por labor, ya me había cortado un talego sin que se lo pidiera. Le pedí que me cortara uno más. Le pagué y me dispuse a salir de aquella oscura casa.
Abrí la puerta de la habitación de Juanma y al salir, ya no encontré a mi amiga ni a la yaya en el comedor. Empecé a llamar a Brunny, primero interrogativamente para ver si me oía y me contestaba y luego a gritos, ya que empecé a temer por su vida. Entonces vi que lo que en principio habíamos creído que era un cuchillo, realmente era un abre cartas. Me tranquilicé pensando que si la abuela Eutanasia estaba con mi amiga, al menos iba desarmada.
-Deben de estar en la habitación de mi abuela. Por cierto, se llama Eustaquia y no Eutanasia…
Di unos golpecitos en la puerta de la habitación que Juanma me indicó y metí la cabeza. Vi a Brunny y a la yaya alrededor de una mesa. Parecía que le estaban echando la suerte a mi amiga. Cerré la puerta metiéndome dentro de la habitación, que para mi sorpresa, era la más iluminada de la casa. La arrugada cara de la señora, se giró hacia donde yo estaba.
-¿Molesto?
-Foxy, la suerte solo pueden echártela de verdad en privado, no tienes porque enterarte.
-Vale, te espero fuera, yo ya estoy.
Al salir, fui corriendo allí donde estaba mi camello y le pedí un vaso de cristal. Sí, la curiosidad o el cotilleo son unos de mis trechos característicos… que se le va a hacer.
Me puse, pues, con el vaso pegado a la puerta de madera y mi oreja adherida con un Super-glue imaginario al vaso.
-Pronto te visitará el amor, puede que incluso mañana. Será tu media naranja. Viene de un sitio desconocido y misterioso y se dirige a uno donde pueda hallar la paz de su interior. Está más cerca de lo que piensas. También vas a vivir una aventura desconocida y misteriosa que te llevará a conocer tu paz interior. Llegará pronto, puede que incluso mañana. Te comerás medio helado de naranja mañana o pronto…
-Señora, ¿está usted segura de lo que me está contando?
-Bueno, admito que me he hecho un poco de lío, pero no sé desde dónde… A ver, qué vuelva a empezar… Las cartas hablan de la luna, la luna será la que convierta lo inocuo en fantástico… Solo los elegidos entre la multitud hallarán la llave del misterio. Mucho tendrán que andar y herrarán en el camino, pero la crescencia de la reina del cielo nocturno señalará el cuarto estante de la zona de higiene para el hogar del LIDL… Ldil… Dlil… Ildi… Afáfáfá…
- En fin, señora, muchas gracias por la información y que la pase usted bien – dijo Brunny recogiendo los bártulos y yéndose -.
Fui a la cocina a dejar el vaso, disimulando que estaba bebiendo. Entonces, la abuela Eutanasia, me llamó y me dio un collar dedicándome unas extrañas palabras que me sonaron a mal de ojo:
-Vivirás grandes aventuras y, en consecuencia también correrás grandes peligros. Te encontrarás con el amor y lo harás eterno y te encontrarás con la muerte muchas veces, pero a ella le negarás la eternidad, pues nunca verás el momento de irte. Te doy este amuleto para que te proteja y te ilumine.
Y diciendo esto volvió a meterse en la habitación. Se me debió quedar cara de póker, pues no sabia muy bien a que venia aquello. No le di más importancia, pues el colgante me gustaba bastante.
Así pues, salimos de “Los Bloques” con una sensación algo extraña y un par de talegos de costo.
-Te llamo cuando termine de comer- le dije a Brunny, pero ella parecía estar pensando en otras cosas.

domingo, 16 de diciembre de 2007

CAPÍTULO 1 de la 1ª temporada

Cuando nos habíamos alejado lo suficiente de La Festa, tomamos rumbo a Mordor, digo a “Los Bloques”. Todo el mundo iba a pillar a “Los Bloques”, que vendría a ser para los madrileños Tirso de Molina y para los barceloneses La Mina. Pero que os voy a contar, todo el mundo tiene un barrio chungo en su ciudad donde ir a pillar.
Íbamos caminando y, como me despisté un poco, me adelante una calle a la calle que realmente era. Al cruzar la esquina, pizpiretas máximas, haciendo comentarios sobre chorradas, le vi de lejos…
Se me debió turbar la expresión de la cara, porque Brunny me cogió del brazo y me preguntó si estaba bien. Me quedé sin habla. Por la misma acera por la que circulábamos nosotras, alguien venia en dirección contraria. Yo no le conocía, pero le había visto en aquella misma calle montones de veces. Un poco aturdida, reaccionando como pude, le dije a mi querida amiga si podíamos cambiar de acera. Creo que no entendió nada, porque se le encendió en la frente un cartel de neón con forma de interrogante, aunque me dijo “vale” y seguimos caminando.
-No mires a nuestra derecha, no mires a nuestra derecha- le susurré a Brunny.
-¿Qué pasa, tía? ¿Has visto un nido de libélulas?- ella sabe bien que las libélulas me dan un asco horrible.
Puedo soportar ver videos de coprofagia, revolcarme en barro, chupar un pie, pero no puedo con las libélulas y ese sonido horripilante que tiene su aleteo. Dan repelús extremo, baby. No te dejes engañar por su brillo, porque de pequeña me contaron que si estaban azules, es que estaban hambrientas y que si estaban rojas, significaba que acaban de chuparle toda la sangre a un bebé recién nacido.
-¡Puagh, tía! No me digas esas cosas. No ahora y aquí…- empecé a ponerme nerviosa- y no mires a nuestra derecha-.
Pasamos el Carrer Segriá a toda pastilla, hasta llegar al cruce con Paseo de Ronda.
-¿Vas a contarme esa reacción?- me interrogó Brunny.
-Vale tía, a ver. No me persigue nadie aunque mi comportamiento parezca paranoico. No. He pagado todas mis deudas, no he tratado con camellos desconocidos ni nada de eso. No te preocupes; no es mi salud mental tampoco. Mira, me calmo y te cuento…
Cruzamos Paseo de Ronda y nos sentamos en un banco. Ya estaba sosegada. Le expliqué a Brunny que en el Carrer Segriá había una academia de inglés, dónde debía estudiar aquel ente con el que nos habíamos cruzado. Era un chico, de mirada un poco extraña. Siempre vestía de negro, incluso creía haberle visto con alguna camiseta del Yugulator de Judas Priest. Pero no era su forma de vestir, ni su mirada. No era nada en especial, pero aquél chico siempre me perturbaba, me daba muchísimo respeto y su gesto, casi siempre asqueado, no ayudaba mucho a cogerle simpatía. Llevaba siempre un Walkman con el que, supongo, escuchaba música.
No había hablado nunca con él, pero como buena aspirante a Mata Hari, había oído cosas sobre ese chico, que le hacían si cabía, aún más misterioso. Se llamaba Ivan, y a pesar de ser muy amigo de sus amigos, no tenía fama de simpático.
También le había visto alguna que otra vez en la Biblioteca Pública de Lleida, pero cada vez que nos encontrábamos, a mi me recorría el pavor y sentía ganas de huir. Era como si viera a través de mí, como si supiera lo que pensaba, como si palpara mi respeto hacía él, como si de un juez se tratara.
Cuando terminé de explicarle todo esto a Brunny, decidimos ir a pillar, para relajarme de tanta sensación extra-sensitiva: primero Houdini y luego el chico de gafas que me quitaba el aliento. Porque sí, hay que decirlo, aparte el chico no estaba nada mal. Era morenito castaño, sin nada de especial, con gafitas de culo de vaso y montura XL, el pelo largo, y acababa de adornar su cara con una sonrisa que yo descubriría más adelante.
Pero ese no es el caso.
Mi queridísima acólita y yo, nos disponíamos a hacernos con un motín de costo que nos duraría un par de semanas o tres y siguiendo el camino de baldosas grises como las que hay en mi ciudad, llegamos hasta “Los Bloques”.
Cómo nunca recordaba en que piso de todos era, saqué mi agenda de la mochila del colegio que aún llevábamos encima. Miré la dirección y fuimos hacia donde indicaba, eso sí, después de hacernos un lio de mirar bloques y bloques con números, sin número, con números cambiados, etc.
Al llegar al edificio que yo creía que era, pues recordaba el grafiti de la pared de alguna otra vez, picamos y Juanma nos contestó por el interfono.
-Ei Juanma, soy Foxy. ¿Podemos subir?- dije gritando como para que me oyera desde su piso, pues yo creía que no me oía.
Eso lo he pensado muchas veces: ¿porqué cuando alguien no oye a un lado del teléfono lo que el otro dice, le grita por el móvil “¡¡¡¡No te oigoooo!!!!” como si el que no oyera fuera el otro?
Gañanadas aparte, es una reacción absurda que se convierte en enigma universal.
Pues Juanma, que es un chico encantador, nos abrió por el interfono.
Cualquiera que haya estado alguna vez en los bloques Juan Carlos de Lleida, sabrá que no tienen ascensor, ninguno, y que las escaleritas son más bien estrechas con las barandillas de hierro pintadas de granate. El caso es que nuestro camello vivía en el jodido 4º Piso. Que alegría, que alboroto, que ilusión me hizo recordar cada escalón (es ironía y además rima).
-¿Subo contigo?- me preguntó Brunny muy amablemente al ver las escaleras.
-Claro que subes conmigo, perra. De esta no nos libramos ni tu ni yo.
La cogí del brazo y subimos juntas, más bien, ella me arrastraba a mi a la altura del tercer piso. Llegamos al rellano de Juanma. Llegué jadeando y dejándome caer, piqué al timbre.
Tardaron un ratito largo en abrir en el que Brunny y yo nos miramos cara a cara, extrañadas. Entonces, pudimos oír la cadenita del pestillo antiguo ese que solo te deja abrir para sacar la cara y hablar y vimos que el pomo daba la vuelta.
En la oscuridad del interior de la casa, se nos dibujaron dos puntos brillantes, que cada vez se acercaban más a la pequeña abertura. Como los movimientos eran muy lentos, descubríamos el rostro de la persona en intervalos muy largos, así que nos dio mucho tiempo a asustarnos y a dar rienda suelta a nuestra gran y enfermiza imaginación. Al fin pudimos verla, y si nuestras cavilaciones sobre monstruos y brujas parecían inverosímiles, aquel ser era aún más inverosímil.
Una mujer con la cara repleta de verrugas y un ojo de cristal, nos miraba desde el otro lado de la puerta con desconfianza. Proferí un grito como los de las divas de las pelis de la Hammer. A Brunny siempre le asustan mis gritos, así que la tía, empezó a correr escaleras abajo. Al principio creí que era por el susto, pero al bajar la vista, descubrí un cuchillo de cocina en la mano de la mujer y volviendo a subir la mirada, mis ojos se encontraron con los suyos, el biológico y el de cristal.

PRECUELA (siempre me ha gustado esta palabra)

Todo empezó como tenía que empezar: tras la caída de Napoleón Bonaparte. Los románticos, como ciudadanos libres combatían todo orden establecido, en religión, arte y política. Reclamaban los derechos del individuo frente a la sociedad y las leyes. Estos son los que forman el romanticismo revolucionario o liberal. Su máximo exponente español es José de Espronceda.
-Foxy, ¿vas a ir mañana a la manifestación?
-Claro Brunny, hay que ir que es por una buena causa, sino ¿por qué cojones estuve yo repartiendo el fin de semana pasado putos flyers informativos? Pues para que la gente esté enterada de lo que pasa y se nos unan en la protesta.
-Aham, los flyers eran para eso… Vale, pues también me apunto.
-A ver querida, tenemos que ir a comprar tela blanca porque en casa no tengo para hacer la pancarta. También hay que ir a comprar pinturas, a poder ser, negra y roja. Para rematarlo todo y no tener que andarnos con las siempre queridas nuestras “prisas de última hora”, alguien tendría que ir a por marihuana o costo.
Miré a Brunny, pero parecía que no se daba por aludida.
-¿“Qué” de todas las cosas que tenemos que hacer, quieres hacer tu?
-Echémoslo a suertes porque la verdad que no me apetece hacer ni una cosa, ni la otra, ni la de más allá.
Brunny se ponía vaga de vez en cuando y le daba la ñoña a la hora de ponerse en marcha para llevar algo a cabo. Con este panorama, y que yo no podía hacerlo todo sola, cogí dos papelitos: en uno ponía “Pillar” y en el otro “Telas”. A lo de las pinturas iríamos juntas después de clase. Metimos los dos papelitos dentro de la gorra de Brunny y cada una sacó uno.
Abrí el papelito que estaba dobladísimo, lo leí y se lo mostré a Brunny abierto y extendido al máximo, a dos centímetros de su nariz. Ponía “Telas”, con la cual cosa a ella le tocaba ir a “Los Bloques” a pillar.
- Tía, yo no sé donde ir a pillarlo, siempre vas tu. Además, tú conoces a más gente que tiene de eso- me dijo Brunny con el morro torcido.
- Vale, pero me debes 6 euros, porque voy a pillar dos talegos de los que antes vendían en pesetillas, y sabes que no voy sobrada de dinerico, así que cuando puedas, afloja la pasta, bandida.
- Silencio señorita González y señorita López. O se callan o las expulso de la clase.
La verdad, la clase de literatura castellana nos era a ambas completamente indiferente. Lo que la Sargento Calero nos explicaba estaba igualito en el libro y nosotras ya estábamos informadas sobre el romanticismo desde que leímos las Rimas y Leyendas de Bécquer.
Tal vez debería hablaros de la Sargento Calero, Führer del Cuarto Reich, pero será en otro episodio.
Bajo el toque de atención, nos callamos y hacíamos cómo que escuchábamos. No podía ver a Brunny porque se sentaba justo detrás de mí, pero sí podía imaginármela dibujando a bandas de black metal por doquier, ideando su indumentaria y diseñando logotipos. A veces también le daba por inventarse personajes para cómics, pero últimamente, la música oscura le tenía sorbido el seso (un poco).
Riiiing!
El timbre nos brindó la libertad y cogiendo sendas mochilas, nos juntamos en el pasillo.
-¿Llevas pasta?- yo solo llevaba un par de monedas y un billete de 10€ que eran para el costo y lo que se terciara de emergencia, y también llevaba algunas moneditas sueltas.
-Algo. Mira, incluso tengo aquí una carta de Magic- y la muy perra se sacó la carta de La Yegua del Trueno.
-Te la compro. ¿Cuánto quieres?
-Freaky, no pienso dártela, todos sabemos que la carta de La Yegua del Trueno es dificilísima de encontrar y que cuando entra en juego, gira a todas las otras criaturas.
-Ya, pero de fuerza sólo tiene cinco, igual que de resistencia. Incluso diría que puedes regalármela.
-Oye tía, que soy de i;%nu&kp%ol, pero no soy tonta- y volvió a guardarse su carta en la billetera.
Resolvimos nuestra disputa por la repartición de tareas, decidiendo que iríamos ambas a hacerlo todo.
Salimos del instituto y dirigimos nuestros pasos a La Festa, la tienda de disfraces y chorradas que está en la Plaza Ricard Vinyes. Nada más entrar, Brunny empezó a mirar y a toquetear y enseñarme todos los artículos de despedida de soltera: penes de plástico, delantales que simulan la desnudez, ligueros de broma, plumeros, piruletas con forma de vagina, pollas bailarinas, muñec@s hinchables, etc.
Entre tanto, yo me quedé mirando toda la variedad de cacas de mentira de sabor mentolado y pensando en que cosas malas podíamos hacer con eso. Se me pasó por la cabeza que podíamos ponérsela en la silla a la Sargento Calero, solo para ver la expresión de su rostro torturado por tal visión escatológica. Me reí para mis adentros y mientras pensaba en gilipolleces y usos que le daría a una de esas mierdas de pega, el dependiente nos habló:
-¿Buscáis algo en especial? Como podéis verrrr tenemos una amplia gama de arrrrtículos de fiesta y brrrromas.
El hombre hablaba de una forma como mística, como si fuera un prestidigitador en su intimidad y nos hiciera un guiño para que le preguntáramos si había viajado con muchos circos a lo largo y ancho del mundo. Marcaba mucho las erres, como si simulara un acento austrohúngaro. Debía tener sus 45 años, aunque plasmaba a la perfección la sonrisa, entre pícara y maléfica de un niño que comete travesuras cuando papa y mama no miran. Su rostro era simpático y colmaba su cara con un bigotito muy bien recortado, estilo garçon bohemio francés.
-Monsier Houdini, queremos dos botes de spray para pintar sobre tela: uno de color rojo y otro de color negro. Y deme también un par de botes de pintura, de los pequeños, también rojo y negro.
El hombre entró en el almacén. Brunny seguía riéndose y tocando todas las figuritas de penes que llenaban prácticamente dos estanterías. Entonces, mi vista se posó en unas cápsulas de sangre, de esas que te metes en la boca y se deshacen con la saliva, haciendo un efecto sanguinolento de lo más cutre. No me extrañaría que Michael Herzt y Lloyd Kaufman usaran esa mierda para sus primeras grabaciones en la TROMA.
Houdini volvió con todo lo que le había pedido y a la hora de pagar le pedí que me incluyera en la compra un paquetito de aquellas cápsulas de sangre falsa, que costaban justo lo que llevaba de suelto en mi monedero.
Brunny se acercó al mostrador y sacó la carta de Magic de La Yegua del Trueno. Yo sé que no hizo ese gesto porque buscaba la tarjeta de crédito o algún billete. No, lectores, no. La muy perra la sacaba para picarme.
-¿Piensas pagar con una puta carta del Magic?
Después de haber dicho eso, me arrepentí. Brunny me echó tal mirada asesina que se me debió fruncir el ceño de puro terror. Parecía que sus ojos se hubieran vuelto amarillos y que de su sonrisa, salieran un par de colmillos goteando un extraño líquido.
-Mira tía, cállate ya con la mierda de carta de La Yegua del Trueno o te quedas sin una puñetera pancarta para la manifestación.
Tragué saliva y asentí. De todas formas, ella era la que pagaba, que más me daba a mí si lo hacía con un billete de Monopoli, con uno de €uro o con una carta de Magic.