domingo, 16 de diciembre de 2007

CAPÍTULO 1 de la 1ª temporada

Cuando nos habíamos alejado lo suficiente de La Festa, tomamos rumbo a Mordor, digo a “Los Bloques”. Todo el mundo iba a pillar a “Los Bloques”, que vendría a ser para los madrileños Tirso de Molina y para los barceloneses La Mina. Pero que os voy a contar, todo el mundo tiene un barrio chungo en su ciudad donde ir a pillar.
Íbamos caminando y, como me despisté un poco, me adelante una calle a la calle que realmente era. Al cruzar la esquina, pizpiretas máximas, haciendo comentarios sobre chorradas, le vi de lejos…
Se me debió turbar la expresión de la cara, porque Brunny me cogió del brazo y me preguntó si estaba bien. Me quedé sin habla. Por la misma acera por la que circulábamos nosotras, alguien venia en dirección contraria. Yo no le conocía, pero le había visto en aquella misma calle montones de veces. Un poco aturdida, reaccionando como pude, le dije a mi querida amiga si podíamos cambiar de acera. Creo que no entendió nada, porque se le encendió en la frente un cartel de neón con forma de interrogante, aunque me dijo “vale” y seguimos caminando.
-No mires a nuestra derecha, no mires a nuestra derecha- le susurré a Brunny.
-¿Qué pasa, tía? ¿Has visto un nido de libélulas?- ella sabe bien que las libélulas me dan un asco horrible.
Puedo soportar ver videos de coprofagia, revolcarme en barro, chupar un pie, pero no puedo con las libélulas y ese sonido horripilante que tiene su aleteo. Dan repelús extremo, baby. No te dejes engañar por su brillo, porque de pequeña me contaron que si estaban azules, es que estaban hambrientas y que si estaban rojas, significaba que acaban de chuparle toda la sangre a un bebé recién nacido.
-¡Puagh, tía! No me digas esas cosas. No ahora y aquí…- empecé a ponerme nerviosa- y no mires a nuestra derecha-.
Pasamos el Carrer Segriá a toda pastilla, hasta llegar al cruce con Paseo de Ronda.
-¿Vas a contarme esa reacción?- me interrogó Brunny.
-Vale tía, a ver. No me persigue nadie aunque mi comportamiento parezca paranoico. No. He pagado todas mis deudas, no he tratado con camellos desconocidos ni nada de eso. No te preocupes; no es mi salud mental tampoco. Mira, me calmo y te cuento…
Cruzamos Paseo de Ronda y nos sentamos en un banco. Ya estaba sosegada. Le expliqué a Brunny que en el Carrer Segriá había una academia de inglés, dónde debía estudiar aquel ente con el que nos habíamos cruzado. Era un chico, de mirada un poco extraña. Siempre vestía de negro, incluso creía haberle visto con alguna camiseta del Yugulator de Judas Priest. Pero no era su forma de vestir, ni su mirada. No era nada en especial, pero aquél chico siempre me perturbaba, me daba muchísimo respeto y su gesto, casi siempre asqueado, no ayudaba mucho a cogerle simpatía. Llevaba siempre un Walkman con el que, supongo, escuchaba música.
No había hablado nunca con él, pero como buena aspirante a Mata Hari, había oído cosas sobre ese chico, que le hacían si cabía, aún más misterioso. Se llamaba Ivan, y a pesar de ser muy amigo de sus amigos, no tenía fama de simpático.
También le había visto alguna que otra vez en la Biblioteca Pública de Lleida, pero cada vez que nos encontrábamos, a mi me recorría el pavor y sentía ganas de huir. Era como si viera a través de mí, como si supiera lo que pensaba, como si palpara mi respeto hacía él, como si de un juez se tratara.
Cuando terminé de explicarle todo esto a Brunny, decidimos ir a pillar, para relajarme de tanta sensación extra-sensitiva: primero Houdini y luego el chico de gafas que me quitaba el aliento. Porque sí, hay que decirlo, aparte el chico no estaba nada mal. Era morenito castaño, sin nada de especial, con gafitas de culo de vaso y montura XL, el pelo largo, y acababa de adornar su cara con una sonrisa que yo descubriría más adelante.
Pero ese no es el caso.
Mi queridísima acólita y yo, nos disponíamos a hacernos con un motín de costo que nos duraría un par de semanas o tres y siguiendo el camino de baldosas grises como las que hay en mi ciudad, llegamos hasta “Los Bloques”.
Cómo nunca recordaba en que piso de todos era, saqué mi agenda de la mochila del colegio que aún llevábamos encima. Miré la dirección y fuimos hacia donde indicaba, eso sí, después de hacernos un lio de mirar bloques y bloques con números, sin número, con números cambiados, etc.
Al llegar al edificio que yo creía que era, pues recordaba el grafiti de la pared de alguna otra vez, picamos y Juanma nos contestó por el interfono.
-Ei Juanma, soy Foxy. ¿Podemos subir?- dije gritando como para que me oyera desde su piso, pues yo creía que no me oía.
Eso lo he pensado muchas veces: ¿porqué cuando alguien no oye a un lado del teléfono lo que el otro dice, le grita por el móvil “¡¡¡¡No te oigoooo!!!!” como si el que no oyera fuera el otro?
Gañanadas aparte, es una reacción absurda que se convierte en enigma universal.
Pues Juanma, que es un chico encantador, nos abrió por el interfono.
Cualquiera que haya estado alguna vez en los bloques Juan Carlos de Lleida, sabrá que no tienen ascensor, ninguno, y que las escaleritas son más bien estrechas con las barandillas de hierro pintadas de granate. El caso es que nuestro camello vivía en el jodido 4º Piso. Que alegría, que alboroto, que ilusión me hizo recordar cada escalón (es ironía y además rima).
-¿Subo contigo?- me preguntó Brunny muy amablemente al ver las escaleras.
-Claro que subes conmigo, perra. De esta no nos libramos ni tu ni yo.
La cogí del brazo y subimos juntas, más bien, ella me arrastraba a mi a la altura del tercer piso. Llegamos al rellano de Juanma. Llegué jadeando y dejándome caer, piqué al timbre.
Tardaron un ratito largo en abrir en el que Brunny y yo nos miramos cara a cara, extrañadas. Entonces, pudimos oír la cadenita del pestillo antiguo ese que solo te deja abrir para sacar la cara y hablar y vimos que el pomo daba la vuelta.
En la oscuridad del interior de la casa, se nos dibujaron dos puntos brillantes, que cada vez se acercaban más a la pequeña abertura. Como los movimientos eran muy lentos, descubríamos el rostro de la persona en intervalos muy largos, así que nos dio mucho tiempo a asustarnos y a dar rienda suelta a nuestra gran y enfermiza imaginación. Al fin pudimos verla, y si nuestras cavilaciones sobre monstruos y brujas parecían inverosímiles, aquel ser era aún más inverosímil.
Una mujer con la cara repleta de verrugas y un ojo de cristal, nos miraba desde el otro lado de la puerta con desconfianza. Proferí un grito como los de las divas de las pelis de la Hammer. A Brunny siempre le asustan mis gritos, así que la tía, empezó a correr escaleras abajo. Al principio creí que era por el susto, pero al bajar la vista, descubrí un cuchillo de cocina en la mano de la mujer y volviendo a subir la mirada, mis ojos se encontraron con los suyos, el biológico y el de cristal.

15 comentarios:

Daniel Muñoz Vera dijo...

Será su madre que estaba preparando la cena. :OP

Anónimo dijo...

HE DID THE MONSTER MASH
la de la cara pintada es brunny? esta el dependiente de la tienda de articulos de broma basado en hechos reales?

Ariel Scaniello dijo...

Felicidades!!! ya estás en el aire! :P
Bueno, pues espero a ver que pasa con la señora del ojo de cristal, yo no sé si os equivocasteis al timbrar o qué?!...

Buena narración, i like it!!
Besos!

Anónimo dijo...

No esta nada mal wapa, es cachondo, ya te contare, he estado todo el dia con la morroña encima y se me ha ido la olla y no te he llamao, sorry.

Un beso y cuidate

Kalitro dijo...

¡Quiero mi bocadillo, quiero mi bocadillo!

Anónimo dijo...

Me ha gustado la personalidad de tus personajes, ademas tu lectura es rapida, d esa k no paras hasta k lo has leido todo.

Hitman666 dijo...

Realmente es necesario el saber que la paranoia no es solo propia de uno mismo, y que esta fluye en el aire, como un ser vivo, aumentando nuestras sensaciones, y creando variaciones de nuestras percepciones, hasta crear otras realidades ficcionales que son interpretadas por nuestro insano cerebro, el cual como siempre, cuando esta ocioso se convierte en nuestro mayor enemigo, hasta el punto de hacernos aislarnos, egoista y cruelmente en una soledad en la cual creemos estar a salvo.
Tal vez estas percepciones paranoides es como la sal que da sabor a la comida, y en nuestro caso, hace que el miedo nos aflore, llenando el cuerpo de adrenalina y endorfinas, paralizando algunos, haciendote moverte entumecido como un zombie o simplemente, el huir corriendo sin mirar atras, hacia algun sitio que creemos seguro, pero que no por alejarnos de aquello que creemos que es peligroso, nuestro proximo destino sea mas benevolo que el anterior, el diablo juega con dados cargados, y por ello siempre vamos a mal, y nuna a bien.

Anónimo dijo...

Muy muy bueno, Kelpie. Y no, aún no he muerto, pero vamos, pa lo que hago como que si. Espero verte pronto por ahi, desaparecida, y leer mas sobre tu historia.
Teixi (M, no A).

Anónimo dijo...

QUEREMOS MAS

Anónimo dijo...

Mis felicitaciones, muy entretenido y original todo el concepto en si, seguid así.

saludos

El Hombre Gris dijo...

Extrañamente perturbador...

Frank Palacios dijo...

Nenas, este capítulo es mejor que cualquier spot del "No a las Drogas".

Y lo de subir a un cuarto piso Y SIN ASCENSOR, low pior, nenas.

Recordad el pundo 570 del Manual de la Buena Diva: "Nunca llegar sudada a ninguna parte."

Así que si no hay escaleras mecánicas o ascensor, ¡pues no se sube, nenas!

¡Se tira la pasta atada a un ladrillo a la ventana del camello, y que te lancen la maría en paracaídas!

Veremos que pasa en el siguiente capítulo, pero desde ya, la Brunny es una pegaputaza por salir corriendo y dejarte tirada, neeenaaa!!!

PD: ya veo que habéis solucionado los temas de las fotos, ¡chulísimas, por cierto!

Kisses en las narices!

Anónimo dijo...

me has dejado de piedra!!!
con tus talentos ocultos!!!
un beso roser

Anónimo dijo...

ay! imagínate que a la mujer esta petrificantemente horrorosa se le cae el ojo de cristal y gira, y gira y giiiiiiiiiiiiiiira por las escaleras haca abajo persiguiendoos...urgh! ESO si q da asco...
ya està, ahora voy a tener pesadillas...Contentas?

Mademoiselle Fox dijo...

Voy a mataros a todos...