lunes, 27 de octubre de 2008

Summer Edition-CAPITULO 23

-Mierda, mierda mierda…- dijo Ángel subiendo cada vez más el tono de voz.
-¡¡¡AAAAHHHHH!!!- grité como una diva.
-¿Qué coño es esto?
-No lo sé tío, nunca habían estado aquí… anoche no estaban- dije histérica.
-Dios, creo que hay más de uno…
-¿Qué? ¿Dónde?
-Allí… -dijo Ángel señalando un helecho.
Seguí el dedo de mi compañero, pero en el recorrido de mi mirada, se fueron perfilando uno, y dos, y tres, y hasta cuatro cadáveres.
-Tenemos que irnos de aquí, ahora Ángel- le ordené en imperativo mirándole a los ojos muy seriamente.
-¿Es una broma o qué?
-¡Yo sé lo mismo que tú!
-Pues hay que llamar la policía
-¿Te estás oyendo?- le recriminé- A la policía tenía que haber llamado yo el día que me atropellaste y me acosaste…
-¿Perdona?- empezaba a cabrearse – Yo nunca te he acosado, ni mucho menos, ni siquiera te he pedido que te acostaras conmigo…
No sabía porqué estaba tan cabreada con él, pero no me apetecía decirle nada agradable. A la luz del día todo parecía más terrenal y menos idílico.
-Mira tía, si vas a venirme con estas estupideces y estas cosas raras que haces… yo me voy- y sacando el móvil añadió-. Ah, y te ha salido mal la broma, voy a llamar a los Mossos d’Esquadra.
Le quité el aparato de las manos y lo lancé lo más lejos que pude fuera del jardín, donde la vegetación se comía todo objeto que osara adentrarse en ella.
-¿Estás loca? ¿Quién te has creído que eres?
-Mira, lo siento Ángel…- intenté disculpar mi conducta- No puedes llamar a la policía...
-No, ahora esta claro que no, acabas de mandar mi móvil a tomar por culo – dijo ya gritándome.
-No me grites…- me sentí fatal y le cogí la mano- Puedo comprender que no entiendas nada de lo que esta pasando y, de hecho, yo tampoco entiendo realmente que es todo esto…
Ángel me soltó la mano con un gesto brusco.
-Llámame cuando madures.
Y se fue.
Me había negado a que llamara a la policía porque habíamos plantado marihuana en el jardín y porque aquél me parecía un sitio que ya era mío y el cual yo debía proteger.
El master, al que a veces llamábamos Conan Rey de Aquilonia, me había enseñado a proteger mi territorio partida tras partida y ahora tenia la oportunidad de experimentarlo en la realidad en lugar que a través de un juego de rol.
Pero tenía demasiadas dudas de cómo hacerlo esta vez…
Y allí estaba yo: más perdida que una aguja en un pajar lleno de cadáveres pensando cual era la siguiente prueba de la misión.
La primera resolución fue la de salir del jardín sin mirar mucho a mi alrededor, porque estar rodeado de muertos da mucho miedo… y más si estas solo…
Caminando por La Mitjana le dí un poco al tarro: tal vez el vampiro había descubierto mi paradero y quisiera vengarse de mí, tal vez Nicole había querido gastarme una bromita…
Mientras pensaba, mis pasos me llevaron hasta mi casa.
No sería unas semanas más tarde cuando decidiría actuar después de que la Nicole me llamase mientras estaba degustando un tabaco de melocotón que me habían traído de Turquía unos amigos.
-Tía, mi novio se ha derretido…
-¿Cómo? ¿Qué?
-Sí, claro, espérate que contextualizo: mi novio, el rastitas del jardín, acaba de deshacerse en la cocina de mi casa.
-Pero ¿literalmente?
-Sí, tía…
-¿Y no estás triste?
-No, la verdad es que ya me cansaba un poco…- dijo quitándole peso al que siempre había sido su problema: aburrirse.
-¿Le has envenenado o algo?- pregunté medio en broma, haciendo referencia a sus tendencias asesinas.
-No neni, yo nunca haría eso… ¿Porqué se habrá derretido?
Mi cabeza se puso a maquinar. Yo hacía varias semanas que no pasaba por el jardín y no sabía si ella había ido a cuidar de las plantas. En todo caso, no me había hablado de los cadáveres, así que supuse que no había estado allí y no quise alarmarla ni que viniera conmigo.
La Nicole es muy sensible al terror. Le dan mucho miedo las pelis del género… aunque en el fondo le gustan tanto como a mí.
-Yo de ti no me preocuparía por tu novio desecho, bárrelo y echa algo de desinfectante en el suelo por si acaso – esa fue mi excusa para poder colgar e ir a saciar mi curiosidad a La Mitjana.
Me cogí una chaquetita y, decidida y segura de mí misma, puse el turbo en la bici hasta la puerta de nuestro jardín secreto.
Cuando llegué, tirando mi pobre vehículo contra la pared, abrí la puerta…
Ya no había ningún cadáver i el jardín ya no tenía el aspecto de vivo con el que lo vi la última vez que había estado con Ángel allí.

1 comentario:

Anónimo dijo...

cuanta tensión al principio... lo del novio de Nicole derritiendose no tiene precio