miércoles, 26 de noviembre de 2008

Summer Edition-CAPÍTULO 28

Me asusté al ver la herida. Mi querida Nicole, se dio cuenta y no tardó en quitarme la carta de las manos para que me centrara en otra cosa:
-No te emparanoyes, neni- y sugirió – seguro que ha sido alguna rama de un árbol.
Me la quedé mirando esperando a que abriera la carta y empezará a leer:
-¿De quién es?
-No sé, no lleva remite.
-Ábrela.
La Nicole abrió la carta con cara de sospecha… Miro un poco por encima de forma un tanto rara y añadió:
-Dios mío, que mala letra…
Entonces supe que la carta no era de mi editor, sino de John.

Querida L,
Esta mañana me he levantado y he podido ver, por fin, la luz (literalmente, me refiero).
No sé cómo, ni porqué, pero parece que me hayas salvado la vida con tus mimos y tus cuidados…

Pude ver en el rostro de la Nicole que leía por anticipado cosas que no le gustaban.
-Sigue, no seas perra- le pedí.
Pasó a la siguiente página ignorando los parágrafos que ella consideró poco apropiados… Iba poniendo caras de “¡qué fuerte!”, “¡no me lo puedo creer!”, “¡qué hijo de p***!”… pero todo en silencio, con un gesto de susceptibilidad en la ceja derecha.

Me voy para no volver, pero no podía irme sin despedirme.
Siempre te querré,
John


-¿Y el resto?- le espeté haciéndole ver que me había dado cuenta de su estratagema.
-El resto es basura, y ahora mismo, también es historia.
Y sacando un mechero de su bolso, se puso a quemar la carta en el cenicero.
Vi arder el papel, aspiré su olor…las páginas se desvanecían y conforme el fuego se comía las palabras, me sentía renacer como un fénix de sus cenizas.
-Ese chico-vampiro no te convenía en absoluto…- dijo acariciándome el brazo mientras yo seguía contemplando las llamas.
Mi cabeza no era capaz de pensar y lo único que asomaba por mi mente era el pensamiento de que torres más altas han caído.


FIN DE LA TEMPORADA

viernes, 31 de octubre de 2008

Summer Edition-CAPITULO 27

Una luz cegadora, se apareció ante mí hablando con la voz que doblaba a Danna Scully en Expediente X cuando la daban en Telecinco (años ha):
-¿Qué te pasa hija mía?
-¿Mamá? ¿Eres tú?
-No, lo de hija mía es un decir – lentamente la voz se torno asexual, de esas voces que no sabrías decir si es de un hombre o una mujer… Una voz neutra, robótica…
-¿Quién hay ahí?
-¿No me reconoces?- dijo la voz mientras la luz se hacía más intensa…
-No se acerque más o me va a dejar ciega…- pude ver que era alguien con una linterna muy potente alumbrándome a la cara.
-Perfecto…-i diciendo esto la luz se desplazo hacía la cara del visitante.
-¡Señor Fernán! ¿Qué hace usted aquí? ¿Me ha seguido?
-Llevo años siguiéndote…
-Esto no puede estar pasando, debo de estar soñando…
-No querida… es simplemente que te he visto abatida y quiero ayudarte
-¿Porqué si ya me paga?
-Porque tienes fe…, te he visto antes rezando… ¿a quién le rezabas?
-No lo sé… a…, yo que sé, a la vida…
-Bien, vamos por buen camino- dijo con una cara que hubiera asustado al más valiente. Parecía que se relamía de gusto y los ojos le brillaban en dorado…
-Qué coño… ¿Por qué me mira así?
-Me gustaría saber qué es lo que te impulsa a rezar…
Me quedé como hipnotizada por su mirada. Parecía que se había adentrado en mi mente y me leía el pensamiento. En un momento dado, sacó una daga con una empuñadura rupestre. Quise moverme, pero estaba paralizada… Me hizo un corte en la mano… No podía gesticular y caí en un abismo negro y profundo.



-¿Dónde estoy?
-En mi casa…- era la voz de John.
Tenía su mano en sobre mi frente y me sonreía con la mejor cara que le había visto nunca. Entonces me besó en la boca…
-¿Cómo he llegado hasta aquí?
Y volvió a besarme. Estaba tan estupendo que no pude resistirme.
Aquella mañana, John y yo volvimos a hacer el amor, esta vez al ritmo de Pink Floyd… Sonaba Time mientras nos quitábamos la ropa y parecía que el tiempo iba a pararse en cualquier momento.
Le abracé de tal forma que me quedó la mano derecha a la altura de mis ojos… Tenía una enorme cicatriz de un corte.
Toda la sensualidad del momento desapareció.
-¿Qué coño es esto, John?
-Es mi salvación…
-No entiendo nada- me quejé indignada- ¿Cómo que tu salvación?
-¿Qué más te da? Es un corte de nada… y has conseguido que yo este así de bien.
-Eres un poco egoísta ¿sabes?



Desperté en el jardín. La Nicole me sacudía…
-Tía, llevo horas buscándote- parecía que se iba a poner a llorar- me tenías preocupada… Hace dos días que no sé nada de ti
-¿Qué? ¿Qué día es hoy? ¿Cuánto he dormido?
-No lo sé… pero no me vuelvas a hacer algo así…- y puso cara de pena- Me ha dado un canguelo volver aquí… además, yo sola…
La abracé.
-Gracias Nicole, eres la mejor.
Mi amiga me acompañó a casa. El verano se acababa y mi guarida estaba hecha una mierda… Entre las dos, decidimos limpiar antes de que llegaran mis padres. Terminamos justo una hora antes…
-Hola hija, hola Nicole… ¿qué estáis haciendo?
-Nada mamá, aquí viendo la tele como buenas personas…
-Había una carta para ti en el buzón- dijo cediéndomela- Toma…Cuando cogí la carta, pude verme la mano derecha en la que tenía una cicatriz enorme que se confundía con las líneas quirománticas…

miércoles, 29 de octubre de 2008

Summer Edition-CAPITLO 26

Decidí quedarme con John el resto del día. Llamó la Nicole varias veces, pero el móvil había quedado desterrado a las puertas de la habitación y no me apetecía moverme de la cama en la que me hallaba y, muchos menos, separarme de la persona con la que estaba.
Las horas se perdieron en el reloj y cuando quise darme cuenta ya había anochecido. John no hablaba, parecía haber enmudecido y gemía de vez en cuando aprobando o reprochando algún gesto o alguna caricia. Nos mantuvimos abrazados mientras corría el tiempo y yo quería pararlo.
Le tenía allí, la cabeza sobre mi pecho, tan indefenso, con el pelo tan sucio como de costumbre… Aún no había podido verle bien, pero al tacto fui deduciendo su estado.
Cuando me cansé de aquella estampa tan Romeo y Julieta, me incorporé en la cama. John intentó retenerme un rato más.
-No, hay que moverse de aquí o nos podriremos en esta madriguera- le aclaré.
Entonces me di cuenta de lo podrido del panorama. Todo olía a viejo, todo estaba sucio, no había luz…
Si pretendía que John se recuperara, debía poner orden a su vida, empezando por su casa.
-No hace falta que te muevas, cielo. Voy a ir al OpenCor de abajo a comprar unas cosas…- al oírme, me sentí ridícula.
¿Qué cojones era eso de “no hace falta que te muevas, cielo”? Por un momento, se me pasaron por las reacciones de mis amigos si me vieran… eran patético, así que añadí un toque de color.
-Esta noche cenarás… como los humanos.
Aquella frase no había nacido de mi cerebro, no era capaz de tal crueldad, pero era lo que a Nicole le hubiera gustado oír y se lo debía. Me lo debía a mi y se lo debía también a John, pues él no había tenido ningún miramiento conmigo.
Bajé al OpenCor y compré pan Bimbo y paté, pues no creí que un vampiro desdentado pudiera masticar mucho más. Mientras paseaba entre los estantes del supermercado y sonaba por el hilo musical In The Name of Love de U2, se me pasó por la cabeza llamar al Jesús Segura para decirle que había dado con el vampiro. Intenté borrar esa idea de mi cabeza, aunque me persiguió persistentemente durante un rato.
Había cogido las llaves de casa de John y con un par de bolsas con comida y utensilios de limpieza, subí en el ascensor.
Cuando llegué a la habitación, John seguía en la misma situación, ni siquiera se había movido de donde le había dejado. Empecé a plantearme que tal vez estaba muerto y se me heló la sangre…
Intenté tomarle el pulso pero no se lo encontraba. Luego recordé que los vampiros no tienen pulso…
Toda aquella oscuridad me hacía sentir insegura, así que busqué el interruptor y dí la luz. Lo que vi fue espeluznante: John parecía una cadáver, con la boca ensangrentada y entreabierta.
Le tumbé en una posición cómoda e intenté abrirle los ojos.
-¡John, aletargado de mierda, vegetal!- grité como para despertarle.
Aproveché para darle el par de guantazos que no le había dado en su momento. Al tercero, me cogió la mano con una fuerza inusual para la piltrafa en que se había convertido.
Entonces abrió los ojos: aquellos ojos parecían de cristal, incluso se movían como los ojos de cristal… Pareció que iba a decir algo y puse toda mi atención:
-Apaga la puta luz- emanó débilmente de sus labios.
-No puedes verla, John, estas ciego…- el máster hubiera estado en este momento muy orgulloso de mí.
Me pareció como si una triste lágrima emanara del ojo izquierdo de John. Me recorrió un sentimiento de culpa enorme, tanto que por mucho que rezara, sabía que no iba a salvarme de las llamas del infierno.
-¡Perdóname!¡Tienes que perdonarme!¡Perdóname!- y seguí gritando en forma de cantata hasta que no pude más y volví a caer en el llanto.
Me costaba mucho ver a John de aquella manera….
Decidí que aquella noche dormiría allí y mañana me ocuparía de redimir mis pecados.
Desperté a la mañana siguiente en los brazos de John. Me había dejado sangre seca en la frente y me daba mucho asco, así que me zafé de su abrazo y corrí a buscar el Wc.
Cómo soy experta en perder, abrí todas las puertas antes de dar con el baño. Me acerqué corriendo al lavamanos, con los ojos entrecerrados porque acababa de despertarme y, al poner las manos bajo el grifo ví algo asqueroso: había dos colmillos ensangrentados en el desagüe… En aquel momento me quise morir. Desea por encima de todo, enmendar mi error y me repetía a mi misma que ojala no hubiera pedido aquel deseo.
Eché mi meada matutina, me enjuagué la boca, me lavé la cara inclusive la sangre seca y como una histérica me puse a limpiar la casa.
Limpié y limpié hasta que todo relucía. John me observaba desde un rincón tapado con una manta que le había echado sobre los hombros, acurrucado en el sofá.
Me daba tanta verle en aquel estado que casi se me olvidó que tenía una cita con el editor.
Le hice un sándwich con todo el cariño del mundo y se lo dejé en la cocina. No quise mirar las llamadas perdidas de mi móvil. Me duché y me fui, cogiendo las llaves de John para volver luego a su casa.
Antes de nada llamé a la Nicole:
-Espero que tengas alguna explicación medio razonable para no haber cogido mis llamadas…- me dijo mosqueada.
-Lo que voy a decirte, no te va a gustar en absoluto…- amenacé.
-Has estado con John ¿no?- contestó sobradamente- Ya no me sorprende nada de ti…
-Pero lo que sí va a sorprenderte es otra cosa- concluí dejándola con una intriga a la que no se podía resistir.
-Hacemos un peta y mientras me lo cuentas…
Asentí y prometí pasarme por su casa. Necesitaba hacerme un porro… mejor dicho, necesitaba muchos.
Piqué al timbre y la Nicole ya tenía dos petas liados.
-Gracias tía, voy con un poco de prisa- le dije como saludo.
Fuimos a fumar al comedor: se lo expliqué todo con pelos y señales. Mi amiga me reprochó y reprochó que me estuviera haciendo cargo de alguien que me había tratado tan mal, me reprochó que con él hiciera todas las excepciones del mundo, pero aún con eso me compadeció por lo colgada que estaba de aquel tío feo y roñoso que, ahora, encima era un vampiro.
Me fui en cuanto terminé de fumar a mi cita con el editor.
Los porros me ayudaban a inspirarme cuando nada fluía de mi imaginación.
En la misma mesa, en el mismo sitio de siempre, me estaba esperando el editor.
Reinventé mi historia sobre el héroe legendario de manera que pudiera agradar a un personaje tan opaco e impenetrable como era Lucas Fernán. La improvisación le gustó tan poco como a mí, pero insinuó que tal vez no había pasado suficiente tiempo desde la última cita que habíamos tenido.
Salí asqueada de nuestro cara a cara. Es verdad que el señor Fernán no empezó con su misticismo ni sus dudas existenciales sobre la humanidad, pero su mirada me molestaba. Parecía como si me juzgara, como si supiera de qué iba mi vida, como si me analizara rollo Terminator.
Encendí un cigarro antes de salir del Antares y despedirme del editor.
El tiempo estaba revuelto e incluso parecía que iba a llover. Aún así, dirigí mis pasos por el Carrer Major para que alejaran más allá por la Avinguda del Segre, en dirección a La Mitjana.
Sentía en mi fluir una fuerza especial que supuse que era de entre disgusto, cansancio y el peso de la culpabilidad y la responsabilidad.
Ya estaba oscuro cuando llegué al Parc Natural de La Mitjana. No llevaba linterna ni nada con lo que alumbrarme, así que me guié por intuición. Cómo una ciega (sensación que solía obtener a base de estupefacientes), me moví por dentro del bosque buscando esa pared de piedra que me diera respuestas.
Cuando lo encontré, fui directa a la salvia. Me comí una hoja. Luego dos y tres, pero no sucedía nada. No venía ningún espíritu del bosque, nadie contestaba a mi llamada, así que no me quedó otra que clamar al cielo por la vida de John, por su salvación.
Así que frente a las ninfas, recé y recé toda la noche hasta grabar mi silueta que una tímida luna reflejaba en el suelo. Y rezando me dormí.
Pero algo me despertó de repente.

martes, 28 de octubre de 2008

Summer Edition-CAPITULO 25

Ni corta ni perezosa, al día siguiente volví a llamar al máster.
-Tío, me cabrea mucho que me des esa idea y luego no mandes a tu secuaz a rescatarme- le reproché.
-¿Mi secuaz? ¿Te refieres a John?
-No, a J.R.R. Martin, no te jode.
-Pues verás… creo que John no esta muy bien.
-Eso ya lo sabíamos desde el principio – dije bromeando- Tras esas gafitas no podía ocultarse nada bueno.
-Creo que deberías ser tu quien fuera a echar un ojo esta vez- me pidió el máster.
Me quedé en silencio sin saber que decir. De todas formas, me apetecía verle para poder espetarle lo mucho que le odiaba y lo mal que me caía, pero sobre todo, echarle en cara el daño que me había hecho.
-Vamos, no seas perra…- dijo el máster al ver que me quedaba callada.- Creo que ya sabes donde vive.
-¿Dónde siempre?
-Sí.
Colgué el teléfono a toda prisa y me vestí en la mitad de tiempo que de costumbre. Aunque iba a ver a John después de mucho tiempo, no me importaba mucho mi aspecto. “La dignidad y la integridad las llevas por dentro” me repetía para sentirme mejor.
Mientras me dirigía a casa de John por la calle Dr. Fleming iba ensayando mi discursito: “Hola, vengo a tomarme una copa cortesía de tu merced” no, no, no, suena muy del siglo de oro. “Hola, soy yo, vengo a ver si te has muerto ya”. Sí, eso sonaba bien.
Una vez en su portal, me fumé un porro antes de subir a verle, por si me fallaban los nervios y me lanzaba sobre él directa a la yugular, o le partía a la cara o simplemente ardía en deseos de arrancarle la ropa.
Cuando lo tuve todo dispuesto, llamé al interfono.
Como respuesta, la puerta se abrió. Una lástima: ya había preparado mi voz para parecer la chica que pica y dice “correo comercial” con ese tonillo repelente.
Subí por las escaleras para que me subiera más el ciego. Cuando vas con algún que otro porro encima, el hecho de hacer ejercicio te deja en las nubes.
Curiosamente, la puerta del piso de John estaba abierta.
Estaba segura de que John me estaba esperando con una estratagema a lo galán de cine de la que no podría escapar. Era un chico astuto…
Entré con toda la cautela que me fue posible con el subidón que llevaba. El piso olía a cerrado, a muerto. Sé oía el sonido de un sintonizador de televisión de los años 20…
Apenas recordaba aquel piso de la última vez que había estado allí. Ahora me parecía mucho más oscuro a pesar de que era mediodia, las paredes estaban pintadas con el método gotelé, un gotelé que rascaba con solo mirarlo…
Seguí caminando a tientas por el pasillo hasta que llegué al comedor, que ya me era conocido. La puerta de la habitación de John estaba abierta, aunque no había luz en el interior. Mirando al suelo para abrir con sigilo, me percaté de que había un camino de gotitas de sangre que se perdían en el oscuro pasillo.
-¿John?- pregunté.
Noté una presencia a pesar de que no veía nada. Oí como si algo se moviera y salí de la habitación cerrando la puerta, pero algo hizo de tope.
Una mano blanca, semi-decrepita, se aferraba al marco para que no pudiera cerrar. Se me ahogó el grito de diva al darme cuenta de que aquella extremidad era la mano izquierda de John.
Tome la mano que desfallecía de fuerza y seguí palpando y subiendo por lo que parecía un brazo, muy delgado. Aterrorizada saqué mi móvil para alumbrarme un poco y lentamente fui descubriendo a John: una camiseta azul y amarilla, como de uniforme de colegio, unos hombros huesudos, una barbilla llena de sangre seca…
No pude seguir mirando porque los ojos se me llenaron de lágrimas. Abracé aquel cuerpo moribundo y quise pedirle mil perdones pero no me salían las palabras. Había estado equivocada: el vampiro era John.

lunes, 27 de octubre de 2008

Summer Edition-CAPITULO 24

En un primer momento pensé en llamar a Ángel, pero estaba segura de lo que había visto y no me iba a tragar mi orgullo. Además, yo no había hecho nada malo. Tampoco podía llamar a la Nicole porque se cagaría de miedo, así que solo me quedaba por llamar al master.
-Master… estoy perdida en el mundo.
-¿Qué te pasa pequeña padawan?
-Tienes que ayudarme a resolver un enigma… uno más.
-¿Qué ha pasado?
-¿Te acuerdas del jardín del que hablamos?
-No tía, no me hablasteis de ninguna mierda de jardín.
Le conté toda la historia desde los tiempos de los dinosaurios. Me cagué en mí por no habérselo contado antes, pues gasté todo mi saldo y tuvo que llamarme él para seguir escuchando la historia.
Le conté hasta lo de los cadáveres…
-Eso es en La Mitjana ¿no?
-Sí…
-Dicen que allí hacían ritos satánicos…
Se hizo el silencio.
-¿Master? ¿Sigues ahí?
Una risa malvada al otro lado de la línea me desvelaba que se estaba riendo de mi y bromeando.
-¿Qué puede ser? ¿Qué hago?
-Nena, haz como John Locke… Busca rastros
Así pues colgué y me puse a buscar indicios de lo que podía haber pasado. Caminé mirando al suelo por si encontraba algo… Durante largo rato mi vista se perdió entre matojos y hierba seca hasta que me pareció ver algo negro entre unas plantas que casi estaban ya podridas.
Lo cogí con la mano derecha y lo examiné. Era la tapa de un objetivo de cámara de video, de las grandotas, las que se usaban en el cine… Oliéndome la situación miré más atentamente a mi alrededor…
El palo de una pértiga de micro, caminaba tras el muro del jardín…
Salí corriendo para poder hablar con quién lo portaba.
Un tío vestido de negro con una gorra, caminaba con el palo en el brazo.
-Ei, oye, tú- le grité de lejos…
El tío se dio la vuelta: era muy rubio, un rubio casi nórdico.
-¿Hablas mi idioma?- le pregunté cuando estuve a su altura.
Negó con la cabeza.
-Eehh, you loose that thing inside the garden- le dije con mi inglés churrutero mostrándole la tapa del objetivo.
-¡Oh, thank you!- me respondió.
Cuando fue a coger la tapa del objetivo se le cayó la pértiga, pero como no había fumado en todo el día tuve los reflejos suficientes para cogersela.
El tio resopló en plan “¡qué susto!” y le respondí con una sonrisa amable.
Le mostré como se plegaba la percha y me invitó a que le acompañara a la furgoneta donde estaba cargando el material.
Cuando llegamos había un grupito de gente fumando… y esperando que alguien allí hablara en catalán o en castellano, me acerqué.
-Alguien debería explicarle a ese muchacho como se dobla una percha de micro… puede romperse, incluso hacerse daño él.
-Tienes razón… - dijo un tío con pinta de chulo de playas- por cierto… lo siento, pero no pudimos encontrar a los propietarios del jardín para pedir los permisos de rodaje y grabación.
No contesté, pero mi cara de duda le hizo continuar con su explicación, no sin antes preguntar si el jardín era mío.
Tras contestarle que sí, siguió.
-Verás, hemos rodado una coproducción catalano-finlandesa de una película gore…- dijo muy didácticamente
-No tenía ni idea…-contesté asombrada.
-Bueno, pues alguien nos habló de este sitio y queríamos pedir los permisos, así que fuimos al Ayuntamiento, pero allí nos dijeron que este jardín, justo este que está dentro del parque natural, es de propiedad privada.
-Vaya…- dije de buenas a primeras y luego intenté disimular - Claro… es mío.
-Mmmhh, ¿te importa que hayamos rodado en él?- es que verás, hace unas semanas tuvimos que grabar una toma nocturna…-yo escuchaba atentamente- y había allí dos personas durmiendo…
Recordé entonces la noche que había pasado allí con Ángel pero enseguida volví a la explicación del chulo de playas.
-… Como estaban tapadas por la vegetación y tal, no quisimos molestarlas, así que grabamos la toma con ellos allí…
-Fantástico, y… ¿Cuándo estrenáis la peli?
-Pues no creo que la estrenemos: un par de pases en el Café de l’Escorxador cuando termine la post-producción y otro par allí en Helsinki.
-Me gustaría ver esa película, ya que sale mi jardín- me excusé- ¿Podrían avisarme cuando la proyectaran?
Tras una afirmación positiva, me fui más contenta que unas pascuas a casa de la Nicole. Le expliqué lo que había ocurrido y resolvimos en que teníamos que volver a arreglar el jardín. No quedaba ni rastro de su novio, ahora difunto… pero tampoco había ni rastro de pena en mi amiga. Porque aunque no la conozcáis, la Nicole es fantástica y puede con todo…
Ella me propuso que llamara a Ángel para decirle lo que había pasado y para que se lo explicara y me disculpara. La verdad era que me apetecía…
Le llamé y quedamos en mi casa. Salí escopeteada con la bici de casa de mi amiga. Limpié lo que pude de mi humilde y sucia morada para que Ángel lo viera medio limpio.
Cuando picó al interfono, yo ya estaba peripuesta y acicalada.
Él traía la cena del restaurante chino Internacional, el que hay en Bisbe Ruano.
Tuvimos una velada de lo más agradable y distendida: le hablé de todo lo que había pasado, cenamos, bebimos, pero luego, se fue…
No hubo caricias, ni besos, ni arrumacos…
Sus últimas palabras conmigo fueron: Lo siento, aún eres demasiado rara para mí… Te llamaré un día de estos…
Aunque en el fondo sabía que no lo haría…
Me fumé un par de porros que me ayudaron a pasar el mal trago y me quedé dormida.
Entonces sonó mi móvil… ni siquiera me levanté para cogerlo. Una segunda llamada: seguro que era algo importante.
-MASTER llamando… - leí en la pantalla y descolgué.
-Ya me ha dicho la Nicole que has arreglado el asunto del jardín…
-Sí, gracias por tus consejos… eres el mejor- le agradecí- y ¿cómo que has hablado con la Nicole? ¿Te ha llamado?
-No, la he llamado yo porque tenía que daros una noticia.
-Dispara bandido, que estaba durmiendo y me has desvelado…
-Voy a ser papá.
Colgué, me vestí y me largué al Blackberry a pillarme un pedo como nunca.
A mi llegada, me sirvieron un Cosmopolitan sin pedirlo. Lo agradecí a media voz.
Esperaba que llegara John, aunque no tenía ningunas ganas de verle. Pero las horas pasaban y mi héroe no llegaba.
Tras cinco Cosmopolitans se me había hecho la hora de cerrar y tenía que irme sola, borracha y sin pasta a mi casa.
Al llegar, caí rendida en la cama, sorprendiéndome de cómo había conseguido llegar hasta allí y abrir la puerta sin problemas.
La cólera y la rabia, se había bebido los grados del vodka y el Cointtreau de mis combinados. Me dormí antes de que me diera tiempo a pensar nada más.

Summer Edition-CAPITULO 23

-Mierda, mierda mierda…- dijo Ángel subiendo cada vez más el tono de voz.
-¡¡¡AAAAHHHHH!!!- grité como una diva.
-¿Qué coño es esto?
-No lo sé tío, nunca habían estado aquí… anoche no estaban- dije histérica.
-Dios, creo que hay más de uno…
-¿Qué? ¿Dónde?
-Allí… -dijo Ángel señalando un helecho.
Seguí el dedo de mi compañero, pero en el recorrido de mi mirada, se fueron perfilando uno, y dos, y tres, y hasta cuatro cadáveres.
-Tenemos que irnos de aquí, ahora Ángel- le ordené en imperativo mirándole a los ojos muy seriamente.
-¿Es una broma o qué?
-¡Yo sé lo mismo que tú!
-Pues hay que llamar la policía
-¿Te estás oyendo?- le recriminé- A la policía tenía que haber llamado yo el día que me atropellaste y me acosaste…
-¿Perdona?- empezaba a cabrearse – Yo nunca te he acosado, ni mucho menos, ni siquiera te he pedido que te acostaras conmigo…
No sabía porqué estaba tan cabreada con él, pero no me apetecía decirle nada agradable. A la luz del día todo parecía más terrenal y menos idílico.
-Mira tía, si vas a venirme con estas estupideces y estas cosas raras que haces… yo me voy- y sacando el móvil añadió-. Ah, y te ha salido mal la broma, voy a llamar a los Mossos d’Esquadra.
Le quité el aparato de las manos y lo lancé lo más lejos que pude fuera del jardín, donde la vegetación se comía todo objeto que osara adentrarse en ella.
-¿Estás loca? ¿Quién te has creído que eres?
-Mira, lo siento Ángel…- intenté disculpar mi conducta- No puedes llamar a la policía...
-No, ahora esta claro que no, acabas de mandar mi móvil a tomar por culo – dijo ya gritándome.
-No me grites…- me sentí fatal y le cogí la mano- Puedo comprender que no entiendas nada de lo que esta pasando y, de hecho, yo tampoco entiendo realmente que es todo esto…
Ángel me soltó la mano con un gesto brusco.
-Llámame cuando madures.
Y se fue.
Me había negado a que llamara a la policía porque habíamos plantado marihuana en el jardín y porque aquél me parecía un sitio que ya era mío y el cual yo debía proteger.
El master, al que a veces llamábamos Conan Rey de Aquilonia, me había enseñado a proteger mi territorio partida tras partida y ahora tenia la oportunidad de experimentarlo en la realidad en lugar que a través de un juego de rol.
Pero tenía demasiadas dudas de cómo hacerlo esta vez…
Y allí estaba yo: más perdida que una aguja en un pajar lleno de cadáveres pensando cual era la siguiente prueba de la misión.
La primera resolución fue la de salir del jardín sin mirar mucho a mi alrededor, porque estar rodeado de muertos da mucho miedo… y más si estas solo…
Caminando por La Mitjana le dí un poco al tarro: tal vez el vampiro había descubierto mi paradero y quisiera vengarse de mí, tal vez Nicole había querido gastarme una bromita…
Mientras pensaba, mis pasos me llevaron hasta mi casa.
No sería unas semanas más tarde cuando decidiría actuar después de que la Nicole me llamase mientras estaba degustando un tabaco de melocotón que me habían traído de Turquía unos amigos.
-Tía, mi novio se ha derretido…
-¿Cómo? ¿Qué?
-Sí, claro, espérate que contextualizo: mi novio, el rastitas del jardín, acaba de deshacerse en la cocina de mi casa.
-Pero ¿literalmente?
-Sí, tía…
-¿Y no estás triste?
-No, la verdad es que ya me cansaba un poco…- dijo quitándole peso al que siempre había sido su problema: aburrirse.
-¿Le has envenenado o algo?- pregunté medio en broma, haciendo referencia a sus tendencias asesinas.
-No neni, yo nunca haría eso… ¿Porqué se habrá derretido?
Mi cabeza se puso a maquinar. Yo hacía varias semanas que no pasaba por el jardín y no sabía si ella había ido a cuidar de las plantas. En todo caso, no me había hablado de los cadáveres, así que supuse que no había estado allí y no quise alarmarla ni que viniera conmigo.
La Nicole es muy sensible al terror. Le dan mucho miedo las pelis del género… aunque en el fondo le gustan tanto como a mí.
-Yo de ti no me preocuparía por tu novio desecho, bárrelo y echa algo de desinfectante en el suelo por si acaso – esa fue mi excusa para poder colgar e ir a saciar mi curiosidad a La Mitjana.
Me cogí una chaquetita y, decidida y segura de mí misma, puse el turbo en la bici hasta la puerta de nuestro jardín secreto.
Cuando llegué, tirando mi pobre vehículo contra la pared, abrí la puerta…
Ya no había ningún cadáver i el jardín ya no tenía el aspecto de vivo con el que lo vi la última vez que había estado con Ángel allí.

miércoles, 22 de octubre de 2008

Summer Edition-CAPITULO 22

Desperté al día siguiente habiendo dormido demasiado. Ya tenía el estómago y la cabeza más apaciguados. Me sentí con ánimo de comprobar si las sospechas que se habían despertado en mí la noche anterior eran ciertas: ¿Era Ángel el vampiro? ¿Era real lo que veíamos o vivíamos en el extraño jardín secreto que nos habíamos agenciado? ¿Me sentiría bien o mal si hubiera acabado con el vampiro?
Me dispuse a darle respuesta a esas preguntas, por orden, una tras otra. Pero antes de enzarzarme de lleno en la nueva aventura y mis pesquisas, debía hacer algo normal, con sentido común, para no perder la cabeza.
Se me ocurrió ir a mirar a la cocina para ver si faltaba algo de comida. Había de todo lo necesario para saciar mi hambre cuando me entra la gula después de fumar: magdalenas, sobaos, chocolates varios, té, SevenUp, quesitos Kiri, palitos de pan, patatas varias, palomitas, jamón dulce, queso y más queso…
Voilá! Me faltaba el pan Bimbo, que es untable con todo tipo de cosas y que te permite hacer sándwiches de todos los colores.
Me calcé y me puse la ropa para salir de casa. Cogí las llaves y el dinero y me propuse ir a comprar el bienamado pan Bimbo con todo el sentido común que la situación requería.
No había puesto un pie en la calle cuando me asaltó una visión: el culo de un Honda Civic rojo estaba estacionado enfrente de mi portal.
Con precaución, saqué primero la cabecita para mirar lo que me esperaba: perder el sentido común con el que me había levantado.
Alguien me tapó los ojos por detrás… Llevaba algo en la mano que me rascó y me zafé del abrazo...
-¿Qué coño…?- dije mientras intentaba ver quien me había tapado los ojos.
Era Ángel. Casi no reaccioné. El sol me daba de lleno en la cara y no le veía bien del todo…
Le abrí la boca para comprobar que tenía todavía los colmillos en su sitio y le quité las gafas de sol para corroborar que no estaba ciego y que sus ojos eran normales.
Entonces le agarré con fuerza la cara y le besé, con pasión, alegrándome de que no fuera él el vampiro, alegrándome de no haberle hecho daño… El momento perfecto para decir “Gracias a Dios que estás vivo”, como las madres en las películas de niños secuestrados.
Mientras le abrazaba con todas mis fuerzas, pasó una nube que tapó el espléndido sol que brillaba en el cielo y eso me hizo pensar: si Ángel no era el vampiro… ¿entonces quién? ¿Existía realmente tal criatura?
Seguramente todo era producto de mi imaginación y había fumado demasiados porros hasta la fecha.
Cuando conseguimos separarnos, pude ver que Ángel portaba consigo una rosa…
-Esto... es para ti- dijo tímidamente.
-Eh… gracias- la situación me había descolocado un poco, pero enseguida reafirmé mi mente- ¿Qué haces aquí?
-Pues verás, ayer cuando me llamaste, me quedé preocupado por si estabas bien, así que cogí el coche y me planté aquí…
Yo seguía su explicación desde muy cerca…
-Como todavía era de madrugada, he estado paseando por aquí y he visto un rosal y me he dicho “Voy a regalarle a mi Mademoiselle una rosa para que se sienta mejor”.
El cielo se abrió quedando despejado… Ángel, era realmente un ángel…
Había venido a salvarme con todo el cariño y la ilusión del mundo y yo, egoísta y patética, había estado dejando vagar mi mente por los inhóspitos parajes de la locura en la que me estaba viendo rodeada.
Tras esta reflexión, le dije a Ángel que me llevara lejos, muy lejos…
Rodamos por la carretera hasta Torrefarrera, dónde habita mi amiga Pablo (ver capítulos de Max). Este no estaba en casa, así que le dije a Ángel, que me llevará hasta la Pastisseria dels Germans Ribes, donde hacen un pastel de crema quemada y pasta de hojaldre que te mueres.
Compramos un pastel y tras eso, me llevó a comer al La Tagliatella, un Ristorante Pizzerie desde el que, para lástima mía, podía verse el portal del piso de John.
A pesar de que hacía un día estupendo, le propuse a Ángel que nos acomodáramos dentro, soltando como excusa que la Plaça Ricard Vinyes es un sitio muy céntrico y seguramente pasaría gente a la que no me apetecía saludar. Y de todas formas, no era del todo mentira.
Tuvimos una comida íntima e interesante, pero esta vez, la acompañamos con lambrusco.
Cuando llegaron los postres (deliciosos), ya empezaba a notar la chispa del alcohol en mis mejillas. Mis manos se habían unido a las de mi acompañante y solo podía mirarle a los ojos: unos ojos que cambiaban de color según la luz, ahora eran verdes, ahora marrón claro… Tenía unos ojos preciosos en los que nunca había reparado.
-Ángel…- dije su nombre melosamente.
-Dime…- contestó levantando la cabeza
-Quiero enseñarte algo…
-¿Aquí?
Negué con la cabeza.
Me apetecía compartir con él el secreto del jardín, aunque no sabía lo que pensaría de mi si se lo mostraba.
Pagamos la cuenta y volvimos al Civic. Le dije que condujera hasta el sitio dónde nos conocimos.
Por unos momentos, creí que le rondaban pensamientos eróticos por la mente, mezclados con el suspense de que no sabía todavía lo que iba a enseñarle…
Pero si a él le rondaban pensamientos guarros, yo ya andaba merodeando por los reinos de Morfeo con los ojos abiertos…
Pensaba en casarme con él, vivir juntos, tener una vida estable y normal… en definitiva, convertirnos a los dos en la pareja ejemplar.
Cuando llegamos al sitio, cogí el pastel que había guardado en el asiento trasero.
-¿Nos vamos de picnic?- preguntó impaciente.
-Ya lo verás…
Nos adentramos en el bosque entre la maleza. Íbamos cogidos de la mano y yo le llevaba a él…
-¿A dónde vamos?
-Déjate llevar, Ángel…
Entonces llegamos a la puerta y la abrí triunfal.
Cómo por arte de magia, había aparecía una capa de hierba verde y luminosa cubriendo el jardín. Había plantas que ya empezaban a brotar. La naturaleza era preciosa y la Nicole había hecho un buen trabajo en pago por su deseo cumplido.
Lié un peta y lo encendí. Luego se lo pasé a Ángel que, para sorpresa mía, lo aceptó y fumó conmigo.
Me pasé horas contándole la historia del lugar y todo lo que allí había pasado. Más tarde nos entró hambre y nos sentamos en las escalinatas de las ninfas a comernos el pastel.
Las horas pasaban demasiado deprisa y estaba disfrutando del momento. No quería que Ángel se separara de mí…
-Cariño… ¿nos quedamos a dormir aquí?- propusé
-Cómo quieras, pero déjame ir a buscar una manta al coche, que cuando caiga la noche plena, nos vamos a helar…
Le dejé ir con una sonrisa en los labios mientras me encendía otro porro.
No le esperé despierta. A las tres caladas, me invadió la morriña y me quedé dormida allí en una postura extraña que luego se fue tornando en normal.
Unos momentos más tarde, noté la presencia de Ángel, que me tapaba y se abrazaba a mí.
Nos quedamos dormidos como lirones…Y despertamos de madrugada ¡con un cadáver encima!

lunes, 13 de octubre de 2008

Summer Edition-CAPITULO 21

Las semillas de marihuana me habían sentado fatal… Me dolía horrores la cabeza y lo peor de todo es que aquella misma tarde-noche, había quedado con el señor Fernán y con todo lo que me había pasado últimamente, no había podido escribir.
La cita iba a tratar dudas que tuviera, problemas con lo que había redactado… la cuestión es que no tenía ningún material que enseñarle al editor y, para colmo, ya había empezado a gastarme el dinero que me había dado por adelantado.
Tenía que inventarme algo, rápido, de algún modo. Tenía que convencer a Lucas Fernán de que la historia ya estaba en mi cabeza y había empezado a trabajar sobre una idea.
En un visto y no visto, me encontré en casa de la Nicole con esta vendándome la mano que me había magullado con las ortigas. Minutos después estaba en el Antares sentada frente a un Nestea y con el señor Fernán esperando que de mi boca salieran unas palabras que yo no tenían ni siquiera en mente.
-El tiempo pasa muy rápido…- dijo el editor con una mueca maliciosa que me heló la sangre.
Sus ojos brillaban con un fulgor inesperado.
-¿Qué quiere decir con eso?- intenté hacer tiempo y mostrar tranquilidad.
-Tenemos un trato ¿recuerdas?- dijo señalándome la cartera donde supuse que guardaba mi contrato.
-He empezado a trabajar sobre algo- mi temor crecía a medida que las palabras fluían. No tenia ni idea de lo que iba a inventarme.
-Aha, y ¿de qué se trata exactamente?
La cabeza me daba vueltas, me iba a un 200% de rendimiento total y estaba empezando a marearme, ya que en el interior del Antares en verano hace un frío para morirse.
A pesar de eso, Lucas Fernán llevaba puesta su impecable americana y parecía no notar lo caldeado del ambiente. Mostraba una pasividad y una tranquilidad que, contrariamente a relajarme, me ponía cada vez más nerviosa.
-Del fin del mundo- salió de mi boca.
-Interesante- dijo jugando con sus dedos largos.
En esa posición, con esa mirada, parecía el mismísimo demonio.
-Sí, verá, la gente palpa más la fe cuando ve cercano el final…
-Omnes vulnerant, postuma necat…
-¿Me ha tirado mal de ojo o algo así?- intenté romper el hielo y ser simpática, a ver si así, el editor se apiadaba de mí.
Lucas Fernán pareció no oírme o, mejor dicho, ignoró mi estúpido comentario.
-Y… ¿qué sucede en el fin del mundo?
-Pues… que… la gente se desespera, y lucha en vano, pero… nace un héroe dispuesto a salvarles, a sacrificarse por el mundo… como Jesús.
-Entonces ¿es una reproducción de La Biblia?
-Todos los libros son un poco La Biblia, señor Fernán- me crecí.
Ya sabía más o menos por que lugares podría vagar mi mente durante aquella entrevista.
-Es más bien una historia épica- continué- el héroe legendario en si es un poco un antihéroe…
-Me gusta tu estilo, sabía que podrías hacerlo- y el rostro del editor, que hacía unos minutos parecía oscurecer el antro, volvía a tener una iluminación normal.
-¿Le parece bien que siga desarrollando a ese nuevo Jesucristo Antisistema?- pregunté torpemente.
-Sí, vía libre Mademoiselle…
Buff, me sentía liberada.
Salí del Antares con menos peso encima y, el haberme comido las semillas, ya no me parecía tan malo… Entonces me miré mi mano vendada y recordé que ya había gastado mi deseo.
“Mierda”, dije para mis adentros.
Cogí el móvil y me dispuse llamar a Ángel para corroborar la tontería que acababa de hacer aquella misma tarde.
Al otro lado de la línea alguien descolgó. Se oía una voz que parecía lejana al aparato. Era el tono de voz de Ángel pero, no pude discernir lo que decía.
Me pegué más el móvil al oído por la parida de escuchar mejor, aunque no funcionaba. Entonces pude enterarme de una frase:
-No veo nada…
Colgué el teléfono y me fui corriendo hacía mi casa, pues se me había hecho tarde y ya tocaban las dos de la madrugada.

viernes, 10 de octubre de 2008

Summer Edition-CAPITULO 20

Al día siguiente, la Nicole y yo, nos despedimos del master habiendole explicado todas las novedades: mi amiga explico lo del deseo del hombre y yo mi ligue vampírico.
Tras los “hastaluegos”, nos fuimos las dos a arreglar el jardín, ya que la Nicole había visto su deseo cumplido.
Esta vez llegamos hasta La Mitjana a pata. Mientras caminábamos muertas de calor por Lleida con unas bolsas llenas de fertilizante y semillas de diferentes cosas, se me ocurrió una idea:
-Nicole, voy a comerme un par de semillas de marihuana.
Y lo hice.
Harta de la vida, me daba ya un poco igual como pudieran sentarme.
Seguimos pateando hasta el lugar donde se hallaba nuestro jardín secreto. Me sentía como en una burbuja bajo el sol que pegaba con mucha insistencia.
Abrimos la portezuela de madera que daba paso al gris espectáculo de hierbajos y flora muerta.
Nos pusimos manos a la obra: la Nicole estaba super motivada con nuestro cometido, yo me lo tomé con calma.
Me lié un porro mientras ella disponía las herramientas.
Podía entender su ilusión: hacía apenas dos meses, se le habían muerto las petunias de su casa y más tarde habían seguido con la infección bacteriológica, el resto de las plantas que allí tenía.
Era partícipe de sus ganas pero no las compartía en aquel momento. La observaba moverse arriba y abajo, como si el jardín ya fuera nuestro, sin ningún reparo de ser vistas… parecía tan feliz.
Perdida en mis divagaciones, se me encendió una lucecita cerca de la cabeza y de pronto me di cuenta de que ya sabía que deseo le iba a pedir al espíritu.
Me dirigí en silencio hacía la única zona verde que había de momento en nuestro rincón. Bajo la atenta mirada de mi amiga, tomé en mi mano unas hojas de salvia…
-¡No tía, que eso no es salvia, que son ortigas!- me gritó la Nicole.
-Augh, mierda, joder… ¿porqué no has avisado?
-No sé, te he visto tan decidida…
Mis manos empezaron a hincharse… y mi querida e ilusionada amiga de las plantas, se acercó a inspeccionar.
-Vamos a casa, te pondré vinagre…- me dijo para calmarme.
-No Nicole, es ahora o nunca
-¿El qué?-dijo extrañada.
-Debo pedir el deseo, now…- le expliqué apurada.
-Pues adelante…- y diciendo esto se fue hacía la planta que sí era de salvia y arrancó un par de hojas que me ofreció.
Cerré los ojos y me dispuse a encontrarme con el fraile del Stairway to Heaven.
Al abrirlos, vi el mundo tras un filtro azul, como si fuera un sueño.
-¿Qué deseas querida?
-Deseo…- me encallé
-Vamos nena –oí como una voz de hada que me animaba.
-Deseo que al vampiro se le caigan los dientes y que en una tarde de verano, sea cegado por el sol. Qué se deprima, que pague por ser lo que es, que los vampiros como Lestat no existen y que si existieran, habría que exterminarlos… ¡a todos! ¡Por nerds!
-Sieg Hiel, meine Kommandante- dijo la voz de hada.
Y volví a mi estado normal…
-Tía, me he flipao… un montonazo- le dije a la Nicole con los ojos como platos
-Sí… plantaremos Aloe Vera también.

Summer Edition-CAPITULO 19

Al día siguiente, por la tarde, cuando me vi liberada de mi resaca de vino rosado Faustino VII, me propuse llamar a la Nicole:
-Tía, mátame. Creo que me he liado con un vampiro
-Anda ya, no quieras acaparar la atención de la conversación- se impuso- Me va genial con el chico-deseo, gracias
-Perdona, es verdad, ni siquiera te había preguntado…
-No pasa nada. ¿Y eso del vampiro?
Le conté a mi amiga los hechos de la tarde-noche pasada. Nicole asentía al otro lado del teléfono.
-¿Te aburro?- le pregunté
-No, perdona, tengo que dejarte. Me llaman por la otra línea.
Y diciendo esto me colgó. Supuse que estaría ocupada haciendo otras cosas que requerían su atención más que yo o tal vez esperaba alguna llamada importante de la que no me había hablado.
Me quedé un rato mirando por la ventana, pensativa, cagándome en la vida. Entonces sonó mi móvil.
-¿Si?
-Neni, soy la Nicole. Me ha llamado el master por la otra línea- aquello me llenó de ilusión- Ha venido a vernos, esta en Lleida.
-Fantástico, porque tengo muchas cosas que tirarle en cara.
Colgando el teléfono, me vestí para dirigirme a casa del master a darle una sorpresa. Con las botas calzadas, mis pies caminaron hasta donde había vivido el master antes de irse a vivir con su novia. Recordé las tardes que habíamos pasado en su casa viendo películas, trasteando con libros de ilustraciones de Bisley, jugando con los muñequetes de Jim Henson…
Cuando llegué al portal, piqué al timbre:
-Hijo de perra, ábreme!!- le grité por el interfono.
La puerta se abrió sin un misero “sube”.
El ascensor no funcionaba, así que tuve que subir por las escaleras. Cuando llegué, el master había dejado la puerta abierta y se oían voces dentro. Al acercarme más, me di cuenta de que la que estaba dentro era la Nicole.
-Estamos aquí reunidos…- empecé a decir solemnemente…
Mis amigos me abordaron en un abrazo de oso a tres bandas.
-Hemos pensado ir a dar una vuelta por el Arnau de Vilanova y a fumar un poco por allí…- propuso el master.
-Me parece bien, tienes que ponernos al día- dijo la Nicole.
-Y nosotras a él…- dije mirando a mi amiga que hacía cara como de no querer contar que habíamos encontrado un jardín secreto.
Así pues, salimos de casa del master en dirección al hospital Arnau de Vilanova. Delante del hospital y a mano derecha, hay un parque de hierba donde te puedes tirar y desde el cual se pueden ver, de vez en cuando, las esquivas estrellas en el cielo nocturno.
Llegamos y nos tiramos en la hierba bajo unos árboles. Cada uno se lió un peta…
-Os hecho de menos- sentenció el master.
Y se hizo el silencio.
-¿Lo habéis oído?- preguntó la Nicole
-Yo oigo silencio y los coches que pasan…
-No, enserio…- se puso seria- ¿No lo has oído master?
-Sí… parecía que venía de detrás…
Levantamos nuestras espaldas del suelo y nos pusimos en posición de felinos al acecho. Entonces sí me percaté de la presencia de algo.
Unos matorrales se movían como si hubiera un animal atrapado en ellos. Un animal muy grande…
-Vamos master, tu eres el más fornido de los tres- le dije- además, tienes experiencias con licántropos ya…
-Todos a una – dijo la Nicole.
Y nos abalanzamos como leones sobre el seto…
-¿Qué? ¿Qué coño hacéis?- dijo una voz que provenía de la persona que intentaba zafarse de nuestras manos.
Era el Jesús Segura, el columnista de sucesos de El Segre. Tenía el pelo lleno de hierbajos y llevaba una grabadora en la mano y una cámara de fotos colgando al cuello.
-¿Qué haces aquí? ¿Nos espiabas?- le pregunté.
-No, claro que no…, no soy ningún voyeur – se irguió henchido de orgullo por no ser un voyeur.
-¿Entonces? ¿Qué hay aquí interesante para tu columna?
-He recibido una llamada…- dijo como queriendo ocultar algo.
-Master…- miré al master que ya cogía al Jesús del cuello y levantaba un puño.
-¡Habla maldito!- le espetó la Nicole para terminar de cerrar el círculo mafioso que formábamos.
-Bien, bien…- se acojonó el periodista- tengo indicios de que el vampiro se encuentra por esta zona… como ya sabes, le sigo la pista.
Eso me hizo recordar que justo el día anterior, creí haber besado a un vampiro.
-Suéltale, master, esto nos interesa…
La Nicole y el master se rieron de mi reacción.
-Jesús, no tendría que hacerlo, pero te lo voy a contar- le propuse- siéntate y disponte a escuchar como si yo fuera un elfo y esto The Bard’s Song de Blind Guardian.
Le expliqué toda la historia: como había conocido a Ángel, el hecho de que quedáramos y lo de los colmillos del día anterior.
-No me sirve de nada la información que me das…- me dijo el reportero dejándome con cara de póker- podrías estar perfectamente confundida.
-Aleluia- dijeron mis amigos al unísono.
-Si es que hace falta que se lo diga alguien ajeno para que lo vea- aclaró la Nicole.
Asentí. Tenían razón.

miércoles, 8 de octubre de 2008

miércoles, 10 de septiembre de 2008

Summer Edition-CAPITULO 18

A la mañana siguiente, me levante con una energía inusual, como si durante la noche hubiera recargado las pilas. Me sentía inspirada, con ganas de hacer cosas, así que me duché, me vestí y me senté en la mesa para empezar a escribir el libro sobre religión del señor Fernán.
Una vez tuve un bolígrafo en la mano, me puse a garabatear posibles argumentos para la épica novela de valores que me disponía a escribir. Podía sentirme como Juan Ruiz escribiendo El Libro del Buen Amor.
Llené con tinta negra un par de folios por delante y por detrás (en Lleida ahorramos energía, reciclamos y contribuimos a la recogida selectiva de materiales dividiéndolos en cristal, cartón, plástico y envases y, material biodegradable). Suspiré y me dije que era momento de tomarme un descanso para fumarme un petilla.
Así pues, me lo lié en casa y bajé a dar una vuelta para airearme mientras me fumaba mi canuto de hierba.
Cuando volví a mi casa, tomé aire y me planté frente a otro folio en blanco. Aquella imagen me dio pánico y, con la diestra temblorosa, cogí el boli Bic negro que había estado usando y lo destapé.
Alcé la vista a modo de concienciación para mi propia persona y entonces me percaté de los folios que ya había escrito antes.
Los había aparcado a la derecha de la mesa del escritorio y los alcancé para verlos más de cerca.
-¿Qué coño es esto?- me dije.
A veces sin darme cuenta, dejaba bastante clara mi demencia hablando sola.
-¿Con quién hablas, hija?- oí que me preguntaba mi madre.
-No, con nadie mamá
Volví al folio manuscrito que me concernía. No podía creérmelo, pero no entendía ni papa de nada de lo que acababa de escribir hacía unos minutos. Palabras inconexas, renglones torcidos, rayajos sin significado…
Definitivamente, aquel no era mi día para jugar a ser Cervantes.
Aquello me causó tal desanimo que decidí no escribir más hasta el día siguiente.
Comí con mi familia y después de comer, llamé a la Nicole, pero tenía el móvil apagado. Entonces llamé a Pablo, que estaba por Madrid, a Gerard que estaba ocupado porque tenía que ir a entrenar, Belén alias Radiopatio comunicaba y, parecía no haber nadie disponible con quien pasar la tarde.
Aún tenía el tarjetita con el teléfono de Ángel sobre el escritorio, de la llamada de la tarde anterior. En un principio me propuse no telefonearle por no hacerme pesada y no volver a hacer el ridículo. De todos modos, mi Patrick Bateman particular, era un hombre de negocios y, seguramente estaba ocupado.
Pero las ganas de pasar mi tarde en compañía de alguien, de quien fuera, me devoraron. Así que cogí el teléfono y marqué su número.
-¿Sí?- contestó la voz de Ángel al otro lado.
-Hola, me preguntaba si te gustaría volver a verme…
-Pues claro, sigo estando en Lleida…
-Y bien… ¿estás muy ocupado?- quise indagar sobre la posibilidad de una cita aquella misma tarde.
-La verdad es que no…
-¿Te gustaría quedar dentro de una hora en mi casa, por ejemplo?- propuse valiente.
-Mmmm… mejor cuando oscurezca un poco ¿no?
Se hizo el silencio. ¿Por qué quería esperar a que fuera oscuro? ¿Pensaba llevarme en el Civic a un descampado y descuartizarme allí donde nadie pudiera oír mis gritos?
-¿Por qué de noche?- más valía averiguarlo antes de entrar en su coche.
-Porque ahora en verano, por la tarde, hace mucho calor.
Lógico. Mi lentitud mental y mi fantasía infundada por la cultura que me había rodeado en la infancia, me jugaron juntas una mala pasada.
-Vale, pues… ¿Quedamos después de cenar?- propuse para enmendar mi patinada de neurona.
-¿Te parece bien en la Plaça Ricard Vinyes a las diez?
-Allí estaré.
Media hora antes de la hora señalada, salí de mi casa peripuesta y pizpireta para mi cita. Si no me motivaba el escribir, al menos podía motivarme con la idea de conocer a alguien extrañamente peculiar, interesante y con un torso masculino de infarto.
Como llegué antes de lo acordado, decidí hacer una pequeña excursión al OpenCor que hay en Rovira Roure, dónde antes estaban los multicines Xenon. Entré y compré una botella de vino rosado Faustino VII del 2006. No era un rioja de reserva, pero se dejaba beber.
Esperé a mi cita con la botella en la bolsa, pero pasaba los minutos y al cabo de un rato ya había pasado una hora y había vaciado el botellín.
Cuando ya me iba a mi casa, le vi llegar.
-Llegas un poco tarde ¿no?- le increpé borracha como estaba.
-¿De verdad? En mi reloj marcan las diez, pero… soy una víctima del Jet Lag, puede que me equivoque…
-¡Pero qué fatal te disculpas, amigo!
-Déjame que te invite a una copa…- me miró con ojitos de cordero degollado.
Le mostré la botella vacía en mi mano como si fuera una autentica homeless alcohólica.
-Entonces, acompáñame mientras me pongo yo a tono…- dijo teniéndome una mano.
-No, acompáñame tú a casa… que voy de lado…
Entonces al cogerme, sentí sus bíceps, sus abdominales, sus pectorales de acero… y, sentí la necesidad de besarle.
Cerré los ojos y mis morros se juntaron con los suyos. Lentamente fuimos abriendo sendas bocas y jugando con la lengua por nuestros labios.
Pero los que me conocen saben que mi lengua es kilométrica así que me vi obligada a invadir su boca.
Y allí estaban, dos imponentes colmillos afilados.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

Summer Edition-CAPITULO 17

-¡Buh!- algo con voz de Nicole me pasó por delante.
-Hija de perra, vaya sustazo, joder.
-Jajaja- se mofó- Vayamos allí donde la salvia.
-¿Tienes idea de que tipo de ritual tenemos que hacer?- le pregunté.
-A ver, el otro día, para despertarlo, lo que hicimos fue, ir a mirar las estatuas venusianas esas y luego masticamos salvia- me recordó mi amiga.
Acordamos que lo mejor sería pisar sobre nuestros pasos aquella mañana. Así pues, cogimos los bártulos y nos movimos primer hacía las estatuas y después bajamos hacía allí donde creímos ver la zona verde donde se hallaba la planta mágica.
-La masticamos a la vez ¿eh?- le advertí.
Asintió con la cabeza mientras me ofrecía unas cuantas hojas. Nos miramos y con un movimiento de cabeza, indicamos que era el momento.
Dejando la linterna en el fuego, me llevé todas las hojas a la boca. Mastiqué y nada.
-¿Y ahora qué?- preguntó la Nicole al ver que nada aparecía.
-Pues no lo sé.
-AAAAAAAAAAHHHH- la muy diva profirió un gritazo escalofriante y su cara de terror acabó de helarme las venas.
De un salto, me situé tras mi amiga que seguía gritando. Me escondí a sus espaldas mientras sacaba un ojo por encima de su hombro.
Allí estaba nuestro espíritu del jardín, que daba mucho más yuyu de noche. Resplandecía como un ente etéreo y, casi se podía ver a través de él. La capucha era mucho más tétrica en la oscuridad.
-No me enfoquéis con esa mierda de lucecitas ¿eh?- aclaró el espíritu.
La Nicole, temblaba un poco de acojone, pero ambas dijimos con la cabeza que sí, que vale, que no le apuntaríamos con las linternas.
-Ya sé que voy a pedir…-empezó mi amiga.
Por un momento se me pasó por la cabeza lo que tantas veces había oído detrás de esa frase: una tapa de gambas con sal.
Me dio por reírme y no podía parar.
-Oye, ¿te importa?- Nicole se dio la vuelta mucho menos tensa- Estoy pidiendo un deseo.
-Vale, me voy- dije sin dejar de reírme- Estaré en las escaleras de las tías destetadas.
Dejé a la Nicole con el espíritu andrajoso. No tardó mucho en venir dónde yo me había apalancado y empezaba a liarme otro canuto.
-La salvia es una mierda, tía- le aclaré- No podía parar de reírme, ahí, se me han quedado agarrotados los músculos faciales.
-Ya se ha ido.
-¿Qué deseo has pedido?
-Te lo cuento tomando algo.
Cogimos la mochila, con la manta que no habíamos usado y las linternas, dentro. Nos metimos en el Hard Rock Mitjana, un antrito acogedor que hay cerca del parque natural.
Pedimos dos cervezas y nos sentamos en una mesa bastante alejada de la barra, justo al lado donde había una diana de dardos sin enchufar.
-He pedido un hombre- dijo mi amiga después del primer sorbo.
-¿De algún tipo especial?
-Si
Y se hizo el silencio. Nicole parecía haberse quedado atrapada en su pensamiento.
-¿No me vas a contar cómo es el hombre que te has pedido?- me indigné.
-Justo cómo ese de ahí- dijo señalando a un chavalito que entraba por la puerta.
Me quedé con cara de “no me jodas”, pero la Nicole ya no tenía ojos para mí.

sábado, 30 de agosto de 2008

Summer Edition-CAPITULO 16

Después de hablar con la Nicole, Ángel llamó: no para cancelar la cita, sino para retrasarla un poco, ya que le había salido un trabajillo a deshora.
Cuando ya empezaba a oscurecerse el día e iba a ponerme el pijama para estar por casa, recibí un mensaje de Mr.Bateman que me decía que estaba con el Honda Civic enfrente de mi portal.
Bajé a toda prisa y le vi con sus Ray-Ban escuchando una especie de música tribal electrónica en el coche. Subí, de nueva a aquel cochazo teniendo la sensación de que volvería a marearme.
-Hola, buenas- le saludé.
-Hola bonita, ¿a dónde vamos?
-Mmmhh, podríamos ir a tomar algo por el centro.
-Enserio quieres ir por el centro… yo preferiría ir a otro sitio, algo más a alejado- apenas conocía a aquel chico como para ir a un sitio donde no hubiera ni Cristo.
-Yo había pensado en ir al Línia- propuse sin saber muy bien lo que decía- ¿Sabes dónde esta?
-Guíame.
Arrancó y cuando quise darme cuenta ya había puesto la tercera marcha y rodábamos a sesenta kilómetros por hora a través de Lleida.
-Ve un poco más despacio, por favor- me acojoné e intenté disimularlo- Más que nada para que pueda indicarte…
Cuando pareció que el motor se sosegaba, quise entablar conversación.
-¿Qué es esto que escuchas?
-Minimal, Richie Hawtin. ¿Te gusta?
Asentí con la cabeza. Aparcamos el Civic en el parking del Rectorat. Primero pasé por el cajero automático para ver si el señor Fernán había ingresado la cantidad indicada. Una vez hube comprobado que sí, nos dirigimos al Línia.
El Línia es un bar que hay en una calle perpendicular a Rambla d’Aragó. Esta situado en el sótano, como los locales underground de Barcelona. Es un sitio algo oscuro, con iluminación rojiza a lo largo de la barra y el nombre del bar en letras de neón en una de las paredes del lugar. Hay varios taburetes y mesas altas, aparte de unos sofás y unas mesitas del Ikea, que$ hay al fondo.
Ángel y yo nos sentamos en una de esas mesitas para tener más intimidad.
-¿Qué bebes?- me preguntó.
-Una limonada…
Mi acompañante puso cara de extrañado y fue a pedir a la barra. No pude evitar mirarle el culo teniéndolo delante. Calzaba una espalda ancha, pero tampoco excesivamente. Seguí bajando la vista por su espalda: unas nalgas semi-perfectas terminaban en unas piernas aparentemente musculadas. Se notaba que el chaval se cuidaba y hacía ejercicio. Seguramente iba a pedirse un agua o alguna bebida tonificante.
-¿Qué has pedido?- le pregunté indicando su vaso con curiosidad cuando volvió.
-Un Johnny Walker con Coca-Cola.
“Glups”. Solo oír el nombre de un whisky, me dieron ganas de vomitar.
Años ha, fui bebedora de whisky casi profesional pero, de las cantidades que llegué a beber, terminé por aborrecerlo hasta el punto que al olerlo o oír su nombre e imaginar su sabor, me daba la nausea. Entonces supe que aquella noche no habría beso.
Estuvimos hablando mientras sorbíamos de sendos vasos. Debatimos sobre la Formula1, sobre música, sobre diversos temas, pero en ningún momento de forma personal.
Salimos del Línia y me pareció que no sabíamos mucho más el uno sobre el otro. Nos despedimos, de forma no muy emotiva ni muy especial, pero sabiendo que volveríamos a vernos.
Estaba cerca de casa de la Nicole y pensé que era una buena hora para pasarme. Me acerqué a su portal y llame al timbre.
-Neni, sube, que me sobra cena.
Me sentí una basurillas, pero subí.
Una vez arriba, me lié un porro para asentar mi cabeza.
-Nicole, creo que deberíamos ir esta noche a pedir tu deseo e invocar de nuevo al espíritu. ¿Cuántas linternas tienes?
Diciendo esto, cogimos el equipo de noche: los porros, las linternas, una manta y, nos dispusimos a caminar hacia La Mitjana.
Una vez allí, nos vimos sumidas en la más inmunda oscuridad. La Nicole me cogió de la mochila donde llevábamos el material.
-Tendríamos que haber hecho un mapa para saber por dónde tendríamos que ir- sugirió mi amiga mientras tiraba de mi hacia atrás.
-Yo me haría un porro- propuse- Así seguro que visualizamos el camino.
Ambas estuvimos de acuerdo.
Cuando nos sentimos suficientemente motivadas para la tarea, armadas con nuestras linternas cual Cazafantasmas, nos adentramos en La Mitjana.
Oíamos nuestros pasos y de vez en cuando el ruido de algún animalito. Apenas veíamos con la luz de los pequeños focos que llevábamos. Empecé a visualizar el resto de la noche, perdidas en aquella selva de Pardinyes. Me hacía a la idea de esto cuando la Nicole, gritó emocionada “lo he encontrado, lo he encontrado”.
Me dirigí corriendo hacía ella, pero cuando llegué al punto dónde supuse que estaba, había desaparecido.

miércoles, 27 de agosto de 2008

Summer Edition-CAPITULO 15

-¡¡Tía, que es el fraile ese de Led Zeppelin, el del Stairway to Heaven!!- exclamé por fin.
Nicole seguía petrificada. Pesé a haber recuperado el habla, seguía viendo aquella mística figura que cada vez se acercaba más y más a nosotras.
Una vez se halló justo enfrente, a unos pocos metros de dónde estábamos sentadas en el suelo, con una voz ni fina, ni aguda, sino indefinible, como celestial y de ultratumba, nos dijo:
-Soy el espíritu del jardín. Llevo muchos años dormido esperando que alguien rompa mi sueño. ¿Qué deseáis?
-Ah, y ¿a que te dedicas cuando no estás durmiendo?- pregunté para saber en que invertía el tiempo nuestro espíritu
-El despertar de un espíritu requiere cumplir los deseos de aquellos que han invocado la llamada.
Se creo el silencio: Nicole estaba empanada con la luz azulada que emanaba del ente y yo, estaba absorta pensando en que clase de ritual habíamos hecho para hacer la “llamada”. El espíritu nos miraba de soslayo, de vez en cuando a mi amiga, y de vez en cuando a mí.
-¿Cumples deseos?- abrió la boca Nicole.
-Sí, uno por cada alma.
-¿Tenemos que contestarte ahora? – quise saber.
-No tomaros el tiempo que necesitéis.
-Y… ¿el deseo se cumple gratis? – preguntó la Nicole haciéndose la ingenua
-Bueno… la verdad es que había pensado en que me hicierais algún que otro favorcillo…
-Explíquenos el favor y le diremos si hay trato - desafié
-Veréis, necesito que arregléis un poco esto… ya sabéis, quitar las malas hierbas de aquí y de allí, plantar crisantemos, lirios, violetas…
A medida que el espíritu decía nombres de plantas, a mi amiga se le iluminaban los ojos visualizando mentalmente donde iba a poner cada cosa.
Entonces se me ocurrió una idea y cogiendo a la Nicole por la manga de la camiseta, acerqué su oreja a mi boca.
-Vamos a plantar marihuana, así que deja un espacio en tu imaginación para ella.
-Hecho- dijo en voz alta, mi querida Nicole
-Muy bien, así pues trato hecho- sentenció el espíritu.
Y alzando las manos, desapareció.
Sacudí mi cabeza como si acabara de caerme un montón de confetti por encima.
-¿Porqué has dicho que sí?- le espeté a mi amiga, casi mosqueada.
-Tía, no seas gilipollas- me increpó y quiso explicarse – Yo he dicho “hecho”, pero te lo decía a ti. Lo que pasa es que el mamerto este se ha pensado que iba por su propuesta, pero también te hubiera podido pasar a ti.
Comprendí a la Nicole. De todas maneras, es lo que tiene ser amigo de alguien: comprenderle, apoyarle y nunca, nunca de los jamases, juzgarle por sus actos ni por su persona. Si le quieres, le quieres y punto, tal y como es, con sus defectos y sus virtudes.
Todo esto me pasó por la cabeza mientras Nicole miraba hacía otro lado pensativa.
-¿En qué piensas?- pregunté.
-En el deseo que voy a pedir…-dijo soñadora.
Propuse que volviéramos a casa a comer.
A la hora de la siesta, me tumbé en la cama. Desde allí, viendo el mismo techo que había estado observando durante mis tristes días después de que John me rompiera el corazón, se me antojo una tarde triste, muy triste.
Pero no podía permitir que las horas me pasaran de largo mientras le daba vueltas a mi cabeza.
Vi entonces, colgado en la silla, el pantalón que había llevado el día que descubrí el jardín. En el bolsillo trasero, se dejaba entrever una tarjetita blanca, ya un tanto arrugada. Leí: ÁNGEL BENEDETTI Vice-president. Mergers&Acquisitions Dep. Invest Johnston Company.
Era un buen momento para volver a verme con aquel desconocido. Así pues, cogí mi teléfono móvil y marqué el número que ponía en la tarjeta.
-¿Sí? –contestó un voz masculina al otro lado del teléfono.
-Hola ¿eres Ángel?- pregunté, por si acaso.
-Sí, sí, el mismo- dijo como extrañado.
Se hizo el silencio. Un silencio largo, ya que cuando hablo por teléfono tumbada, me cuesta más reaccionar.
-¿De parte de quién?- quiso saber.
-Soy Laura, bueno Amalia, la ciclista del otro día…- no sabía muy bien como identificarme ante aquel chico.
Empezaba a sentirme ridícula en aquella situación y las ganas de colgar se hicieron inminentes.
-Nada, llamaba solo para darte las gracias por lo del otro día, fue un detalle- intenté explicar torpemente.
Normalmente no tengo ningún sentido del ridículo, pero aquel chaval, tan tranquilo aparentemente, tomaba las riendas de todas las situaciones en las que nos habíamos visto envueltos.
Seguía callado y como esperando que yo dijera algo más.
-Bueno, pues espero que nos veamos otro día. Adiós y gracias otra vez.
Y colgué. “¿Por qué has sido tan torpe, Laura?” me pregunté en ese momento.
Pero no me dio tiempo a pensar mucho más. Porque sonó nuevamente el teléfono.
-¿Sí?- lo cogí si fijarme en el número.
-Hola, soy Angel. Estoy cerca de Lleida. ¿Te apetece quedar?- dijo sin más.
-Sí, claro que sí- bufé aliviada.
Por unos momentos pensé que podía haber tirado la tarjeta a la basura, total, para lo que había conseguido. Pero en ese justo momento, Patrick Bateman había hecho lo que cualquier galán de película moderna haría ante la desesperación de una tontita buscando compañía sin saber bien como hacerlo.
-Te paso a buscar por tu casa en un hora ¿Te va bien?
-Perfecto- Y dicho esto colgamos.
Empecé a ponerme mona. No mucho: probarme unos pantalones por aquí, una faldita por allí, para acabar poniéndome la ropa de siempre.
Con unos tejanos y una camisa, me fui al lavabo para peinarme un poco.
-Laura, te suena el móvil- gritó mi madre desde la habitación contigua a la mía.
Corrí desde el lavabo para cogerlo, pensando en que seria Ángel cancelando la cita. Entonces vi que era la Nicole.
-¿Dime cariño?- contesté cariñosamente.
-Nena, ya sé lo que le voy a pedir al espirítu.

jueves, 14 de agosto de 2008

Summer Edition-CAPÍTULO 14

Una luz me cegaba y me pegaba fuerte en los ojos. Era el sol, que como me había caído de espaldas, me daba en todo el careto.
-¡Tía, he encontrado las llaves!- exclamó la Nicole.
-A buenas horas, cariño… ya estamos dentro.
Mi amiga me miró al otro lado del muro y nos pusimos a reírnos como locas.
-¿Por qué te has asustado tanto antes?- le pregunté
-Se han movido los matorrales, ya sabes, manías de las mías: piso una rama con la bicicleta y, obviamente, la rama se mueve- dijo mientras cogía la ramita del suelo.
No era la primera vez que nos pasaba eso. Varias tardes, después de fumar en La Mitjana, la empanada no nos permitía discernir entre movimientos ajenos y los nuestros propios.
Miré entonces a mi alrededor. Todo eran hierbajos y matorrales, cardos y malas hierbas. Parecía que aquello solo era una estructura de piedra.
Fui adentrándome como pude e invité a mi amiga a que me siguiera, por si acaso se avecinaba algún peligro.
El color que predominaba era el marrón, que le daba a aquello un toque de tristeza y un aire lúgubre no muy habitual en verano. Caían hojas de los árboles de alrededor y los pequeños arbustos que crecían al otro lado del muro, parecían secos y podridos.
Noté entonces como una escalinata bajo mis pies y que el suelo subía de nivel. Para no caerme, me apoyé sobre un tronco que quedaba a mi derecha.
Entonces, algo parecido a una mano, me tocó la frente.
Me dí la vuelta para comprobar que la Nicole me seguía, aunque de lejos. Al mirarla me saludó con la cabeza. Volví a girar sobre mí y entonces observé qué, efectivamente, lo que me había tocado era una mano.
Se trataba de una mano gris, de piedra.
Arranqué las enredaderas que cubrían seguramente al cuerpo que supuse, seguía a aquella mano. Bajo las lianas descubrí una escultura preciosa de una ninfa qué, con un pecho al aire, lucía en medio de los restos de lo que antaño hubiera podido ser un jardín.
-Vamos Nicole, acércate, he descubierto algo- le indiqué a mi amiga.
La Nicole se acercó a donde yo estaba, dando pequeños saltitos con sus largas piernas. Cuando llegó justo a mi lado, pudo ver la mano y me ayudó a sacar la maleza que cubría la piedra. Entonces, mi amiga, pareció percibir algo detrás de mí y a base de brincos, se dirigió al lugar donde se posaban sus verdes ojos. Vi que hacía movimientos de quitar maleza, pero mi miopía nunca me permitía estar segura de nada. Se apartó y dejó ver otra escultura igual.
Sin decir nada, con una sola mirada, entendimos nuestro cometido allí. El destino nos había regalado un jardín abandonado y teníamos todo el tiempo del mundo para ir descubriéndolo.
Subimos la escalinata que, a causa del crecimiento de las plantas y las malas hierbas, nos era imposible ver. Con poco cuidado llegamos al segundo nivel del jardín.
Los restos de lo que aquel sitio pudo haber sido, dejaban imaginar que tenía un pasado lujoso: a la izquierda, un columpio hecho de piedras y madera, austero pero seguro, colgaba de un arco de hierro forjado que, gracias a la pintura negra que lo recubría, no se veía oxidado. A la derecha, una especie de altar ceremonial, con una estructura también metálica y pintada de negro, de la que colgaban viejas enredaderas de lianas secas.
Desde aquel segundo nivel, se podía observar la envergadura del jardín. Era enorme, espacioso, precioso…
A la izquierda de la puerta había una fuente de piedras que antes nos había pasado inadvertida debido al arsenal de hojas secas que la cubrían y justo alrededor de esta fuente, el único espacio verde que se veía en el jardín.
En sus mejores años aquel debía haber sido un lugar idílico, para enamorarse, emulando el paraíso, pero ahora se había quedado gris y frío como las piedras del muro que lo encerraba.
-Nicole… nos ha tocado un jardín secreto.
-Deberíamos adecentarlo un poco, ya que nos lo hemos apropiado por la cara…- sugirió mi amiga
-¿Cuánto tiempo crees que lleva esto abandonado?
Mientras mi amiga tocaba de pies en el suelo, mi cabeza volaba por las nubes haciendo planes para aquél nuevo lugar que habíamos descubierto. Entre mis ensoñaciones, vi que la Nicole descendía las escaleras con la seguridad con la que uno patea su casa. Ya nos habíamos hecho a aquel lugar, pero aun teníamos dudas de si el destino estaba de acuerdo con que nos lo quedáramos.
-¡Nicole, espérame!- grité mientras corría tras ella.
-Lo he visto, lo he visto- contestó.
-¿El qué?
-Corre, deprisa…- me dijo mientras se ponía de rodillas al lado de la zona viva del jardín, la zona que veíamos verde.
A toda prisa me arrodillé a su lado. Tomaba en su mano, un par de hojas de una planta que me era bastante familiar.
-Es…- empecé interrogativamente.
-Sí, es Salvia, seguro… la recuerdo perfectamente- aclaró la Nicole mientras me ofrecía una de las hojas- Mastícala
-No, no, la masticamos las dos a la vez y si nos da una indigestión, cagamos de la mano
Y sin más dilación, nos metimos sendas hojas de Salvia en la boca. Los minutos pasaron mientras masticábamos desafiantes cara a cara. Noté que mi estomago se expandía, pero no solo mi estómago, sino también mi visión, mis ropas y mi cuerpo en toda su totalidad.
Mi amiga me cogió de la mano y pude observar entonces, su cara de susto mientras con la mano que tenía libre, señalaba con expresión horrorizada un punto frente a nosotras.
Me sentía privada de la capacidad de hablar, así que con soniditos y miradas, le supliqué a la Nicole un “no me asustes otra vez”, pero la tía seguía petrificada. Giré mi cabeza para observar en la dirección que apuntaban sus ojos y su dedo.
Entonces vi un ente borroso, luminoso, de color azul, con una raída capa rollo élfica, que cubría enteramente una figura con forma humana.

martes, 12 de agosto de 2008

Summer Edition-CAPÍTULO 13

-Pip-pip, pip-pip…
Sonó el timbre del móvil que anunciaba un Sms. Era la Nicole.
“¿Quedamos? Hay secretos que desvelar… Pásate por mi casa y vamos a desayunar. Hasta ahora!”
Me había despertado con una tristeza enorme que me oprimía el pecho. La noche anterior me había dormido con lágrimas en los ojos. Miré por la ventana y me di cuenta que pese a mi desgracia, seguía saliendo el sol, la vida seguía.
A pesar de la pereza que me daba todo, me vestí y cogiendo mi bici, me dirigí a casa de la Nicole.
Piqué al timbre y canté la contraseña. Abrió la puerta y me abrazó.
-Nena, que llevas unas semanas desaparecida, que no actualizas ni tu blog.
-Ya, lo siento, es que… he estado ocupada- intenté escabullirme.
-Ui, tienes cara de “no preguntes Nicole” así que no preguntaré
Asentí con la cabeza para agradecerle su gesto.
La Nicole cogió sus cosas y fuimos al garaje a buscar su bicicleta. Decidimos desayunar fuera.
Así pues, nos plantamos en el Papaxoc de Rambla de Ferran. La Nicole pidió un café y un croissant de chocolate y yo me conformé con un zumo de piña.
Como me puse en estado mental vegetativa, mi amiga cogió El Segre, el periódico de Lleida, y se puso a leer mientras llegaba lo que habíamos pedido.
-Ayer tuve un día de mierda, Nicole.
-Hmm- dijo con un cuerno de croissant en la boca.
-El master se casa…
-¿Enserio? Luego le llamo para darle la enhorabuena.
-Tía, eso no tiene nada de bueno…
Nicole se me quedó mirando con cara de entre pasmo y incredulidad y, acto seguido, volvió a su periódico.
De repente, pareció atragantársele un trozo de croissant. Me levanté de la silla para darle unos golpecitos en la espalda mientras le ofrecía mi vaso de zumo torpemente, debido a los nervios.
-Nicole, Nicole!- empecé a espetarle- ¿estás bien? Dime algo!!
Mi amiga se puso a toser hasta que consiguió esputar un trozo de croissant que se le había quedado atravesado.
-¡Me has dado un susto de muerte!
-Tía, mira esta noticia- dijo señalando a uno de los artículos del periódico.
Le arranqué El Segre de las manos y leí el titular:

EXTRAÑAS MUERTES DE ANIMALES EN LOS ALREDEDORES DE LLEIDA CAPITAL
Se han hallado varios restos animales tales como ratones, conejos y alguna oveja, con extrañas marcas por donde se cree que han sido desangrados. No quedaba ni una gota de sangre en los desechos de la fauna encontrada en estas circunstancias. Se sospecha de alguna secta o de alguna suerte de ritual, y se baraja la posibilidad de una raza de depredador nueva, posiblemente una mutación.
Las zonas donde se han podido observar estos sucesos, se encuentran en el perímetro de la ciudad de Lleida. Estaremos a la espera de nuevos descubrimientos para seguir informando.

Me fijé en la firma: Jesús Segura. ¡Era un conocido mío! Cogí el móvil y le llamé, poniendo el manos libres para que Nicole pudiera oír la conversación.
-Sí- contestaron al otro lado.
-Jesús, que soy la Laura. No sabía que estabas en El Segre.
-Pues sí, en el apartado de sucesos.
-¿Te has inventado la noticia de los animales que sale hoy?
-No, para nada. Es más, mi versión era aún más sensacionalista, pero el jefe ha decidido cortar, para poder insertar más publicidad en la página, ya sabes, cosas de edición…
Nicole y yo nos miramos con ganas de reírnos, pero a la expectativa de algo jugoso sobre lo que cuchichear.
-¿Y sabes algo más sobre el tema?- quise saber si se lo inventaba
-Información confidencial y esas cosas. Puedo revelarte fuentes, pero lo negarán todo… ya que se cree que se trata no de otro animal, sino de un vampiro o un chupacabras.
Aquello ya sonó totalmente inverosímil, pero era divertido. Me despedí de mi conocido, prometiendo ir a tomar algo próximamente. Al colgar, fue imposible contener la risa.
Tras terminar el desayuno y pagarlo (eso sí), cogimos sendas bicicletas y nos pusimos dirección a La Mitjana.
Cuando llegamos allí, traté de recordar el lugar donde había descubierto el muro. Después de una y mil vueltas a lugares que parecían el mismo, vi el árbol que me había parecido que me hablaba con una cara la otra vez que había estado allí. Mis pasos viraron hacia mi izquierda, como habían hecho anteriormente y la Nicole me siguió.
-Cuidado con los pies- la advertí.
Las ramas se iban abriendo a nuestros pasos y, medio a tientas yo, que iba delante, apartaba la maleza que se nos interponía.
Encontré entonces las ramas que había apartado frente a la puerta. El candado seguía allí, tan mohoso y carcomido como la última vez que lo había visto.
Vimos entonces que algo se movía entre los matorrales y la Nicole lanzó un grito que me recordó a los de Cheryl, el primer personaje poseído de Evil Dead, en el bosque, violada por un montón de ents malignos.
En el ataque de histeria, Nicole me empujó y caí sobre la puerta, que se abrió.

viernes, 25 de julio de 2008

Summer Edition-CAPÍTULO 12

Al levantarme del taburete en el que me hallaba sentada, bebiendo desde hacía horas, el suelo empezó a zozobrar bajo mis pies.
Me mareé un poco, pero ahí estaba él, el galán de cine que en lugar de beber “Vodka con Martini, agitado pero no removido” pedía el cóctel más barato de la lista.
Pagué todas mis copas y la de John, confiando en que los número rojos desaparecieran de la tarjeta de crédito cuando el editor me ingresará el dinero pactado.
Empezamos a caminar por la calle. Una suave brisa soplaba entre los árboles de Paseo de Ronda y chocaba contra mi cara serenándome un poco.
-¿Me das la mano?- le dije a mi acompañante tímidamente.
-¿No te encuentras bien? ¿Te mareas?- me interrogó.
-No, es sólo que me apetece
John me cogió de la mano. Tenía un tacto suave, muy suave…tanto que parecía carecer de huellas dactilares. Disfruté del momento lo que mi borrachera me permitió.
Llegamos al portal de mi casa y abrí la puerta sin soltarle la mano, no fuera que se me escapara, otra vez. Le invité a entrar con gestos.
Me dí la vuelta para cerrar la puerta y las manos de John se posaron en mi cintura.
-Espera, déjame comprobar que no hay nadie en casa…- quise retrasar el momento, parar el tiempo.
El Ked’s, mi perro, sacó su cabecita por la puerta del comedor e hizo un ademán de ponerse a ladrar pero con una sola mirada de mi acompañante volvió a meterse en el comedor ipso facto. Mi hermana tampoco estaba en casa y mis padres seguían de viaje.
-¿Estamos solos?-preguntó.
Asentí con la cabeza y, miré hacía el suelo. El alcohol me había hecho menospreciar mi virginidad y en aquel momento no tenía otro deseo que perderla allí mismo.
John me cogió por la barbilla levantándome el rostro. Nos quedamos largo rato frente a frente y me perdí en la infinidad de su mirada. Entonces me besó. Fue uno de esos besos largos, de película, de los que ya no sé ven si no es en la gran pantalla y, de forma escasa. Fue un beso que, pensé, Tornatore podría haber incluido en su escena final de Cinema Paradiso.
Los besos y las caricias siguieron en el mismo recibidor. Sentí sus labios sobre mi cuello mientras sus manos se distraían por mi pelo y por mi espalda y, las mías bajo su camiseta.
Me apoyé en la pared, pues volvía a marearme de tener la boca pegada a otra y los ojos cerrados. Había perdido el mundo de vista y estaba en el lugar más hermoso del mundo, donde no existían el tiempo ni la prisa.
El sudor y las ansias se hicieron evidentes y, allí empezó a sobrar la ropa. Nos desplazamos hasta mi habitación entre besos y susurros.
John desabrochó mi camisa a toda prisa y empezó a besarme los pechos. Yo respiraba con dificultad y tenía una sensación extraña en el cuerpo, entre excitación y miedo.
Me veía torpe en aquella situación en la que era totalmente inexperta. Nunca había desnudado a nadie, y menos habiéndome bebido antes cinco cócteles. Le quité la camiseta a John y me senté sobre mi cama. Mi galán se aproximó lentamente y, ayudándome a recostarme, se puso sobre mí sin dejarse caer. Me rodeó con un brazo y noté que su mano intentaba hacer maniobras con el cierre de mi sostén. Intenté ayudarle, pero mi pelo se enredó en sus gafas y se le cayeron.
-Déjalas, le sugerí…
-No, sin ellas no veo nada y quiero grabar bien en mi mente este momento…
Aquella frase me llenó de ternura y de anhelos amorosos que no recordaba haber tenido nunca. Me hacía sentir especial.
Noté entonces que algo estaba siendo oprimido bajo los pantalones de John. Acaricié el bulto por encima de sus vaqueros poniéndole más nervioso todavía de lo que ya se estaba poniendo intentando descifrar como cojones de abría mi sujetador.
Cuando por fin lo consiguió y pudo sentirse orgulloso de si mismo, se dedicó a recorrer todo mi busto a base de besos. Yo le acariciaba la espalda que era suave como la seda, tan suave como había sido antes el tacto de su mano. Quería pedirle que apagáramos la luz para sentirme más cómoda, pero en mi cabeza latían las palabras “quiero grabar bien en mi mente este momento…” y no quise privarle de ello.
El resto de la ropa se vio desterrada al suelo de la habitación, quedando colgada de la silla o de alguna estantería. Aquello estaba apunto de caramelo y, lo que había visto en tantas películas estaba apunto de sucederme a mí
-Ve despacio, es la primera vez…
John puso cara de extrañado y creí que se iba a echar atrás.
-La primera vez en meses – intenté arreglar…
Me abrazó y siguió dándome besos sin dejar siquiera un capilar de piel por el que no pasaran sus labios.
Entonces sucedió. Recuerdo que me dolió un poco y no fue lo agradable que la gente decía que era. Noté mi entrepierna mojada y, el chico que tenía encima también lo notó. Sus ojos (gafas inclusive), se desviaron hacia la parte del bajo vientre y yo hice la mismo.
Había sangre, aunque no salía a borbotones. John se levantó y se apartó de mi asustado…
-¿Estas enferma? ¿Tienes algo contagioso? – me interrogó como si fuera un médico en apuros.
-¡No, claro que no!- me indigné.
-Estás sangrando… - y los ojos le brillaron, supuse, de terror.
Me avergoncé y cubrí mi cuerpo con las sábanas que había quedado desechas bajo nuestros cuerpos. Tuve ganas de echarme a llorar.
-Tengo que irme, lo siento. Deberíamos hacer como si esto no hubiera pasado nunca…- aclaró mientras se vestía.
-¡No! ¡Lárgate de esta casa! ¡Te odio! No quiero volver a verte nunca… - mentí a causa del orgullo que me quemaba las venas – Eres un monstruo.
Se fue y salió por la puerta dejando atrás un animal herido que llevaba mi piel. Me pareció oír que pedía perdón al otro lado de la pared del recibidor…

martes, 22 de julio de 2008

Summer Edition-CAPÍTULO 11

No pude seguir hablando con el master. ¡Aquella noticia ponía mi vida patas arriba!
La boda de un gran amigo como es el master para mí, no podía dejarme indiferente. El shock fue brutal… tanto que casi sentía la fe de la que me había estado hablando el señor Lucas.
Qué el master se casara me pareció en aquel momento el fin del mundo pues, su novia no vivía en Lleida y si contraían matrimonio, seguramente se fuera a vivir con ella. Significaba no tener cerca al colega que tantas manos me había echado en los momentos difíciles, hablar con el por teléfono en lugar de hacerlo compartiendo el momento, requería acostumbrarme a estar en segundo plano de preferencias…
Cogí el móvil con recelo y marqué su número de nuevo:
-Tio, lo siento, que antes se ha cortado…- mentí lo peor que pude
-Ya…- y él me captó, como de costumbre.
-Me alegro mucho por la noticia, supongo que terminarás por irte a vivir con tu pareja y todo eso…
-De hecho ya no estoy en Lleida -el mundo se derrumbó sin hacer ruido- No he querido hacer de mi marcha un drama, por eso he optado por no despedirme, sabes que no soy muy amigo de esos temas.
-Vale… bueno, pues eso, que me alegro por vosotros y que deseo que os vaya muy bien- dije al borde del llanto.
-¿Estás bien, fea?- preguntó
-Sí, tranquilo, no te preocupes, haz tu vida- contesté medio resoplando en forma de reproche.
-Cuídate.
-Sí, supongo que tendré que hacerlo ahora que tú no vas a estar.
-Nos oleremos pronto- prometió.
Sabía que el hecho de no tenerle para cuando le necesitara iba a darme bastante por el culo, así que decidí llevar mis pasos hasta el Blackberry.
El Blackberry es una coctelería bastante nueva en la calle Rovira Roure. El amo del establecimiento se había pasado algunos años de su vida haciendo cócteles en cruceros y, cansado del vaivén del mar, había decidido volverse a Lleida y abrir un local con esa especialidad.
Había decidido emborracharme a base de bebidas alcohólicas caras. La ocasión lo merecía. Para mí aquello significaba la despedida de soltero de uno de mis mejores amigos, solo que únicamente yo iba a brindar por él.
Entré y me senté en la barra. El Blackberry estaba prácticamente vacío. Pedí un Cosmopolitan que apuré en veinte minutos mientras aspiraba asquerosa nicotina de unos Nobel que ni siquiera me gustaban.
Los Cosmopolitan se fueron sucediendo uno tras otro y al quinto, el camarero decidió que me invitaba.
Aguantaba el peso de mi cabeza sobre el brazo derecho acodado en la barra. De espaldas a la puerta, sorbía el líquido rojizo con una pajita cuando oí una voz conocía tras de mí.
-Hola Ele
-Psé…- contesté despectivamente adivinando quién era.
Entonces John se puso frente a mí, me cogió la copa de la mano y, apartando la pajita por la que yo estaba sorbiendo, probó el Cosmopolitan.
-¿Esto bebes? ¿Cómo se llama?
-Cosmopolitan…
El amo del bar no tardó en dejarle la lista de los cócteles para que escogiera uno.
-No, gracias, no voy a tomar nada- se disculpó John- sólo vengo a buscar a esta señorita.
-Clado que sí que va a tomarse algo- repliqué- Estamos aquí reunidos en la despedida de soltero del master. Tienes que beber.
John se resignó mirándome con cierta lástima. Luego dirigió sus gafitas hacía las opciones de la lista.
-Un Bloody Mary, por favor- pidió.
-Bah, eres clásico hasta para eso, seguro que sólo follas en la postura del misionero…- quise mofarme con algo de elegancia.
-Nena, vas algo borracha… sino te lo demostraría- dijo haciéndose el interesante.
Sí, eso de hacerse el guai se le daba de muerte a John, ya me lo había demostrado antes. Le recordé entonces en el Smiling Jack con aquella chica abrazada a la cintura.
-¿Y tú qué? ¿Cuándo te sometes al matdimonio?- quise saber, aunque apenas podía hablar bien debido a las circunstancias etílicas.
-¿Qué?- dijo poniendo cara rara- ¡Si ni siquiera tengo novia!
-Pues yo te vi con una chica bailando al ritmo de Bad Case of Love en el concierto de los Hurricane Moners esos.
-Mr. Hurricane Band, dirás- me corrigió mientras cogía el vaso de Bloody Mary con puerros que le había servido.
-Sí, hijo, sí, como tú quieras llamarlos…
-Me ha llamado el master… me ha dicho que seguramente estarías aquí, emborrachándote a su salud.
-Clado, sí, sí, el master es Dios, el master es guai, el master blablabla…- me quejé arrastrando las palabras- Él siempde lo sabe todo sobre todos, siempde diene guardado un as en la manga, siempde le salen bien las cosas…
Se hizo el silencio. Estaba muy apesadumbrada y lo último que quería era que John cuidara de mí, de nuevo. Parecía que sólo podía encontrarle apurando varias copas de alcohol.
-Has venido a salvarme otra vez ¿no?
-Sí…
-No me has contestado a lo de tu novia.
-Era sólo un ligue esporádico.
Apenas conocía a John y aquél era un dato importante. Era de los que tienen ligues y se lo toman con toda la calma del mundo… era un vividor. Tal vez nos pareciéramos más de lo que yo pensaba.
El alcohol hace que las hormonas se vuelvan medio locas y, en un arrebato de seducción, decidí desabrochar un botón de mi camisa más. Pensé en despeinar mi pelo, pero seguramente ya estaría horrendo.
-John… ¿yo te gusto?- le pregunté poniendo carita angelical.
-Pues claro, Ele – respondió apartando la mirada, cosa que me hizo pensar que mi careto angelical no me había salido del todo a derechas.
Entonces me acerqué a él y mientras sostenía, seductora, mi copa, le pasé el dedo índice de la mano que me quedaba libre por la espalda y le susurré al oído:
-¿En tu casa o en la mía?

viernes, 18 de julio de 2008

Summer Edition-CAPÍTULO 10

-¿Cómo tiene usted eso, señor Fernán?
-Llegó a mis manos en un mercadillo de antigüedades, en un puestecito donde venden postales, libretas usadas, cartas ajenas… Es un puesto curioso
-¿Lo ha leído?- pregunté ruborizada señalando el diario que Fernán no soltaba
-De cabo a rabo…- contestó haciéndose el interesante.
Años atrás me había dedicado a apuntar en aquel diario todas y cada una de las chorradas que pasaba por mi mente. Las páginas estaban repletas de reflexiones absurdas y existencialistas cavilaciones sobre mi vida, sobre la gente que me rodeaba, sobre las cosas que me gustaban… Eran datos muy íntimos, personales.
-Me parece horrible que haya puestecillos así en un mercadillo… - estaba indignada por el hecho de que un desconocido hubiera tenido el derecho de leer toda aquella sarta de banalidades y tonterías que se escriben en la adolescencia.
-No es tan horrible… ¿Quieres hablar sobre el interés que me engendraron tus páginas?
-Me da un poco de vergüenza- admití mientras miraba al suelo
Otra persona cualquiera en mi caso, le hubiera arrebatado a aquel editor de poca monta el diario de las manos y hubiera abandonado el bar. Pero a mí, la curiosidad me retiene, me lleva, juega conmigo… y hasta que no llego al epicentro del asunto que estoy tratando, no puedo moverme de la silla, por muy básico que sea el instinto de supervivencia.
-Bien, señor Fernán, entonces… ¿qué quiere de mí?
-Ya te lo he dicho: que escribas para nosotros un libro sobre tu forma de ver la religión. Quiero que imprimas en él toda tu pasión, todas tus emociones, todo lo qué te dé por pensar cuando sientes la fe…
-Le repito que no soy creyente, que a mi la fe…
-Tienes fe, puedo sentirlo…
Le miré con cara de duda y extrañada. Tal vez no fuera tan malo escribir para Lux Perpetua.
-Escribirás con un pseudónimo y te pagaré por adelantado cada mes unos 200 euros. Los derechos serán de Lux Perpetua y no podrás venderlos o publicarlos en cualquier otro lugar -ultimó.
Quise proferir un grito de emoción. ¡Por fin alguien iba a pagarme por lo que escribía!
-Y si me gusta lo suficiente tu trabajo, te devolveré esta libretita- terminó mientras la guardaba.
Por el momento solo había conseguido ver mis líneas impresas en periódicos de escasa repercusión y en un par de revistas de música en las que colaboraba.
Solamente aquel editor loco que tenía delante, se había aventurado a pagar por mis palabras… era una oportunidad que no podía desechar.
Sin firmar contrato alguno y pidiéndome el número de cuenta para ingresarme la cantidad acordada en el próximo día laborable en que los bancos estuvieran abiertos, concluimos nuestra productiva cita. Nos dimos los teléfonos mutuamente y decidimos mantenernos en contacto para ir informándole sobre las novedades que acontecieran en la redacción del libro que me encargaba.
Al salir del Antares, me llegó un mensaje. Alguien me había llamado. Era el master. Sin más preámbulos le llamé:
-Ei master, que pasa contigo!- saludé – desde que me salvaste el culo en la segunda temporada (véase la temporada llamada MAX), no habías vuelto a aparecer por el blog.
-Pues nena… tengo algo que decirte…
-Sí, tranquilo, ya sé que John esta de vuelta en la ciudad y que además tiene novia.
-Aham…- dejó caer el master como para que yo siguiera hablando.
-Casi se me había olvidado el asco que le tengo al “parejeo”, hasta que les vi, allí, cogiditos, acaramelados al son de la música de B.B King- diciendo esto me di cuenta de la envidia que me daban.
-Laura…
-Eh, que no he terminado de darte las buenas nuevas- quise seguir para quitar de mi mente la imagen de John con aquella chica- ¡Me ha contratado una editorial para que escriba un libro!
-¿Sobre qué?- quiso saber.
-Sobre religión…- y se hizo un extraño silencio al otro lado que me dejó pensativa- Master… ¿para qué me llamabas?
-Bien, por fin has cesado tu incontinencia verbal… ya sabes que hablar sin parar no significa comunicarse…- sentenció.
-¡Qué borde eres cuando quieres!- repliqué
-Carapene…- a veces solía llamarme así- ¿estás lista?
-Claro, dispara- aquello tenía pinta de ser un rumor de los gordos o un cotilleo súper importante.
-Me caso.

martes, 15 de julio de 2008

Summer Edition - CAPÍTULO 9

-Salva ¿ha llegado alguien preguntando por mí?- interrogué a mi amigo que servía una cerveza y un Nestea.
-Sí, esta arriba, es el que lleva traje y gafas de pasta…
-Dios, hazme un té de esos de vainilla…- pedí para quejarme medio en broma a posteriori- Y a ver si ponéis ya de una vez Sprite o Seven Up en la carta ¿eh?
Subí las escaleras que llevaban a la parte de arriba del local.
El Antares es un sitio perfecto para tener una cita pseudo-íntima.
La puerta de entrada parece que vaya a conducirte a una institución secreta en la Lleida de mediados del siglo XIX. Pintada de negro y con una mirilla plateada, daba paso a un bar donde se alinean sillas y mesas a derecha e izquierda, decoradas cada una con velitas. De las paredes cuelgan cuadros de cariz retro, ilustraciones de Hergé, dibujos de estilo cómic, etc.
Nada más entrar en el local, encuentras instrumentos musicales tales como un violín o una trompeta, que penden de varios rincones y al lado de la barra, puedes ver una escultura que emula la época del clasicismo griego. Bueno, de la escultura no estoy muy segura, pero antes estaba. Enfrente de la barra hay un mueble-vitrina, donde puedes mirar algunas variedades de tés y kits para hacer té varios. También hay una estantería, con tomos de libros de colección típica de librería. Ediciones baratas de editoriales prácticamente desconocidas que se dedican a publicar clásicos de la literatura popular como Moby Dick o Rimas y Leyendas de Becquer. Al lado de la estantería hay un cartel que reza “Los libros no tienen precio, deje la voluntad y lléveselos” y bajo este, un pequeño cubilete sin ninguna moneda, obviamente.
Más allá de la barra y bajando unas escaleritas, te encuentras con un piano de cola el cual no dejan que nadie toque y, junto a este, un micrófono de la época de Elvis. Al fondo a la derecha están los servicios, ambientados con una mortecina luz anaranjada, casi tenue.
El lavabo tiene un grifo rústico que termina de darle el toque romántico a tal estancia…
Saliendo del Wc, encontramos una falsa chimenea, en la que en invierno ponen una especie de calentador o estufa y que en verano cambian por un ventilador.
También esta zona esta plagada de mesas.
A la parte de arriba del Antares se accede por unas escaleras de las que si te caes, que te recojan, pues dudo que nadie pudiera sobrevivir a la caída tal que podrías pegarte, así que echadle ojo a las escaleras.
Subí por estas con el cuidado con el que lo hacía siempre y portando la bandejita con el té en la mano…
En la parte de arriba no había nadie más que un hombre, de unos treinta y pocos años, que leía un periódico.
Me acerqué con cara de cordero degollado, pues había llegado tarde y sin dejar la bandeja con el té, le dije:
-Hola, soy Laura… No me dijo su nombre… -repliqué tímidamente.
-Toma asiento, mujer- me invitó con una sonrisa en la cara- Lucas, me llamo Lucas Fernán.
-Encantada señor Fernán- dije tendiéndole la mano.
Me dediqué a analizarle en una fracción de segundo: el hombre de media edad, ya tenía el pelo canoso y, tras sus gafas de montura negra se escondían unos ojos oscuros y pequeñitos. Sus facciones estaban marcadas y confluían en una suerte de perillita de chivo.
Vestía un traje de chaqueta. Se había quitado la parte de arriba, que era una especie de americana, debido al calor. Combinaba el traje negro con una camisa blanca impecable. ¡No había una combinación que hiciera a un hombre más atractivo para mí!
-Bien, hábleme de usted… ¿cómo ha dado conmigo?- empecé a interrogar
-Todo a su tiempo… Empezaré por el principio. Nuestra editorial se llama Lux Perpetua… Publicamos libros sobre esoterismo, astrología, autoayuda, magia, filosofía, religión…
Al oír estas palabras mi gesto se tornó en asombro, mezclado con una pizca de escepticismo y una dosis de sarcasmo. ¿De verdad querían que escribiera tal bazofia? Decidí no interrumpir a Lucas Fernán, pues acababa de conocerle y tal vez la oferta fuera buena.
-¿Nos conoces?- preguntó ajustándose la gafas a la nariz.
-No, la verdad es que no… pero no suelo explorar demasiado esa sección de la librería…
-Bien, pues prosigo… Nosotros publicamos este tipo de libros y nos gustaría que trabajara para nosotros escribiendo un ensayo sobre religión.
-¿Nos? ¿Quién más está interesado?
-Yo, básicamente, pero hablo en nombre de la editorial.
-¡Pero yo no sé nada sobre religión!- me exculpé
- Ya buscaremos la manera de arreglar eso…
-¿Porqué yo si no sé nada de estos temas?- ya me picaba la curiosidad.
-Porque me gusta como escribes
-¿Ha leído algo mío?
-Déjame que te muestre algo- dijo metiendo la mano en una maletita que tenía a su lado y que yo no podía ver desde donde estaba.
De la bolsa sacó algo increíble: un diario que yo había escrito un par de años atrás, cuando estuve viviendo en Francia. Lo había dado por perdido entre mis posesiones que escondo y que luego nunca sé encontrar.